Benito Juárez, conocido también como el Benemérito de las Américas, llegó a la presidencia luego de que el Plan de Tacubaya obligó a Ignacio Comonfort a dejar la presidencia, la cual asumió tras un turbulento periodo en el que Antonio López de Santa Anna estuvo en el poder.
Después de que su predecesor fue forzado al exilio en 1858, Juárez fue designado presidente, ya que el cargo le correspondía al ser presidente de la Suprema Corte de Justicia. Fue hasta junio de 1861, tras sobrevivir a la Guerra de Reforma, que el oaxaqueño ocupó la silla presidencial por la vía electoral.
El cuatrienio de Juárez se vio interrumpido con el Segundo Imperio Mexicano (1863-1867). Sin embargo, su periodo al frente del país no terminó entonces, sino que resultó reelecto dos veces más: en el proceso electoral de 1867, que se llevó a cabo tras el fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo, y en el de 1871.
Tanto en 1867 como 1871 Juárez tuvo oposición por parte de Porifirio Díaz, quien antes de que llegara a la presidencia y de que se reeligiera nueve veces, se mostraba como un férreo enemigo de la reelección.
La primera reelección del oaxaqueño no fue cuestionada, salvo por Díaz, según mencionó el académico J. Jesús Gómez Fragoso en su artículo La Sucesión Presidencial, en el que se menciona también que la situación fue distinta la segunda vez.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM), Juárez advirtió que Díaz tenía posibilidades de ganar fácilmente las elecciones si contendía únicamente contra Sebastián Lerdo de Tejada, por lo que se registró como candidato una vez más.
En noviembre de 1871 la oposición contra este reelección fue más fuerte por parte de Díaz, quien en ese año publicó el Plan de la Noria, llamado así por haber sido promulgado en una hacienda con ese nombre. También encabezó un movimiento organizado por él, el cual dio lugar a un movimiento armado que se conoció también como Revolución de la Noria.
El Plan de la Noria, proponía, a grandes rasgos, la destitución de Benito Juárez, con el argumento de que su reelección violaba el espíritu y la letra de la Constitución de 1857. A raíz del pronunciamiento de Díaz, otros militares se fueron uniendo a su causa en diferentes partes del país, esto por el descontento que les producía lo que consideraban un afán de Juárez para mantenerse en el poder de por vida.
La postura de Díaz también contó con el apoyo de Sebastián Lerdo de Tejada, presidente de la Suprema Corte de Justicia, y reciente candidato a la presidencia, compitiendo con Juárez y con Díaz. El gobierno de Juárez no dudó en enfrentar las sublevaciones, e Ignacio Mejía, titular del Ministerio de Guerra, desplegó con éxito varios frentes que contuvieron a los sublevados. Algunos levantamientos resistieron más que otros.
El alzamiento militar se controló de manera rápida, y Juárez fue reelecto para un tercer periodo presidencial. Esto provocó que se le acusara de haber fraguado un fraude con las elecciones.
Aún así el ánimo en las elecciones de aquel año fue visiblemente distinto al proceso anterior, según reportó la prensa de la época. En un ejemplar del periódico Siglo XXI se pudo leer: “Fue un día lúgubre en la Ciudad de México. Por todas partes se encontraba el aparato de la fuerza; las calles de la ciudad eran recorridas por patrullas; el aspecto de la ciudad era el de la plaza armada por un formidable enemigo. Ese enemigo era el pueblo, usando los derechos del pueblo.”
Tras no tener el éxito esperado, Díaz se retiró de la actividad pública al concluir la Revolución de la Noria, y se reincorporaría a la actividad política para ser electo presidente de México en 1876. A pesar de haber iniciado un conflicto en contra de la reelección, él mismo se las arreglaría para ser reelecto nueve ocasiones, siendo el presidente de México que ejerció el poder por mayor tiempo. Su mandato se terminó con el inicio de la Revolución Mexicana.