Durante la época colonial se presentó uno de los incendios más aparatosos en la Ciudad de México, en lo que actualmente se le conoce como Zócalo Capitalino, el incidente tuvo lugar durante el año de 1692, en lo que en aquel entonces se conocía como Plaza Mayor.
En la época colonial un incendio era un acontecimiento el cual ponía en alarma a los habitantes, puesto que las campanas de las iglesias y de los conventos realizaban toques lúgubres, a lo que las personas reaccionan de formas exageras corriendo despavoridas por las calles.
Ese tipo de fenómenos ponía en movimiento a las autoridades y a los frailes, por un lado la primer parte llegaba inmediatamente para intentar sofocar el fuego, entre ellas en ocasiones se aparecía el Virrey. Mientras que la segunda parte que estaba conformada por la guardia era quienes impedían que las personas curiosas se acercaran al lugar, con el fin de poder aislar el incendio y evitar muertes o distracciones.
La Plaza Mayor durante mucho tiempo sirvió como mercado público con puestos de comestibles y venta de ropa, de los cuales una parte se encontraba tapada por petates y la otra por madera, comúnmente se provocaban siniestros por el tipo de material con el que se conformaba su techo.
Sin embargo, durante 1692 tuvo lugar uno de los incendios más importantes del actual Zócalo, pues en aquel entonces llegó a causar estragos en la estructura del Palacio Virreinal, el Ayuntamiento y a las casas del Marqués del Valle.
Durante el 8 de junio de 1692 un motín llegó a las instalaciones del Real Palacio, ya que, durante un año se habrían presentado lluvias excesivas, provocando la pérdida de cosechas de trigo y maíz, además de que el aumento en los niveles de agua impidió el abasto de algunos productos básicos.
A pesar que las autoridades virreinales procuraron el mantener abastecida la alhóndiga por medio de surtir la demanda de maíz con otras marcas, no fue suficiente. La hambruna se mezcló con la inconformidad de la gente, mayormente entre la población indígena, ya que, se proyectó más el resentimiento hacia los españoles, en especial contra las autoridades peninsulares y el Virrey.
En esas fechas se llevó a cabo la festividad religiosa del Corpus, en la que se congregaron cientos de personas en las inmediaciones de la Plaza Mayor, donde comenzaron a arrojar piedras al Palacio Real. La guardia se habría defendido del ataque; sin embargo, la multitud creció y les prendieron fuego.
Posteriormente se dirigieron al edificio del ayuntamiento, en la sede de Gobierno de la Ciudad y a la habitación del Corregidor, a los que también incendiaron; dicha confusión fue aprovechada para emprender el destrozo de las tiendas de la plaza para saquearlas y luego incendiarlas.
Sacerdotes y religiosos intentaron calmar los ánimos sin éxito alguno, al finalizar hubo un saldo de varios muertos, más otros que fueron abatidos por un cuerpo organizado de autoridades. A pesar del incendio de Palacio, las damas de la virreina que quedaron dentro fueron rescatadas y nada sucedió al virrey conde de Galve ni a la virreina pues se encontraban en el convento de San Francisco al momento del motín.
Al día siguiente el Virrey se presentó en la Plaza Mayor y enseguida comenzaron las indagaciones para procesar a los culpables, que fueron castigados con la pena de muerte o con azotes. El daño al Palacio fue tan extenso, que los virreyes regresaron a vivir a este pasados cinco años de obras.
SEGUIR LEYENDO: