La celebración del Día de la Independencia es uno de los días festivos más significativsos del mexicano en la que se exalta el nacionalismo y se recuerda a los heroes que iniciaron, continuaron y finalizaron uno de los procesos decisivos del país: su indpendencia de la corona Española.
Y con cada año que pasa se revive el momento en el que el cura Miguel Hidalgo llamó a las personas a alzarse en amras en contra de las autoridades virreinales, lo que desencadenaría en una guerra de 11 años.
Así, cada jefe del ejecutivo a nivel federal, estatal y local arman su jolgorio con música, pirotecnia y el clásico grito con las campanadas durante las noches del 15 de septiembre, aunque en realidad se llevaban a cabo el 16 y sin grito.
Esta fecha sin embargo, fue considerada desde un inicio, aún cuando la victoria no estaba completamente clara, como una de las más importantes. Tanto así que de forma temprana se llevaron a cabo celebraciones para conmemorar aquel día.
Los primeros festejos
La primera celebración de la que se tiene registro, de acuerdo con el historiador y cronista Luis González Obregón, se llevó a cabo tan solo a dos años del inicio de la lucha armada y un año después de que se hubiera ejecutado a los primeros caudillos.
Pues en su libro México viejo: noticias históricas, tradiciones, leyendas y costumbres, señala que la primera celebración de la que se tiene registro fue apenas dos años después de iniciada la lucha: 1812.
Esta se llevó a cabo por el General Ignacio López Rayón, quien encabezó la presidencia de la Junta de Zitacuaro, en la ciudad de Huichapan, actualmente en el estado de Hidalgo, quien lo anotó en su diario de operaciones militares.
La celebración inició desde la mañana del 16 de septiembre con “una descarga de artilleria y vuelta general de esquilas”. Además de que se había anunciado por medio de un bando que se debía iluminar y adornar las calles.
La oficialidad y la tropa acudieron después a una misa de gracias “y al tiempo de ella hizo salva la artillería y la compañía de granaderos”, relata. Y a las 12 se llevó a cabo una serenata con diferentes piezas que fueron agrado de todos.
Al año siguiente, el caudillo José María Morelos estableció en los Sentimientos de la Nación que “se solemnice el día 16 de septiembre todos los años, como el día aniversario en que se levantó la voz de la independencia y nuestra santa libertad”, aunque esto cambiaría en 1843, cuando se cambió al 15 de septiembre.
De hecho, el historiador señala que ese mismo año, 1813, se publicó un artículo en el Correo del Sur: “Rapto del entusiasmo patriótico de un americano en el feliz aniversario del 16 de Septiembre de 1810″. Aunque destaca que es la única información disponible del evento.
Sin embargo, la celebración de la independencia no adquirió su oficialidad hasta consumada la independencia durante el breve Primer Imperio Mexicano encabezado por Agustín de Iturbide.
Pues en 1822 se emitió un decreto por el que el Congreso Constituyente del Imperio Mexicano señaló que el 16 de septiembre sería uno de los días destinados para “honrar la memoria de los primeros defensores de la Patria”.
Esta sería más o menos similar a la que se dio en 1812, con “salvas de artilleria y misa de gracias, á la cual deberá asistir la Regencia con las demás autoridades, vistioendose la Corte de gala y usando del ceremonial de las felicitaciones lo que se hará extensivo á todos los lugares del Imperio”.
Curiosamente, la celebración no se llevaría a cabo hasta tres años después de forma oficial. En 1825 sería la primera celebración oficial.
Se publicó un bando “en el que se prevenía que se iluminaran en la noche las casas y casas de la ciudad y se adornasen en la trarde las ventanas y los balcones, con cortinas, flámulas y gallardetes”.
De acuerdo con lo expuesto por González Obregón, se llevó a cabo una misa en la Catedral en la que asistió el Presidente Guadalupe Victoria junto con su comitiva. Después se trasladaron al Palacio Nacional donde se había construido una tribuna.
Ahí se presentó un discurso patriótico y después el primer mandatario entregó a niños huerfanos “de algunas víctimas inmoladas en la lucha Patria” a un preceptor. De igual forma, anunció a los esclavos reunidos su emancipación.
Ese día llovió, pero no fue suficiente para detener el jolgorio, pues en la Alameda se llevaron a cabo bailes de cuerda. Posteriormente en la noche se prendieron fuegos artificiales e iluminaciones.
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