Desorganizado, precipitado y mal ejecutado. El 17 de octubre de 2019 en Culiacán, Sinaloa, el Ejército mexicano no midió las consecuencias y terminó doblegado ante un Cártel de Sinaloa que mostró una gran capacidad de organización y reacción inmediata.
Los más de treinta efectivos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y Guardia Nacional no habían terminado de rodear la residencia marcada con el número 2403 de la calle José Muro Pico, en el sector Tres Ríos, donde se encontraba Ovidio Guzmán López, el hijo del Chapo, cuando una legión de jóvenes al servicio del cártel ya estaba preparada para tomar por varios frentes la capital sinaloense.
El operativo no solo se realizó en la ciudad sede del Cártel de Sinaloa, sino en uno de los centros logísticos más importantes para sus operaciones y sin pleno entendimiento de la capacidad de respuesta de su gente. Según el reporte oficial de la Sedena, la ruta de escape que tenían planeada hacia el aeropuerto, ubicado en el suroeste de la ciudad, una vez que tuvieran asegurado a Ovidio Guzmán, era tomar la calle Diego Rivera y luego la avenida Enrique Sánchez Alonso. Luego cruzar el río Tamazula y llegar hasta Blvd. Pedro Infante. De ahí seguirían por toda la avenida hasta calzada Aeropuerto
Estrategia fallida
Apenas era la hora de la comida y ya se habían reportado los primeros militares heridos. Tampoco había pasado mucho tiempo desde que los efectivos habían asegurado a Guzmán López cuando un grupo de pistoleros ya tenía rodeada la casa donde había sido apresado su jefe.
Lo mismo ocurrió a gran escala: los sicarios se posicionaron en varios puntos estratégicos (puentes) de la ciudad, bloquearon los accesos con autos a los que les prendieron fuego y en un mismo perímetro cercaron a soldados, agentes federales y a la población de Culiacán. Los conocimientos logísticos y tácticos cambiaron los roles en cuestión de minutos: los captores terminaron siendo los capturados.
“También la geografía de Culiacán aportó su parte: una y griega fluvial que forma tres ríos y divide la ciudad en áreas unidas por puentes donde formaron círculos de violencia y áreas de defensa. Tres ríos y dos fuegos con la población atrapada en medio”, escribió el novelista y autor de libros como Lady Metralla y Narcocuentos Juan José Rodríguez.
Que se trató de una pobre planeación por parte de la Sedena está claro, pues no pudieron extraer al objetivo prioritario (Ovidio) a pesar de que ya lo tenían capturado, así lo aseguró a Infobae México el consultor de seguridad y Fuerzas Armadas, Alexei Chévez Silveti.
En el reporte oficial de la Sedena se detalló que la institución desplegó aeronaves antes y mientras sucedían las agresiones, pero la extracción de Ovidio, como se detalló en el reporte, planearon hacerla por tierra.
“No utilizaron los helicópteros que, por ejemplo, usa mucho la Marina, como en la detención de Caro Quintero. Planearon una extracción por tierra, que a todas luces se volvió imposible. Fue una mala planeación que devino en algo que los terminó superando. Definitivamente hay una parte de culpa por parte de Sedena por no incorporar técnicas y tácticas defensivas”, explicó en entrevista.
El consultor subrayó que buena parte de la fuerza del crimen organizado se fue directamente con la población, pero sobre todo contra objetivos militares de la región. “Hay que recordar que lo que devino del mal operativo en Culiacán fue precisamente la amenaza de atacar objetivo civiles dentro de instalaciones de la Sedena”.
Según los informes del Ejército mexicano, a las 15:50 horas de ese día se reportaron “vehículos con gente armada” rodeando las bases militares de operaciones en Cosalá, Costa Rica y El Fuerte. Poco más de una hora después, se registraron agresiones a instalaciones y fuerzas militares en distintos puntos de la ciudad, así como “despojo y quema de vehículos civiles” y la fuga masiva de 51 presos del penal de Aguaruto.
