Cuentan las historias que a los enfermos en ese lugar se les trataba como si fueran un experimento, los pacientes sufrían de crueles tratamientos y se les amarraba a una cama; seguramente los muros de esta imponente edificación fueron testigos de gritos y lamentos. Sin embargo, lo que podría haber sido un tétrico lugar en la época del Virreinato hoy está convertido en el Museo del Pulque de la Ciudad de México.
Sobre Avenida Hidalgo y a unos metros de Paseo de la Reforma se alza la antigua construcción del hospital San Hipólito, “el primero para dementes que hubo en América”, según dice la pequeña placa junto a una puerta que da cuenta del pasado de este lugar, imperceptible para quienes transitan alrededor, en medio del bullicio de comercios, paseantes y vendedores ambulantes.
El historiador mexicano Germán Camacho, egresado de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán, compartió con Infobae México información exclusiva referente a la creación de este inmueble, que actualmente es utilizado como parte del Museo del Pulque, salón de fiestas San Hipólito y con pequeños comercios como cafeterías y panaderías.
La idea de crear el centro de enfermedades mentales San Hipólito fue traída durante el siglo XVI por mentes españolas, fue la primera sede inaugurada en toda América Latina y perduró hasta 1910, antes de que estallara la Revolución Mexicana.
Se trató del primer manicomio construido legalmente en América, y se fundó durante el siglo XVII, sin embargo no se completó en una sola exhibición; la corona española les concedió un permiso para construir junto a la iglesia.
Bernardino Álvarez fue el encargado del proyecto y lo llevó a cabo bajo la orden medicante conocida como Los Hipólitos, gracias a ello fue adorado como un santo. Posteriormente, invitó a terceros con la única condición de construir su propio cuarto, terminando de construirse en 1602, es decir 38 años después de su apertura.
El español se reivindicó con la creación de la institución mental, puesto que era asesino, jugador y apostador, cuando su madre falleció se convirtió en el heredero de una gran cantidad de dinero, mismo que decidió utilizar para poder “hacer algo por la humanidad”.
Gracias a sus conocimientos en tratamientos generales y cirugía optó por ayudar a personas con enfermedades mentales, ya que en ese entonces no existía medicina orientada a la psiquiatría, de tal forma que aceptaba individuos como mendigos, viejitos, trabajadoras sexuales y cualquier persona que considerara tener un padecimiento mental.
Sus instalaciones fueron construidas cuarto por cuarto, en su interior cuenta con grandes varillas que sostienen los techos, pisos de madera, escaleras de metal y ventanales enormes que permiten ver toda la calle, además en su estructura tiene presente elementos característicos de la época colonial.
La iniciativa fue apoyada por Bula Papal y el Virrey de ese entonces le habría concedido el terreno que se encontraba a un costado de la Iglesia de San Hipólito. En ese momento había problemas de fe en la Ciudad de México, debido a la violenta transición del paganismo al catolicismo o cristianismo.
El lugar comenzó funcionando como un manicomio, orfanato, hospital y todo lo relacionado con el uso de la medicina. A pesar de que en la actualidad se busca que los pacientes sean tratados con dignidad y respeto, en ese entonces los enfermos eran tratados con crueldad y como experimentos.
Hoy en día se conoce que el padecimiento de aquellas personas se trataba de esquizofrenia, sin embargo en esa época a los enfermos se les amarraba a una cama y los dejaban desnudos para poder evitar que se hicieran daño, ya que no se contaba con herramientas como las camisas de fuerza.
A los trabajadores del lugar no les agrada quedarse hasta tarde y mucho menos estar solos por la noche, ya que aseguran que se sienten presencias, se escuchan cosas y en ocasiones se llegan a escuchar gritos y sollozos desgarradores.
Los principales sujetos con los que experimentaban eran niños, los trataban con diversas hierbas, puesto que se creía que algunas de ellas podían llegar a curar enfermedades y en el siglo XIX el recinto fungió como centro de prácticas para los médicos.
La parte que a la fecha es utilizada como salón de fiestas servía como parte del área común, la cual estaba dividida en tres partes:
- Enfermos mentales agresivos.
- Médicos generales.
- Especialistas en tuberculosis, mismos que estaban lo más apartados posible de los demás usurarios para evitar la propagación de contagios.
Mientras que en el teatro se adoctrinaba a las personas, por tal motivo el lugar fue reconocido en España y el Vaticano. A lo largo de su existencia ha sufrido tres incendios, se reconstruyó a principios y finales del siglo XVIII, el último de los incidentes tuvo lugar durante los 90.
Dejó de dar servicio cuando se creó el manicomio La Castañeda, puesto que por orden de Porfirio Díaz se reubicó a los enfermos en el nuevo centro y de ahí se dio el boom de los manicomios en el territorio.
Se convirtió en museo hace casi 10 años y antes fue una de las cafeterías más sonadas “La hostería del bohemio”, misma que duro 40 años en funcionamiento, tuvieron que venderla porque no pudieron cubrir el costo del mantenimiento del inmueble y a partir de ahí comenzó a tener varios giros económicos.
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