Parte 1
En México, el mes de diciembre es uno de los más esperados por muchas personas debido al ambiente festivo que se respira desde los primeros días. La celebración a la Virgen de Guadalupe prepara el terreno para el inicio de las posadas, a las que le sigue la Nochebuena, Navidad y el Fin de Año.
Sin embargo, en contraste con la algarabía y el júbilo que suele caracterizar al último mes del calendario, diciembre ha albergado varios de los episodios más significativos de la historia reciente en materia de seguridad, específicamente en cuanto al narcotráfico.
Nacimiento de Heriberto Lazcano, el último “gran líder” de Los Zetas
Pese a los enigmas que existen sobre su vida personal, la versión que goza de mayor sustento refiere que Heriberto Lazcano Lazcano, alias El Lazca o Z-3, nació en la Navidad de 1974 en el estado de Hidalgo. Aquel 25 de diciembre llegó al mundo un personaje que sería temido por muchos y venerado por otros tantos.
En 1991, a los 17 años de edad, se sumó a las filas del Ejército Mexicano en donde llegó a formar parte del Cuerpo de Fuerzas Especiales (antes conocido como Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales, GAFE).
Después de siete años había reunido el conocimiento y la experiencia suficientes para integrarse al que llegó a ser el cártel más sanguinario del país: Los Zetas.
Los reportes oficiales lo identifican como uno de los miembros del núcleo inicial de exmilitares que le dio vida a este grupo criminal a finales de los noventa.
El Lazca se consolidó como uno de los elementos más valiosos del cártel y, tras la muerte de Arturo Guzmán Decena (Z-1) en 2002 y la detención de Osiel Cárdenas Guillén en 2003, llegó a la cabeza de la organización.
Bajo el mando de Lazcano, Los Zetas emprendieron una cruenta batalla en contra del Cártel de Sinaloa para defender su principal bastión: el estado de Tamaulipas.
La violencia que eran capaces de perpetrar obligó a muchos a salir de aquella entidad y los colocó como el objetivo principal del gobierno federal hacia el final de la década.
Lazcano, a quien también se le conoció como El Verdugo, fue abatido durante un enfrentamiento con elementos de la Secretaría de Marina en una carretera del estado de Coahuila el 7 de octubre de 2012, según los reportes oficiales.
La institución castrense anunció su caída como uno de los más duros golpes al narco aunque no tenían un cuerpo como evidencia, pues el cadáver del Z-3 desapareció el Servicio Médico Forense. Aparentemente habría sido robado por sus compañeros. Se presume que con su caída inició el declive de esta brutal organización criminal.
2006, el inicio de la guerra
Uno de los principales detonantes de la escalada en la violencia, si no es que el más significativo, tiene nombre y fecha de nacimiento. El Operativo Conjunto Michoacán marcó el inicio de la llamada “guerra contra el narcotráfico” que Felipe Calderón declaró el 11 de diciembre de 2006.
Con tal maniobra, Calderón Hinojosa pretendía limpiar su imagen luego de las fuertes sospechas sobre una posible manipulación en las elecciones que le dieron la victoria.
De la mano del general Manuel García Ruiz, el gobierno desplegó a más de 7.000 elementos de las fuerzas federales para poner en marcha el operativo antidroga que pretendía acabar con la violencia en Michoacán.
El gobernador local de aquel entonces, Lázaro Cárdenas Batel buscó el auxilio del presidente para frenar el asedio de La Familia Michoacana que, para esas fechas, ya se había hecho con el control de Tierra Caliente. El estado michoacano cerró el 2006 con 576 asesinatos.
Un mes después, en enero de 2007, el presidente hizo aún más evidente su postura de confrontar directamente al narcotráfico cuando visitó la 43 Zona Militar, en Apatzingán, vestido como militar. Asumiendo su papel como mando supremo de las Fuerzas Armadas, exhortó a los soldados a continuar en la afrenta contra el crimen organizado.
La ausencia de una sólida estrategia para emprender este enfrentamiento fue visible desde el inicio.
Pocos días después de haber comenzado la guerra contra el narco, el general García Ruiz tuvo la osadía de afirmar que Los Zetas prácticamente habían desaparecido y ya no representaban una amenaza.
La caída del “Jefe de jefes” de los Beltrán Leyva
Diciembre de 2009 fue un mes trágico para la dinastía Beltrán Leyva. Mientras el país entero se preparaba para los festejos en honor a la Virgen de Guadalupe, Marcos Arturo Beltrán Leyva, el máximo líder del cártel, estaba concentrado en no morir.
El día 11 de aquel mes, un operativo sorpresa de las fuerzas especiales de la Armada Mexicana interrumpió una ostentosa fiesta en la que estaba el llamado Jefe de jefes.
Los militares, que evidentemente no estaban invitados a la celebración, le dieron un susto de muerte al cabecilla de los Beltrán Leyva, quien logró escapar de la mansión ubicada en Tepoztlán, Morelos, en compañía de Édgar Valdez Villarreal, La Barbie.
El Barbas, como también se le conocía al capo, resultó herido y fue llevado a una casa del conjunto habitacional Altitude, una lujosa zona residencial en Cuernavaca.
Lo que en un inicio pintaba como un espacio para resguardar su seguridad terminó siendo el escenario de su muerte. Cinco días después, el 16 de diciembre, cerca de 200 elementos de la Secretaría de Marina sostuvieron un enfrentamiento de casi cuatro horas que culminó con la ejecución de Arturo Beltrán Leyva.
Pese a su minoría numérica, los sicarios del Barbas no dudaron en defender al líder criminal, pues recibieron a los marinos con ametralladoras y granadas. Sin embargo, las balas no les alcanzaron para librar la presencia de los uniformados que, además de al capo, abatieron a tres gatilleros.
Las imágenes del departamento tras la batalla marcaron uno de los más sangrientos episodios de la guerra contra el narco. La escena que destacó de entre todas las demás, y que causó una gran indignación entre los miembros del cártel, fue una en la que Arturo Beltrán Leyva aparecía acribillado, semidesnudo, encima de una sábana y bañado en billetes.
Aquella dantesca fotografía fue percibida como un contundente mensaje elaborado por la Marina. Sin embargo, un alto mando de la corporación, cuya identidad permaneció resguardada, negó tal versión y sostuvo que no hubo ningún montaje de su parte. “No permitiríamos nosotros en ningún momento que se llevara a cabo la exposición de un cadáver de esa forma”, aseguró.
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