El cambio es parte de la vida. Y es que el tiempo lo cambia todo. Muestra de ello son las calles, los edificios, e incluso las personas. Sin embargo, hay otras cosas que también cambian, por ejemplo, los empleos.
En la actualidad no existen los mismos empleos que existieron hace un siglo. Muchos oficios que antes podían verse con normalidad en México, hoy son desconocidos y seguramente las nuevas generaciones no tienen idea de qué se tratan. Algunos de estos oficios quizá pueden verse en alguna película de mitad del siglo pasado, sin embargo, no todos.
Con el paso del tiempo, la llegada de la modernidad y el avance tecnológico, muchos de estos empleos que antes eran rentables, poco a poco comenzaron de dejar de serlo, y luego, a desaparecer.
Quizá fue en la época de nuestros abuelos en la que aún existían algunos de estos empleos, que daban respiro y alegría a todo aquel que lo desempeñaba. Estos oficios requerían disciplina, destreza, valor, creatividad y fuerza. Al llegar la modernidad fueron reemplazados por grandes industrias.
El sereno
Fue un antiguo oficio surgido en España, pero que llegó a algunos países de América, alrededor del siglo XVIII. En México surgió durante la época virreinal, y consistía en vigilar las calles, revisar el alumbrado público e incluso, resguardar las llaves de las casas de un barrio. Era similar a un velador en la actualidad, pero con más confianza.
Las jornadas laborales de un sereno iban de 11 de la noche a 5 de la mañana. Estos personajes, que ejercían una labor de vigilar, también se encargaban de informar la hora y el estado del tiempo, por medio de un grito. Un ejemplo de lo que decían era: “Las doce en punto y todo sereno”.
Representaba una autoridad en el ambiente nocturno, portaba un chuzo, que era un palo con una púa de hierro, una linterna, un silbato y regularmente usaba sombrero de ala ancha, capucha y abrigo.
Este no era cualquier trabajo, pues se requería contar con un carácter ejemplar para controlar las condiciones problemáticas en las que se podría enfrentar, eran personas tranquilas y valientes.
Con el tiempo, este oficio dejó de existir, dejando como legado uno de sus versos en la famosa canción de Las Mañanitas, que se acostumbra poner cuando alguien cumple años: “Si el sereno de la esquina, me quisiera hacer favor, de apagar su linternita mientras que pasa mi amor”.
Aguador
Estas eran personas que se dedicaban a vender agua que extraían de las fuentes y ríos. Este oficio se realizaba en la época en la que los drenajes no existían. Era por demás necesario en la vida cotidiana de los mexicanos y estuvo vigente desde el virreinato hasta finales del siglo XIX.
Lo único que se necesitaba para desempeñar este oficio era tener la recomendación de otro trabajador y acreditarse como conocedor del oficio. Como en todo trabajo, había reglas que prohibían tomar el agua de casas que tuvieran agua corriente.
Fue durante la época del Porfiriato, con la instalación de tuberías, que desapareció este oficio.
Almuerceras
Estas eran jóvenes indígenas que se dedicaban a llevar comida a los trabajadores, regularmente en el campo, donde se encontraban los peones. Con el tiempo, este oficio se convirtió en servicio de comida ubicados en las esquinas de barrios populares, comúnmente a la entrada de establecimiento o pulquerías.
En 1769 se dictaron nuevas ordenanzas de limpieza en las calles, petición del virrey Carlos Francisco de Croix. Las ordenanzas afectaron a los oficios que ocupaban espacios en las calles. Estas ordenanzas no se llevaron a cabo como se había pensado en un principio. Se puede decir que estos oficios se convirtieron en lo que hoy son los puestos ambulantes.
Vendedor de leña
Aunque este oficio no ha desaparecido al 100%, la forma de trabajarlo ya no es la misma que antes. Y es que anteriormente, el vendedor de leña ofrecía su mercancía que transportaba en carretas que tiraban de un burro. En muchas ocasiones, el vendedor portaba la madera en su espalda y realizaba su recorrido a pie.
La compra de leña era necesaria en muchos hogares para preparar alimentos. En la actualidad, este oficio ya no es tan común. Quizá aún se comercie la leña, sin embargo, solamente en ocasiones especiales.
Lechero
Ya en el siglo XX, este oficio fue muy prominente, principalmente en la Ciudad de México. A bordo de una bicicleta o caballo, el trabajador se paseaba por las calles para ofrecer esta bebida.
Los consumidores le entregaban un envase de vidrio para recibir el producto, que siempre garantizaba llegar fresco y directo de las granjas productoras.
De este oficio nació la popular frase “él es hijo del lechero”, debido a que en aquel entonces el lechero entraba hasta la cocina de las casas. Con el surgimiento de grandes industrias este oficio fue desapareciendo, y la clientela prefería comprar en producto en tiendas de abarrotes.
Aunque posiblemente existan personas que se dediquen a vender leche en la actualidad, la realidad es que ya no es tan rentable como antes.
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