Mientras en México le comienzan a llamar el “asesino silencioso”, en Estados Unidos el fentanilo ya dejó de ser un secreto a voces.
Anteriormente, la crisis del fentanilo se caracterizaba en gran medida porque los usuarios desconocían que el fentanilo venía oculto en otras drogas como la heroína, la cocaína, la metanfetamina y las pastillas falsificadas de oxicodona.
Sin embargo, en los últimos tiempo ha evolucionado a tal grado el mercado de fentanilo, alimentado principalmente por los cárteles mexicanos, que los consumidores estadounidenses ya le han puesto un nuevo apodo: “Fetty”.
Los grupos mexicanos del crimen organizado probablemente ya son conscientes de estos cambios. Posiblemente por eso ahora están produciendo píldoras de varios colores que han sido apodadas como fentanilo “arcoíris”, las cuales cada vez están más presentes en los decomisos de droga.
Autoridades de la agencia antidrogas estadounidense (DEA, por sus siglas en inglés) calificaron el cambio en el color de las pastillas como una estrategia astuta de lo narcos para atraer a los usuarios más jóvenes.
Fue a mediados de la década pasada cuando el fentanilo se empezó abrir paso en los Estados Unidos, siendo en aquel entonces la costa este la más afectada.
No obstante, conforme fue pasando el tiempo la epidemia se fue trasladando cada vez más hacia el oeste, aunque por entonces rara vez en fentanilo se vendía como tal, más bien se mezclaba con heroína, metanfetamina y cocaína.
La falta de un apodo para la droga en aquellos años evidenció, o por lo menos respaldó, la idea de que no se trataba de una epidemia impulsada por la demanda.
Pero al otro lado del río Mississippi, hacia el oeste, todo fue diferente. Por la dinámica de la distribución de drogas en esa región predominaba anteriormente la heroína de alquitrán negro, lo cual hacía más difícil mezclarla con fentanilo sin que los usuarios lo supieran.
La evolución del fentanilo en EEUU
Eso podría explicar, quizá, porqué en el lado occidental de los Estados Unidos la droga ha tenido menos impacto como adulterante y más impacto como droga preferida, analizó Insight Crime, una organización especializada en narcotráfico.
Es llamativo el hecho de que en 2015 la DEA dijera que era “poco probable que el fentanilo asumiera una parte significativa del mercado de opioides”, debido a su corta duración de acción y su alta tasa de mortalidad.
Un lustro después, en la costa oeste de los EEUU, desde Seattle hasta San Diego, el fentanilo se vende como fentanilo y los usuarios de la calle lo piden por su nombre o apodo. Sin embargo, no por eso el opioide ha dejado de matar menos gente, sobre todo aquellos que se lo inyectan por vía intravenosa.
Los usuarios con más problemas serios de adicción “buscan activamente fentanilo en polvo”, aseguró a la organización el coordinador de opioides de la División Criminal de la Oficina del Fiscal Federal del Distrito Sur de California, Adam Gordon.
MIentras tanto, en México la situación parece ir con unos cuántos años de retraso, pues la dimensión real de las muertes por fentanilo sigue siendo desconocida e ignorada en la mayor parte del país.
Los estados que más padecen esta nueva crisis de salud son los que se encuentran en el noroeste de la república, particularmente Baja California y Sinaloa.
La cercanía con los Estados Unidos, el cliente favorito de esta droga opiácea, convierte al noroeste mexicano en un importante paso de tránsito para el tráfico de fentanilo, un analgésico sintético 50 veces más fuerte que la heroína y 100 veces más potente que la morfina.
A pesar de que la mayor parte de la droga es destinada por los cárteles mexicanos al mercado de drogas estadounidense, lo cierto es que un pequeño porcentaje, aunque muy significativo —2 miligramos pueden matar una persona—, se queda en las ciudades del norte de México.
Sin embargo, el panorama general de la problemática de salud pública todavía no puede ser visualizado desde un dimensión precisa debido a la falta de capacidades de medición y dictámenes forenses concisos en los centros médicos de salud.
Pero al menos la situación en Estados Unidos puede servir como un referente de lo que le espera a México en el futuro, cuando el fentanilo dejé de ser un “asesino silencioso” y pase a convertirse en una droga mortal tomada a plena consciencia.
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