El 24 de febrero Karina Noemí Velasco Guzmán tenía a su bebé Ivanna de seis meses de nacida, ambas junto a su esposo y padre de la bebé se encontraban en Zhitómir, desde ese primer día de la invasión armada de Rusia a Ucrania. La psicóloga mexicana no ha pensado abandonar el país, decidió quedarse por su familia, pero ha sido testigo de las múltiples vejaciones y asesinatos a civiles y niños, incluso de la edad de su hija.
Este 11 de septiembre se cumplieron 200 días del peor conflicto armado del siglo XXI que el mundo ha vivido y que ha dejado, según cifras de Naciones Unidas, la muerte de 5 mil 718 civiles y 8 mil 199 personas heridas. Entre los fallecidos hay 372 niños.
Velasco Guzmán es psicóloga de profesión y ha relatado en sus redes sociales el asesinato de niños, de médicos, de embarazadas y civiles inocentes, así como los problemas mentales y familiares que conlleva sobrevivir bajo el asedio de un conflicto que pudiera cambiar toda su vida o la de su familia de un momento a otro.
Hace unos días relató lo que parecía un simple juego de niños pero que tenía detrás el horror de lo que los pequeños infantes consideran correcto hacer ante un enemigo: matar.
“Un grupo de niños estaban jugando frente a nuestro edificio, hicieron una especie de erizos como trincheras de madera, pensé que nos iban a pedir el pasaporte o algo, mi esposo les dijo ‘gloria a Ucrania’ pero además nos pidieron pronunciar una palabra que para nosotros significa un pan pero que para los rusos significa fresa, la pronunciación es tan parecida que los rusos no pueden entender la diferencia”, comenzó a relatar.
“Es una situación muy tierna pero a la vez muy triste que los niños crezcan con esta situación, el juego es un reflejo de lo que está pasando, de sus mentes, de lo que estamos viendo, ningún niño debería vivir en esta situación pero esta es la realidad”, añadió Karina, quien lleva dos años viviendo en Ucrania, su ahora patria.
La especialista relató que el último mes ha sido muy complicado para ella mentalmente, porque su esposo aún no tiene trabajo pero con sus ahorros se la han pasado viviendo y enfocándose en su hija quien cumplió un año.
“Estamos bien dentro de lo que cabe, las alarmas siguen, aunque no con tanta intensidad, cuando hay alarma los comercios cierran y tenemos que salir, sabemos todo lo que se ha perdido, todas las vidas, toda la infraestructura, las viviendas, toda la paz, toda la tranquilidad. A él (su esposo) no lo han llamado (a luchar a los frentes de batalla) porque desde el día uno ha habido cientos de voluntarios y eso hace que personas como él se dediquen a cuidar a sus familias, no sabemos qué vaya a pasar pero puede pasar y estamos mentalmente preparados” confesó.
Además contó que un fisioterapeuta muy querido de la familia se encontraba en el frente de batalla lo que le provocaba un sentimiento de preocupación pero al mismo tiempo de gratitud: “entendemos por qué está ahí, la calidad de persona, valiente, decidida, honorable y gracias a ellos seguimos con vida, y gracias a ellos podemos estar respirando un poco de paz”.
“Estoy feliz de estar con vida, de tener a mi familia junta, hay momentos arriba, momentos abajo. En México es verdad que hay violencia pero es diferente, si tú eres una persona que no te dedicas a hacer algo malo las posibilidades que mueras son las mínimas. Pero aquí (en Ucrania) el simple hecho de estar te hace propenso a morir en cualquier momento, hay muchísimos civiles que mueren todos los días. Demasiados daño colaterales, los objetivos han sido directamente los civiles con la finalidad de intimidar, de satisfacer los deseos de poder, no hay otra explicación para la violación de niños, la tortura, esto es una invasión, no una guerra, los ucranianos sólo se defienden”, explicó.
Karina Noemí creció en el pueblo Vicente Camalote, perteneciente al municipio de Acatlán de Pérez Figueroa, en Veracruz, donde permaneció hasta los 18 años. Posteriormente se mudó a Xalapa, donde cursó la carrera de Psicología en la Universidad Veracruzana. También cuenta con un doctorado en investigaciones cerebrales. Durante 10 años aproximadamente, Karina se dedicó a la academia, docencia e investigación, hasta que conoció a Mykola su actual esposo en Oaxaca, cuando él estaba de vacaciones, ahí comenzó su historia de amor.
Hace cerca de dos años, Karina se mudó al país gobernado por Volodimir Zelensky para vivir al lado de Mykola, quien es originario de la región. A pesar de los constantes bombardeos y ataques por parte de las tropas rusas (que no son sólo hacia objetivos militares, sino también hacia civiles, asegura Karina), la profesionista mexicana no piensa abandonar al que considera su segundo país. Razones hay varias: en primer lugar, porque es el país de su esposo, el de su hija y ahora el de ella.
Su esposo Mykola no puede salir de Ucrania, ya que los varones ucranianos de 18 a 60 años no tienen permitido abandonar su país, pues son aptos para enlistarse voluntariamente a las fuerzas militares ucranianas. A pesar de que él no se ofreció para luchar al frente de batalla, Noemí asegura que incluso hay hijos de mexicanos con ucranianos que están tomando las armas para defender la soberanía de su nación.
Si bien Mykola no se ha enlistado para lucha al frente, Karina dice temer por la vida de su esposo. En los momentos de relativa “tranquilidad”, es decir, cuando no son bombardeados o no suenan las alarmas, Karina aprovecha para realizar algunas actividades domésticas como cocinar. Y, si tiene tiempo, toma su celular, se graba y comienza a contar su situación actual.
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