Los pistoleros rodearon una unidad habitacional militar y amenazaron con ejecutar a las familias de los soldados. Para que se cumplieran sus exigencias, tomaron como rehenes a ocho efectivos. Todo esto mientras un Ejército de entre 700 y 800 civiles armados, la mayoría de ellos jóvenes, hacía retroceder a punta de plomo a más de 350 efectivos de las fuerzas del orden público en diferentes puntos de la capital sinaloense.
Fuego contra fuego
Para Chévez Silveti no hay que impresionarse o dejarse llevar por el nivel de fuego que demostró el Cártel de Sinaloa aquel “Jueves Negro”, pues si bien superaban en número a las fuerzas federales, hay que recordar que su armamento es “a todas luces inferior” comparado con el del ejército. Lo que sí causó desconcierto, apuntó, fue la incapacidad, y sobre todo las directivas de cómo abrir fuego de los soldados mexicanos, que impidieron que respondieran.
“Nos dejó perplejos, con una impresión de indefensión. Para muchos de nosotros, sobre todo los habitantes del norte del país, nos dejó una imagen de indefensión porque siempre habíamos creído que las fuerzas armadas eran nuestro último punto de contención contra estas organizaciones criminales. Pero cuando estos cárteles doblegan al Ejército de esa manera... ¿Ahora quién podrá defendernos?”.
La táctica y logística militar que utilizó el crimen organizado en Sinaloa se había visto varias veces en el pasado, aunque casi de manera específica en Jalisco, sobre todo con los bloqueos y las quemas de vehículos, explicó el especialista. De hecho, refirió, se desarrollaron procedimientos en las fuerzas del orden para evitar este tipo de sucesos y volverlos ineficientes.
Sin embargo, todo parece indicar que ni el Ejército esperaba que el Cártel de Sinaloa replicara dichas tácticas, incluso cuando ya se habían visto eventos similares en Tamaulipas con la detención de “El Huevo” Treviño, y en la misma Ciudad de México con el abatimiento del fundador del Cártel de Tláhuac, Felipe de Jesús Pérez Luna, alias “El Ojos”.
“Fueron muy eficientes al realizar esto, pero también fueron muy contundentes, porque una de las estrategias que tenía Jalisco era de salir en vehículos pequeños y a través de motocicletas secuestrar los camiones quemados y huir, no plantarle cara a las instituciones de la ley. Vimos las imágenes de los sicarios abriendo fuego. Tomando posiciones de combate y recuperando la calle”, dijo Chévez.
Muchos analistas criticaron el hecho de que las fuerzas armadas llevaran a cabo el operativo para detener a Ovidio Guzmán a plena luz del día, cuando la población de Culiacán se encontraba en las calles, pero para Alexei Chévez dicha determinación del Ejército pudo haber dependido de circunstancias que solo así lo permitían.
“Los operativos no se diseñan con base en si es de día o de noche. Se diseñan con base e el elemento sorpresa y de que el objetivo esté en en su lugar. Si en ese momento estaba el objetivo, pues en este momento había que hacerlo. Había una ventana de oportunidad que tenían que tomar en ese instante”, refirió.
En caso contrario, si el objetivo llevaba varios días ahí y decidieron hacerlo de día, entonces sí cabría interpretar una decisión absurda. “Yo quisiera creer que lo hicieron con base en información de inteligencia”.
“Definitivamente el área que manejaron ellos, los círculos concéntricos de seguridad que manejaron, se rompieron. Fue un error que permitiera el segundo círculo fuera penetrado por estas organizaciones criminales. Y el método de extracción que estuvo planeado por tierra definitivamente en una ciudad controlada por ellos no fue la decisión más acertada, sobre todo porque ya que lo vez con las imágenes satelitales hay varias áreas cerca de donde estaba la casa del objetivo prioritario donde pudieron haber descendido uno o dos helicópteros. Definitivamente perdieron el momentum y pasaron a la defensiva”.
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