Joaquín “El Chapo” Guzmán, el narcotraficante sinaloense que precipitó su caída por aspiraciones megalómanas, también fue un criminal sin límite en sus ambiciones.
Esa sed de poder fue uno de los factores clave para que el Cártel de Sinaloa se convirtiera, al menos desde la última década del siglo pasado, en una de las organizaciones criminales más poderosas del hemisferio occidental.
Sin embargo, uno de los objetivos que el ahora sentenciado a cadena perpetua nunca pudo alcanzar, es un vasto territorio que se encuentra al otro lado del mar Atlántico.
Todo comenzó en 2008, cuando la punta del iceberg se descubrió en aquel verano. Autoridades de la Interpol detuvieron en el aeropuerto de Guinea Bissau, una pequeña nación de África, una avioneta bimotor con una carga sospechosa que procedía de Anzoátegui, Venezuela.
Pero para sorpresa de las autoridades, aquel cargamento no resultó ser cocaína, como habían sospechado, sino medicinas para el ejército guineano. No obstante, pese al aparente fracaso del operativo internacional, lo que llamó la atención fue la identidad del piloto.
Fue identificado como Carmelo Vásquez Guerra, un ciudadano venezolano que trabaja para el Cártel de Sinaloa y que también figuraba entre los hombres más buscados en el mundo por tráfico de drogas, reveló una investigación del periodista Óscar Balderas para MVS Noticias.
Vásquez Guerra voló por varios años cargamentos de cocaína desde Sudamérica hasta México. Incluso logró escapar de una detención en Campeche.
Fue esa habilidad para traficar drogas por varios países y huir de la policía lo que lo puso en el radar de Guzmán Loera, quien le tuvo la confianza suficiente para encomendarle la difícil misión de conquistar el continente africano en beneficio de los sinaloenses.
Pero aquella detención de Carmelo Vásquez en África representó un duro golpe para las pretensiones del Cártel de Sinaloa, pues con ellos se vieron frustrados sus anhelos de apoderarse del mercado de drogas del segundo continente más grande del mundo.
La llegada de un nuevo actor criminal
En 2013, el presidente de Guinea Bissau dijo al diario británico The Telegraph que el crimen organizado de América Latina —no especificó de qué país— quería incrementar su influencia en África. Sin embargo, no hacía falta especificar: en aquel año, el único cártel con poder para dar ese brinco era el de Sinaloa.
“El Chapo” no lo consiguió. En 2016 fue arrestado definitivamente y su hombre de confianza fue detenido después de que aterrizó en Guinea Bissau. Entonces el mercado de drogas en África permaneció por años bajo el control de mafias locales, como la nigeriana y algunas familias criminales de Asia.
Pero las intenciones de Guzmán Loera fueron retomadas por otro capo mexicano. Un informe del Departamento de Justicia de los Estados Unidos dio cuenta de que Nemesio Oseguera Cervantes, alias “El Mencho”, había ordenado que su organización se hiciera presente en aquel continente.
De acuerdo con los datos del Centro Africano de Estudios Estratégicos, el CJNG utilizó a sus representantes en Ecuador, Colombia, Venezuela, Perú y Brasil para volar cocaína no solo a Guinea Bissau, sino a países vecinos como Senegal, Gambia, Guinea, Cabo Verde y Sierra Leona.
Desde ahí, sus representantes marcan dos rutas. Unos llevan el producto por Mauritiania y Malí hacia Marruecos y hasta Europa, mientras que otros la llevan a países como Ghana, Togo y Burkina Fasso, desde donde se distribuye al oeste, centro y sur de África.
“El CJNG tiene la capacidad de hacerlo porque, en general, los países africanos poseen una buena infraestructura aeroportuaria y carretera, pero instituciones débiles y autoridades corruptas”, precisó Balderas.
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