Sonora: por qué el estado con el desierto más grande de México pasó de una intensa sequía a sufrir lluvias torrenciales

Durante el mes de agosto, las fuertes lluvias registradas en el estado de Sonora dejaron múltiples afectaciones para las y los habitantes de la entidad. Desde la suspensión de clases presenciales y hasta la pérdida de ganado o bienes materiales, las torrenciales precipitaciones incluso han cobrado vidas humanas.

Pese a ello, gracias a las lluvias Sonora se encuentra recuperándose de un largo periodo de intensa sequía y calor que previamente habían alertado a la ciudadanía y a sus habitantes, no obstante, el radical cambio climático del estado ha dejado interrogantes que la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se dio a la tarea de responder.

Fue durante los primeros días de septiembre que la Máxima Casa de Estudios en México publicó a través de su Gaceta UNAM el artículo titulado “Sonora, de la sequía extrema a las lluvias monzónicas”, mismo cuya finalidad fue explicar de una forma más digerible a la ciudadanía el fenómeno climático que actualmente atraviesan algunos estados del norte de México.

De acuerdo con datos de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), en Sonora el 87% del agua pluvial registrada durante la temporada de lluvias de este 2022 fue captado durante el fin de semana del 20 y 21 de agosto, lo que implica que tan solo en tres días se acumuló lo equivalente al 90% de lo que cae en todo el año.

Las intensas lluvias dejaron severas afectaciones para las viviendas de las y los sonorenses, sobre todo para los habitantes de las zonas rurales de los municipios de Empalme y Guaymas, quienes tuvieron que ser evacuados ante el inminente riesgo de deslaves e inundaciones.

Dichas circunstancias causaron gran controversia entre la ciudadanía ya que apenas en el mes de julio la misma Comisión Nacional del Agua (Conagua) decretó que Sonora era una de las regiones más afectadas por la emergencia por sequía severa, extrema o excepcional.

Al respecto, el investigador del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático (ICAyCC) de la UNAM, Benjamín Martínez López, explicó que el noroeste del país padeció una sequía bastante fuerte, similar a las que ocurrieron durante 2011 y 2012. Sin embargo, en esta ocasión, las torrenciales lluvias podrían estar relacionadas a una anomalía positiva de la temperatura superficial del mar, es decir, en aguas muy calientes de la corriente de California, el Mar de Cortés, las costas del Pacífico mexicano e incluso el Golfo de México.

De acuerdo con el experto, dichas condiciones aportan muchísimo vapor de agua a la atmósfera, el cual gracias al viento es transportado hasta la zona de Sonora provocando las lluvias extremas.

Cabe mencionar que el investigador del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático (ICAyCC) de la UNAM también señaló que se estima que tanto las sequías intensas como las lluvias torrenciales continúen presentándose con mayor frecuencia como resultado del calentamiento de los océanos.

Un claro ejemplo de ello es el norte de México que ha mostrado tendencias de largo plazo a la baja como en Nuevo León, Chihuahua y Sonora. Sin embargo, puntualizó el académico de la UNAM, es impredecible lo que sucederá más adelante ya que los modelos de circulación general que simulan el comportamiento de los océanos y de la atmósfera están muy lejos de simular correctamente los procesos que dan origen a la precipitación.

“Es necesario analizar a detalle lo que sucede con estos eventos extremos para ver la manera de mitigar los efectos, ya que es un hecho que el planeta está calentándose, hay más vapor de agua en la atmósfera que no se sabe cómo se distribuye, todo depende de la formación de nubes”, afirmó Benjamín Martínez López.

Con dichos precedentes, el el investigador del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático (ICAyCC) de la UNAM instó a la ciudadanía a atender las recomendaciones de Protección Civil de la entidad, así como a no atravesar arroyos, salir de los vehículos para salvaguardar su vida y, sobre todo, evitar construir en caudales de ríos y de cuerpos lacustres secos, porque eventualmente el agua regresa a habitarlos.

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