Una investigación hecha por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) junto con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) reveló que los pueblos de América y Europa se guiaban mayormente por el pensamiento mágico en el siglo XVI.
De acuerdo con los arqueólogos, la adivinación era un factor esencial que regía la vida del México prehispánico y virreinal, ya que este tipo de prácticas tuvieron gran influencia en la confrontación de los mexicas, españoles y otros pueblos indígenas.
Tanto los mexicas como los hispanos creían en los presagios. “La humanidad siempre tiene la necesidad de adivinar, de saber qué pasará en el futuro, señaló el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma en el Seminario de Cultura Mexicana.
Una de las prácticas más comunes en la época prehispánica era que se contaba con un calendario ritual de 260 días, llamado tonalpohualli que se utilizaba para adivinar el futuro de los recién nacidos. Los encargados de leer el destino eran llamados tonalpouhqui, quienes podía modificar los designios de los dioses.
“Si un niño tenía la mala fortuna de nacer en un día 2-Conejo, el cual le asignaba el carácter de borracho empedernido, había la posibilidad de diferir su ceremonia de bautismo, de modo que esta ocurriera en una fecha con una combinación más favorable”.
Otra de las cosas que se solían hacer además de los calendarios adivinatorios era mecatlapohua, que consistía en contar los nudos de un cordel o diversos objetos, ya que esto era un recurso para adivinar si la muerte estaba cerca o lejos.
De acuerdo con el Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, las sociedades prehispánicas estaban completamente regidas por la adivinación que permeaba en el ámbito religioso y también en el ámbito ritual.
En algunos textos históricos se menciona que los mercaderes mexicas antes de salir a cualquier expedición primero buscaban saber cuál era la fecha más adecuada para su viaje, y también la que era más propicia para regresar a la ciudad, todo basándose en el calendario de los 260 días.
De acuerdo con relatos del fraile dominico Durán, a finales del siglo XVI los antiguos pobladores sembraban y cosechaban en función de la predicción, pues este tipo de prácticas abarcaban varios ambitos de la vida cotidiana.
La adivinación también servía para usos terapéuticos, ya que antes de curar cualquier mal se necesitaba descubrir cuál era la causa de la enfermedad, que podría ser a consecuencia de una brujería o el castigo de alguno de los dioses.
De acuerdo con un artículo de Más de México, los adivinos le echaban el maíz a una persona para saber si se curaría una enfermedad. Esto lo hacían sentándose frente a la persona y luego prendían en una vasija de barro goma de copal.
Despúes se juntaban 20 granos de maíz y dependiendo de la posición en los que los granos quedaban acomodados al echarlos sobre una tela se podía saber si la persona con el padecimiento iba a estar bien o ya no se curaría.
“Si los granos apuntaban hacia el este y se podía trazar una línea sin que ésta tocase ninguno de los granos partiendo a la mitad el conjunto, se curaría; si por el contrario, se arremolinaban formando un hueco, quería decir que en ese hueco el enfermo sería enterrado pues moriría”.
Las referencias sacadas del libro La brujería en el México Antiguo de Eduard Seler, también menciona una forma de adivinación con culebras para descubrir si una persona era culpable de robo, pues se ponía al animal dentro de una vasija y dependiendo de su actuar se determinaba la culpabilidad.
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