
Este año 2022, que se está terminando, se cumplen 100 años del inicio de uno de los movimientos artísticos que más han llamado la atención a nivel mundial en México, y que marcó una gran época en el país: el Muralismo Mexicano. Este movimiento inició entre 1921 y 1922, en el Antiguo Colegio de San Ildefonso.
Desde su inicio, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ha estado ligada a ese proceso. José Vasconcelos, en ese momento titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), reunió a un grupo de artistas, entre los que estaba el Dr. Atl, Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros para cultivar artísticamente a los jóvenes de México.
En esos años, El Árbol de la Vida fue pintado por Roberto Montenegro, en la Sala de Discusiones Libres de San Pedro y San Pablo, perteneciente a la UNAM, sin embargo, para algunos este movimiento comenzó con una obra del famoso artista mexicano Diego Rivera, que lleva por nombre La Creación. Éste, a diferencia del primero, se ajusta en su totalidad a lo que hoy se conoce como Muralismo.
San Ildefonso, la cuna del Muralismo Mexicano
A la par de la obra de Rivera, La Creación, muchos de los artistas más importantes del Siglo XX, pintaban otros 40 murales, creando, sin proponérselo, una gran obra de conjunto que actualmente desafía al tiempo.
Hace 100 años, el Colegio de San Ildefonso albergaba la Escuela Nacional Preparatoria y los murales estaban pensados para conectar con los estudiantes. Un joven alumno de nombre Octavio Paz, lo describía de la siguiente manera:
“A esta hora, los muros rojos de San Ildefonso, son negros y respiran, sol hecho tiempo, tiempo hecho piedra, piedra hecha cuerpo”.
El muralismo no tardó en salir al mundo y sembrar sus obras en distintos países, pero el antiguo colegio del Centro Histórico de la Ciudad de México, sigue siendo una cuna obligada para visitar. En él se puede observar, en un solo inmueble, la diversidad de propuestas plásticas estilísticas y temáticas, eso es lo que hace mucho más rico y emblemático a quienes visitan San Ildefonso.
Aquellos murales, con décadas de haber sido creados, aún responden a la idea original de que el arte es revolucionario. Hay que volver a reflexionar sobre el significado de estas imágenes, pues hay problemas que siguen presentes en la sociedad mexicana, y no necesariamente fueron resueltos.

Origen de San Ildefonso
Los jesuitas iniciaron su labor educativa en la capital novohispana con la sucesiva fundación del Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo y cuatro seminarios: San Pedro y San Pablo; San Bernardo; San Miguel y San Gregorio.
De la fusión de los tres últimos nació, en 1583, el Colegio de San Ildefonso, para que todos los colegiales de la congregación residieran en una institución bajo la tutela de un sólo rector. El nombre de San Ildefonso le fue dado en honor al Santo Arzobispo de Toledo, cuya devoción lo llevó a escribir en defensa de la limpia concepción de la Virgen María, dogma que la Compañía de Jesús ha sostenido desde su fundación. Hacia 1618 empezó a funcionar bajo el Patronato real, otorgado por Felipe III, estableciéndose así el Real y más Antiguo Colegio de San Ildefonso.
Gracias al auge económico del virreinato y al poder financiero de la Compañía de Jesús, el inmueble fue reedificado en las primeras cuatro décadas del siglo XVIII, dando paso al inmueble que hoy conocemos y que es uno de los ejemplos barrocos más sobresalientes de la arquitectura civil de la Ciudad de México.
Tras la expulsión de los jesuitas, decretada por el rey Carlos III en 1767, el edificio tuvo diversas funciones: cuartel de un batallón del Regimiento de Flandes, colegio administrado por el gobierno virreinal y dirigido por el clero secular, sede temporal de la Escuela de Jurisprudencia, de algunas cátedras de la Escuela de Medicina y cuartel de las tropas norteamericanas y francesas en 1847 y 1862, respectivamente.
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