Roberto Batlia Morán, alias El Batlia, El rey de la piedra o El Heisenberg, era policía judicial en la Dirección General de Investigaciones. Sin embargo, cuando fue destituido en el 2000, decidió darle un giro a su vida y entrar en el negocio de la droga.

Con el paso de los años se convirtió en uno de los narcos más buscados de la Ciudad de México, ya que estableció varios laboratorios y puntos de venta en la capital, desde los que le distribuía narcóticos a distintos grupos criminales, desde La Unión Tepito hasta el Cártel de Tláhuac y Los Rodolfos.

Su detención fue anunciada el pasado 31 de agosto como un importante golpe al crimen organizado en la CDMX, ya que fue resultado de un operativo con meses de planeación.

Apenas una semana después de haber sido capturado, El Batlia salió del Reclusorio Norte y quedó en libertad, ya que la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México (FGJCDMX) no pudo sostener las acusaciones en su contra.

De acuerdo con información de El Universal, la Fiscalía capitalina lo habría señalado por los delitos de posesión de armas para uso exclusivo de las Fuerzas Armadas, cohecho y contra la salud en su modalidad de narcomenudeo.

Sin embargo, las autoridades judiciales señalaron que no se contaban con los datos de prueba suficientes para vincular a proceso al Rey de la piedra ni a las otras dos personas que fueron capturadas con él, José ‘N’ y Sara ‘N’.

Por otro lado, las investigaciones de la FGJCDMX habían arrojado que, además de los narcolaboratorios que logró establecer, El Batlia era el encargado de distribuir drogas sintéticas a las cárceles locales.

Estos hallazgos tampoco pudieron ser comprobados por el Ministerio Público de la Fiscalía ante el juez de control durante la audiencia que tuvo lugar el pasado 6 de septiembre.

Según detalló el periodista Antonio Nieto —especialista en crimen y narcotráfico—, El Heisenberg de la CDMX proviene de una familia con un amplio historial en las instituciones de seguridad, pues varios de sus parientes se han desempeñado como policías judiciales.

Después de su defenestración y su incursión en el narcotráfico, aprovechó sus conexiones en las corporaciones policiacas para consolidarse como uno de los intocables de la capital mexicana.

Su principal punto de venta era identificado como “La Cola de las Tortillas”, y se ubicaba en la calle Progreso de la colonia Damián Carmona en la alcaldía Venustiano Carranza.

Ahí desfilaban decenas de personas consumidoras de drogas para comprar piedra o marihuana. La popularidad de este punto de distribución se debía al “crack” que vendía la gente del Batlia por 50 pesos, mismo que muchas bandas delictivas le compraban por mayoreo, desde La Unión Tepito hasta el mismo Cártel de Sinaloa, cuya presencia en la CDMX se ha vuelto cada vez más evidente.

Las pesquisas de las autoridades apuntaron que en “La Cola de las Tortillas” se vendía, aproximadamente, un kilo diario de piedra.

El día que fue detenido, agentes de la Fiscalía catearon tres inmuebles en los que encontraron y aseguraron cocaína, marihuana, un arma de fuego, tres camionetas de alta gama, una báscula gramera y hasta un mono cara blanca.

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