Niños privados de su libertad: a qué retos se enfrentan los menores que acompañan a sus madres en reclusión

La precariedad del sistema penitenciario nacional y el estigma social al que podrían estar expuestos tras salir de prisión podría incidir de manera negativa en el sano desarrollo de los pequeños que nacen y viven los primeros años de su vida en la cárcel

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Los menores a seis años
Los menores a seis años no pueden ser separados de sus madres, aún estando en reclusión (Foto: Cuartoscuro)

Con estricto apego al Estado de derecho, en México no se puede separar a un niño de su madre hasta los seis años cumplidos, por lo que cientos de mujeres que se encuentran en prisión en diferentes cárceles de la república pasan sus días en compañía de sus bebés, generando una crisis de desigualdad que difícilmente se visibiliza.

En los reclusorios femeniles se implementan diversas medidas para que esta población tenga una situación menos violenta a la que podrían estar expuestos; sin embargo, los recursos invertidos por parte del Estado y la condena social imposibilitan que estos pequeños inicien su vida con las condiciones mínimas deseadas para cualquier infante de 0 a 6 años.

Existen casos ejemplares, como el Centro Femenil de Reinserción Social Santa Martha Acatitla, que cuenta con un Centro de Atención Infantil (Cendi), donde las y los niños reciben atención y clases por profesionales de la salud; sin embargo, el contexto de precariedad plantea, per se, un esquema de desigualdad que difícilmente el menor podría superar sin ayuda externa.

De tal modo que el apoyo familiar y el de colectivos y organizaciones civiles resulta de suma importancia para que las y los niños puedan desarrollarse durante su primera infancia lo más cercanamente posible a un niño que vive con sus padres en libertad. Lo malo es que las mujeres sufren, en promedio, un 70% de abandono familiar una vez que llegan a prisión y, los apoyos externos, aunque apreciados, son escasos.

Es de suma importancia cuidar
Es de suma importancia cuidar los primeros años de desarrollo de las y los niños (Foto : Cuartoscuro/Fernando Carranza García)

Ante esto, Infobae México consultó a Viridiana Camacho, psicóloga educativa egresada de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), quien explicó que este grupo se encuentra en un estatus de suma vulnerabilidad y esto incide en dos aspectos importantes en su vida: su desarrollo adentro de prisión y su desarrollo afuera de ésta, pues a pesar de salir del reclusorio, las niñas y niños podrían vivir con el “estigma social” de ser la o el hijo de una “criminal”.

En primer lugar, la licenciada Camacho López señaló lo bueno que resulta la existencia de un Cendi en un penal como el de Santa Martha; sin embargo, se debe de tomar en cuenta que en los primeros años de vida, es de suma importancia garantizar el desarrollo social y biológico del infante, por lo que no basta con la escuela, sino que se debe de garantizar espacios de sano esparcimiento, libres de violencia y con una alimentación sana y suficiente; de lo contrario, podrían haber consecuencias muy difíciles de corregir.

En cuanto al desarrollo del menor en reclusión, Camacho López dijo que se debe de tomar en cuenta e desarrollo biológico y social, lo cual quiere decir que la niña o niño debe de tener acceso a un entorno libre de violencia, con los recursos necesarios para desarrollar habilidades indispensables para el resto de su vida y, además, una alimentación y condiciones de higiene óptimas.

Explicó que en situaciones de precariedad es más difícil detectar problemas de aprendizaje o de desarrollo intelectual, por lo que el menor podría estar expuesto a carencias de diagnósticos tempranos que acarrearían problemas de convivencia toda su vida.

Y es que a esa edad es cuando se desarrollan habilidades que ocuparán toda la vida, tales como la interacción social, diferentes áreas cognitivas, la motricidad fina, la comunicación o el reconocimiento del medio.

Foto: Cuartoscuro
Foto: Cuartoscuro

Aunque vio como favorable la existencia del Cendi al interior de los penales y que la población materna esté separada del resto, destacó los señalamientos de las internas, que apuntalan a un sistema precario en insumos más básicos como el agua potable, inciden negativamente en las y los pequeños.

Consideró también, en un segundo punto, que una vez que los niños salen de los penales y pasan al proceso de inserción social, lo hacen en una etapa muy madura si se les compara con los bebés que nacieron en libertad. Además, se debe de considerar que probablemente las primeras referencias sociales que tuvieron fueron las de precariedad, pobreza, aislamiento y violencia.

Y son estas cosmovisiones las que podrían dificultar la adaptación de un niño a un entorno tan diferente. Otra cosa que se debe de contemplar es que el señalamiento público del que serían objeto, pues, socialmente, la mujer es más condenada que el hombre y romper con el estereotipo de madre dedicada al hogar, podría impactar negativamente en el desarrollo social del niño.

“Eres el hijo o la hija de una ex convicta”, sería una etiqueta que debería ser tratada por profesionales para lograr entornos de paz para el menor. Asimismo, esto debería de estar acompañado por la familia y la escuela; sin embargo, el abandono de las mujeres en este tipo de circunstancias es mayor que el de los hombres, por lo que se podría dificultar la adaptación del menor. Es decir, los menores que nacieron y/o se desarrollaron durante su primera infancia en algún penal para mujeres deberían de tener un acompañamiento especial tanto adentro de la institución como por fuera.

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