La desaparición de los 43 normalistas de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa que este 26 de septiembre cumple ocho años, ha dejado heridas produndas entre los familiares y compañeros, quienes continúan exigiendo justicia por la noche violenta perpetrada, en parte, por las fuerzas de seguridad del Estado en 2014. Pero esta es la otra historia de varios de los sobrevivientes que lograron escapar de ese fatídico destino pero que también los ha marcado para toda su vida.
Durante estos años, en el que el misterio del destino de los estudiantes sigue sin resolverse, los sobrevivientes han hablado de la poca confianza que le tienen al Gobierno federal para averiguar quién fue el responsable de los hechos ocurridos en la ciudad de Iguala, Guerrero.
“Ayotzinapa demuestra la facilidad del gobierno para armar teatros”
Omar García Velásquez contó en 2016 a BBC Mundo en Londres, Reino Unido, la incapacidad que tiene el gobierno mexicano para realizar las investigaciones correspondientes.
”Ayotzinapa demuestra la incapacidad del gobierno mexicano para realizar investigaciones y la facilidad que tiene para armar teatros y telenovelas para el público”
García Velásquez llegó en el 2016 a Reino Unido para reunirse con el líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, y recordar la tragedia ante el Parlamento británico.
Según relató en su charla con la BBC Mundo, el 26 de septiembre de 2014 se encontraba en la escuela Normal Rural de Ayotzinapa, donde estudiaba, cuando recibió una llamada a las 9:00 de la noche para informarle que sus compañeros, quienes salieron rumbo a Iguala, habían sido atacados por la policía y ”había un muerto”.
De acuerdo con el normalista, alrededor de 90 estudiantes habían ido a la ciudad con una sola intención: tomar varios autobuses de ruta para poder ir a Ciudad de México (CDMX) el 2 de octubre y participar así en la marcha que conmemora una masacre ocurrida en 1968 en Tlatelolco.
“A eso habían ido a Iguala, a nada más”
Tras conocer lo ocurrido, Omar García se organizó con otros compañeros para ir a Iguala e investigar lo que estaba ocurriendo; una vez allí, los sobrevivientes les contaron que la policía los había perseguido por las calles de la ciudad, dispararon a los autobuses y finalmente los interceptaron: “Los bajaron a todos, los golpearon y luego los subieron a las patrullas”.
Fue en ese momento, indicó el estudiante, cuando le perdieron el rastro a los 43 normalistas.
“Cuando llegamos a Iguala convocamos a la prensa, para que tomaran nota y fotografías de la escena (...) Temíamos que la policía volviera a recoger los casquillos percutidos de las armas para borrar las evidencias. Pero con la prensa allí nos sentimos muy tranquilos, pensamos que no podía pasar ya nada”, relató.
No obstante, señaló que hacia la medianoche comenzó, una vez más, la balacera: “Nos tiramos al suelo, algunos nos cubrimos bajo los coches o tras los postes. Y otros corrieron, cada quien por su lado”.
Fue allí, contó, donde mataron a dos de sus compañeros, Daniel Solís Gallardo y Julio César Ramírez Nava. “A Julio César Mondragón Fontes se lo llevaron”, y al día siguiente su cadáver fue encontrado sin rostro, se asumió que lo habían desollado, pero las autoridades dijeron que fue la fauna local que carcomió sus heridas ensangrentadas de esta área.
Sobre este ataque armado, García Velásquez reconoció que no vio a los autores, ni tampoco puede afirmar que participó la policía.
“Eran las doce de la noche y estaba oscuro. Solo podíamos ver los destellos de las armas que nos estaban disparando. Y lo único que quieres en ese momento es correr”, manifestó.
No obstante, dijo con seguridad al medio que tiene claro quién es el responsable de lo sucedido la noche del 26 de septiembre: “Fue la policía la que actuó esa noche, al mando de autoridades civiles, de autoridades municipales coordinadas con otras fuerzas del orden”.
“Sabemos que muchas instituciones están infiltradas por el narco y que en muchos lugares es el narco el que manda. Pero todo eso es responsabilidad del Estado, por no tener filtros, por no tener lo que deba tener para evitarlo”
“Lo primero que pensé fue en mi mamá, se va a poner mal”
La balacera de la madrugada del 26 de septiembre cambió radicalmente la vida de Édgar Andrés Vargas, estudiante de tercer año de la escuela normal Raúl Isidro Burgos en 2014, pues tras ella, hasta el 2019 recibió cuatro cirugías de alta intervención y muchas más menores por la bala que impactó en la cara.
Andrés Vargas recordó que la noche del 26 llegó a su habitación uno de sus compañeros para avisar que varios normalistas habían sido reprimidos supuestamente por la policía de Iguala y que necesitaban ir a ayudarlos.
“Éramos pocos los que estábamos en el plantel y fuimos a apoyar. Cuando llegamos vimos que había camiones con los vidrios destrozados y con balazos”, explicó.
En el lugar comenzaron a escucharse balazos, lo hizo que el joven y sus compañeros se tiraran al suelo.
“Me arrastré hasta que me encontré con mis amigos, quienes me dijeron que algo me había pasado en la boca. No sentí nada; sin embargo, vi mi playera y estaba toda manchada de sangre. Al poco rato no podía hablar. La sangre seguía cayendo de mi boca y me costaba trabajo respirar”, relató a El Universal.
Agregó para El Sur de Acapulco que “lo primero que pensé fue en mi mamá. Se va a poner mal. Lo que hice fue caminar. Lo primero que uno piensa es que está soñando. Pero no, no era sueño. Vi a un compañero que estaba levantando la mano. Era uno de los que murieron esa noche”.
Dos horas después de que le dispararon, un profesor lo acompañó a la clínica más cercana, pero por la pérdida de sangre escuchaba las voces distorsionadas.
“Cuando empezaban a curarme en el hospital, no podía respirar y debido a eso me hicieron una traqueotomía, fue muy doloroso, porque luego se me tapaba y me metían una manguerita, sentía que como me ahogaba, fue algo muy feo. Ahora ya que estoy a mejor, porque las prótesis del maxilar han respondido bien en la boca, los doctores me dijeron que estoy en la recta final de la recuperación”.
Tras la intervención médica en septiembre del 2014, Édgar Andrés Vargas se ha realizado tres operaciones en la boca y otras más en una de las rodillas, donde los médicos le extrajeron un pedazo de fémur para la reconstrucción del maxilar.
Aldo Gutiérrez, uno de los sobrevivientes olvidados
Hace ocho años, la noche del 26 de septiembre, Aldo Gutiérrez Solano recibió una bala en la cabeza que le perforó el cerebro, lo que lo dejó en cama de forma permanente.
Y es que la noche que desaparecieron los 43 normalistas de Ayotzinapa, la policía baleó un autobús al que él y otros estudiantes se habían subido.
Hasta este 2022, el joven continúa en estado de coma, mientras sus padres y 13 hermanos se mantienen a su lado en el hospital, midiendo su recuperación según sus sonidos y micromovimientos involuntarios.
“El sufrimiento es muy grande (...) Todavía no entendemos cómo nos sucedió esto, por qué le pasó esto a nuestra familia. ¿Cómo es que podemos tener un gobierno que le dispara a sus propios ciudadanos?”, dijo Leonel, su hermano de 37 años, a El País en 2016.
Los médicos, contó al medio, consideran sorprendente que haya sobrevivido todo este tiempo; sin embargo, creen que las posibilidades de que se recupere de este coma son mínimas.
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