Un tercio de nuestras madres, hermanas, hijas, esposas, colegas o amigas, podrían morir por un mal del corazón en algún momento de su vida, ya que las enfermedades cardiovasculares son responsables del 35% de las muertes anuales de mujeres a nivel mundial, lo que representa más que todas las formas de cáncer combinadas, de acuerdo a la Federación Mundial del Corazón.
De acuerdo a información de este organismo mundial, las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte en el mundo, con más de 18.6 millones de decesos en población adulta al año, de los cuales el 80% se debe a enfermedades coronarias como el infarto al corazón, la insuficiencia cardiaca y los accidentes cerebrovasculares.
En ese sentido, una de las causas de complicación y muerte cardiovascular poco conocidas es la insuficiencia cardiaca, enfermedad donde las mujeres tienen un riesgo 20% más alto que los hombres de desarrollarla o de morir dentro de los cinco años siguientes al diagnóstico de la enfermedad. Es una enfermedad grave, crónica y progresiva en la que el músculo cardíaco no puede bombear suficiente sangre y oxígeno para satisfacer las necesidades del organismo; es decir, el corazón no puede seguir el ritmo de su carga de trabajo, manifestando en quien lo padece síntomas como como dificultad respiratoria, tos, cansancio, hinchazón de pies, tobillos, piernas o abdomen, y aumento de la frecuencia cardiaca.
La Federación Mundial del Corazón estima que la insuficiencia cardiaca afecta a 38 millones de personas en el mundo y en la mayoría de los casos, se presenta posterior a la aparición de una afección cardiaca, como enfermedad coronaria, trastornos de las válvulas y músculo cardiaco, o posterior a un infarto al corazón. Es importante comentar que este padecimiento es de alta prevalencia en la población mundial, si bien el 50% de los casos que se presentan son en población femenina, este riesgo aumenta con la edad, llegando a ser más frecuente en las mujeres que en los varones a partir de los 70 años, lo cual se explica por la aparición tardía de las enfermedades del corazón dado el efecto cardioprotector que brindan los estrógenos en la edad reproductiva.
“Es una realidad que el riesgo de muerte en los pacientes con insuficiencia cardiaca aumenta con cada ingreso hospitalario. Hoy, con la nueva terapia, tenemos una alternativa médica que busca la mejora de los resultados en todo el espectro de pacientes con insuficiencia cardiaca, contribuyendo a reducir el riesgo de muerte de millones de personas con este padecimiento”, apunta la Dra. Álvarez Sangabriel. Si bien, a medida que una persona envejece el corazón va perdiendo eficacia en su capacidad de bombear sangre, son los factores de riesgo relacionados con el estilo de vida como fumar, tener obesidad o sobrepeso, comer alimentos ricos en grasas y colesterol, y no realizar ejercicio, así como condiciones en el género femenino como el embarazo y la menopausia, o presentar diabetes e hipertensión arterial, las principales condicionantes para incrementar la posibilidad de desarrollar insuficiencia cardíaca.
La especialista destacó que la insuficiencia cardiaca no tiene cura, pero con un diagnóstico oportuno, el tratamiento específico adecuado y cambios en el estilo de vida, los pacientes pueden vivir de manera plena y activa, con posibilidad de recuperar su vida familiar y profesional. Por otra parte la Dra. Amada Álvarez Sangabriel, médica encargada de la Clínica de Insuficiencia Cardiaca y Trasplante Cardiaco del Instituto Nacional de Cardiología comentó: “A pesar de las terapias existentes para tratar esta enfermedad, la insuficiencia cardíaca es la principal causa de hospitalización en el mundo y su índice de mortalidad sigue creciendo, siendo necesario contar con más opciones de tratamiento que mejoren los resultados, reduzcan los ingresos hospitalarios, e incluso cubran necesidades médicas no satisfechas”.
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