La zona arqueológica de Teotihuacan es una de las más representativas de México. Sin embargo, pese a que su construcción data de hace casi dos milenios, en México comenzó a ser explorado a profundidad hace apenas 60 años, dejando al descubierto múltiples secretos de la “Ciudad de los dioses”.
En 1959 dos arqueólogos elaboraron un plan para explorar y reconstruir parte del sitio que albergó a la cultura teotihuacana durante el Periodo Clásico mesoamericano, específicamente entre el año 100 y 600 después de Cristo (d.C.); se trató de Jorge Acosta e Ignacio Bernal, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
No obstante, pese a que las primeras exploraciones (posteriores a la invasión española) se remontan al siglo XVIII, fue en 1905 cuando comenzaron los trabajos apoyados por el gobierno del entonces presidente Porfirio Díaz para el rescate de la zona, en el marco del Centenario de la Independencia mexicana.
Sin embargo, el proyecto que llevó a Teotihuacan a lo que conocemos hoy en día comenzó un 11 de enero de 1960 y no paró por cuatro años consecutivos, pese a las malas condiciones en que se hallaban las construcciones ancestrales, algunas cubiertas por tierra o vegetación en su totalidad.
El proyecto constó de tres etapas. En la primera de ellas se enfocaron en la Plaza de Luna, mientras que las dos siguientes fueron para recuperar los edificios alineados sobre la Calzada de los Muertos. Para la tercera fase, al INAH se le informó que el presidente de la nación —en ese entonces Adolfo López Mateos— aprobó un presupuesto de 17 millones de pesos; recursos con los que se exploró un tramo de dos kilómetros desde la Pirámide de la Luna hasta la Ciudadela.
Producto de ese trabajo de exploración fue que un 24 de septiembre de 1962 inició el Proyecto Teotihuacan. La región se dividió en 11 secciones; cada una quedó a cargo de un arqueólogo, quien era auxiliado por jóvenes estudiantes.
Algunos de los colaboradores fueron Ponciano Salazar Ortegón y Eduardo Matos Moctezuma, quienes apoyaron a Jorge Acosta desde la exploración en campo. El trabajo de gabinete quedó a cargo de Florencia Müller.
Rodrigo Moya y Juan Monterrubio fueron los responsables del laboratorio de fotografía, mientras que Manuel Gaytán y Tomás Zurián lideraron al equipo de restauradores de murales y otros bienes.
Por su parte, el dibujante Abel Mendoza Hernández se encargó de dirigir a una serie de ingenieros y arquitectos que dibujaron diversos elementos de la zona. Dichos trabajos permitieron dar cuenta de que en todos los monumentos explorados se provocó un incendio en su interior, lo que permitió especular las razones del declive de la civilización.
Tras cuatro años de trabajos ininterrumpidos, el 14 de septiembre de 1964 se inauguró formalmente la zona arqueológica. Dos años más tarde ya habían sido analizados caso dos millones de objetos y herramientas encontradas en la zona.
Actualmente se pueden visitar más de una decena de construcciones monumentales en la zona, como la Calzada de los muertos, el Templo de los animales mitológicos, el Templo de la agricultura, los Caracoles emplumados, el Palacio de los Jaguares, el Templo de Quetzalcóatl, la Ciudadela, la casa de los sacerdotes y las emblemáticas pirámides de la Luna y del Sol.
El lugar cuenta con dos museos especializados: uno es el de la Cultura Teotihuacana, mientras que el otro es el Museo de Murales Teotihuacanos. También se encuentra un Jardín Escultórico y el jardín al sur del Río San Juan.
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