Cuando los efectivos de la Secretaría Armada de México (Semar) llegaron la madrugada del 14 de noviembre al rancho San José, en las inmediaciones de la presa Padilla, ubicada a 15 kilómetros de Ciudad Victoria, Tamaulipas, se encontraron con una postal bélica y desoladora.
La casona principal estaba parcialmente destruída por los granadazos y las paredes recubiertas de orificios de bala. Según el expediente de la investigación, en la escena del ataque había casi 1,000 casquillos percutidos de al menos cinco tipos de armas.
Afuera había cuatro cuerpos. Los marinos, cautelosos y con las armas listas ante cualquier imprevisto, recorrieron las inmediaciones y encontraron a otros dos hombres heridos, al parecer vivos, que yacían inconscientes.
En el interior de la casa solo había un cuerpo con solo dos tiros, uno en la cabeza y otro en el tórax que lo dejaron tendido en el baño de su recámara. Era el cadáver de Don Alejo Garza Tamez, un empresario maderero de 77 años y propietario del rancho San José.
Los elementos de la Marina buscaron más cuerpos en el interior de la vivienda, pero no encontraron ninguno más. Era evidente que había habido un enfrentamiento feroz entre el propietario de la finca y el grupo de hombres que se apostaron afuera, pero costaba creer que una sola persona hubiera sido capaz de causar cuatro bajas ante un convoy de sicarios armados hasta los dientes.
Una inspección por el rancho reveló que en las puertas y ventanas había armas deportivas y casquillos dispuestos, como si alguien los hubiera colocado ahí estratégicamente para tener fusiles disponibles desde todos los ángulos.
De charla amena, “Don Alejo”, como todos lo conocían, era un norteño de cepa que contaba con un amplio reconocimiento y respeto en la comunidad. La finca San José, ubicada en las inmediaciones de la presa Vicente Guerrero, fue el escenario de un acontecimiento que se convirtió en mito por su espectacularidad y heroísmo.
La mañana del sábado 13 de noviembre, un grupo de hombres armados pertenecienes al cártel de “Los Zetas”, llegaron a la propiedad de Don Alejo para comunicarle que tenía 24 horas para abandonar el lugar o, en caso contrario, atenerse a las consecuencias.
Con el paso de los minutos encima, Don Alejo se sentó a meditar qué es lo que haría. Ese mismo día convocó a sus empleados, y con tono grave y enérgico, les pidió que al día siguiente no se presentaran a trabajar.
“¡A los valientes se les respeta!”
A lo largo de todo ese sábado “Don Alejo” se dedicó a juntar sus fusiles y pistolas de caza. De niño practicó la pesca y la cacería, y desde muy joven comenzó a coleccionar armas. Sus allegados lo reconocían como un buen tirador, al que le gustaba cazar palomas, gansos y venados.
En cada puerta y ventana del rancho dispuso un arma, como parte de una estrategia defensiva que convirtió su casa en una especie de cuartel militar. Don Alejo se quedó solo y hasta se puso l pijama.
Poco después de las 4:00 de la mañana del domingo, varias camionetas se estacionaron afuera de la entrada del Rancho. Los pistoleros llegaron disparándo al aire, en un intento por intimidar a los habitantes, pero nadie salió.
De prontó se escuchó el sonido de varias detonaciones que provenían del interior de la casa, y de un momento a otro cuatro sujetos que se encontraban afuera cayeron abatidos. Sorprendidos por esa respuesta inesperada, los delincuentes respondieron con una lluvia de fuego, pero fueron repelidos una y otra vez.
Entonces prcedieron a lanzar granadas, pero aún así se seguían escuchando los disparos desde el interior de la finca. Cuando la refriega terminó, y al fin pudieron entrar a la finca, se sorprendieron que la férrea defensa estuviera encabezada por una sola persona.
Era de madrugada y los pistoleros prefirieron no apoderarse de la propiedad, pues temieron que la intensa balacera hubiera llegado hasta los oídos de las autoridades, cosa que ocurrió minutos despúes.
Era el año 2010 y Tamaulipas era violentamente disputado por los cárteles del Golfo y de los Zetas. La sombra del narco llenaba de temor a la población. Por eso la noticia de la determinación de Alejo Garza se convirtió rápidamente en una de las más impactantes del año.
En las redes sociales fue uno de los temas más comentados y músicos de distintas partes de México le dedicaron corridos a modo de epopeyas heroicas. “¡Ese viejo era valiente y a los valientes se les respeta!”, canta uno de los corridos.
El mito de Don Alejo tuvo tal impacto cultural que el escritor estadounidense Don Winslow noveló el enfrentamiento de Garza con los miembros de los Zetas en la página 531 de su libro El Cártel (2015) y Ricardo Vílbor, guionista de la historia, y Max Vento, autor de las viñetas, publicaron un cómic en francés de 58 páginas titulado Le vieil homme et les narcos (El viejo y los narcos), bajo el sello de la firma editorial Nouveau Monde Éditions.
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