A lo largo de la historia de México se han registrado narraciones terroríficas de asesinos en serie que han logrado acaparar a los medios de comunicación por la sanguinaria forma en la que operan. El primer asesino serial del que se tenga registro, data de finales del siglo XIX.
Se trata de Francisco Guerrero Pérez, mejor conocido como El Chalequero, quien se estimó, asesinó a alrededor de 20 mujeres entre 1880 y 1888. Así como él, en la historia contemporánea se han conocido casos de asesinos seriales en el país que han conmocionado no solo a México, sino en el mundo entero.
Tal es el caso, por ejemplo, de Juana Barraza Samperio, quien sería conocida como La Mataviejitas, una mujer que asesinaba a mujeres de la tercera edad; José Luis Calva Cepeda, conocido como el Caníbal de la Guerrero, pues se presume que devoraba a sus víctimas, que eran sus parejas sentimentales, y vivía en un departamento de la colonia Guerrero, en la Ciudad de México; o más recientemente, a Andrés Filomeno Mendoza, conocido como El Caníbal de Atizapán, un hombre de la tercera edad que es, hasta la fecha, el mayor feminicida serial que se conozca en la historia reciente de México, pues en su casa se encontraron, enterradas, al menos a 17 mujeres, un niño y un hombre. El sobrenombre de “caníbal”, se le dio tras haber confesado que comió carne de sus víctimas.
Sin embargo, en el Siglo XX también se conocieron algunos casos. Uno de los más conocidos e impactantes fue el de Gregorio “Goyo” Cárdenas.
Era mejor conocido como El Estrangulador de Tacuba, y asesinó a cuatro mujeres menores de edad entre agosto y septiembre de 1942. Sus víctimas fueron una compañera de la carrera de ciencias químicas y tres prostitutas. Con ellas, primero tuvo relaciones sexuales, para después ahorcarlas y enterrarlas jardín de su casa.
Su última víctima fue su novia, Graciela Arias, a quien violó en repetidas veces cuando yacía muerta sobre su cama. Estos detalles causaron revuelo entre quienes leyeron la noticia, pues aunque se conocían ejemplos de violencia de género y necrofilia, éstos siempre se relacionaban con individuos semificcionales.
Goyo Cárdenas nació en la Ciudad de México en 1915. El padre de la criminología mexicana, Alfonso Quiroz Cuarón, determinó que Goyo Cárdenas desarrolló su conducta homicida a causa de una encefalitis en su niñez, misma que le provocó una infección en el sistema nervioso central, destruyendo tejido no reproducible.
En su libro El caso del estrangulador, el doctor Quiroz Cuarón relata el caso de Goyo, quien desde muy joven gustaba de torturar animales como pollos y conejos, además de que padecía de enuresis y vivía una relación enfermiza con su madre Vicenta Hernández.
Pese a estas condiciones, demostró tener un coeficiente intelectual muy alto, y fue un alumno destacado desde la educación básica. A los 27 años se encontraba realizando estudios de Química en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y debido a su alto desempeño estudiantil, obtuvo una beca de Petróleos Mexicanos (Pemex) para continuar con su formación académica y colaborar con la empresa paraestatal.
Siempre se resaltó que era un notable estudiante, un empleado rentable, un hijo que cooperaba en los quehaceres domésticos y repartía su sueldo entre su madre, su novia, y Sabina González Lara, una joven con la que se había casado clandestinamente dos años antes de cometer los asesinatos. Se podría decir que Gregorio era demasiado productivo, pues una vez que terminaba su día laboral y sus tareas domésticas, se dedicaba a pintar, tocar el piano, y hacer experimentos químicos.
Confesó sus crímenes luego de que su madre lo internara en un hospital psiquiátrico.
Cuando estuvo preso en Lecumberri, fue un personaje singular en la cárcel: asistió a clases de psiquiatría, recibía visitas familiares, sostenía relaciones con las enfermeras, tenía licencia para salir cuando quisiera, e incluso, plantó un árbol en su celda.
En un hecho sin precedentes, en 1976 el presidente Luis Echeverría le otorgó el perdón público, y lo llevó ante el Congreso de la Unión, donde fue recibido como un héroe, por el hecho de representar un claro caso de rehabilitación. También fue reconocido en San Lázaro, como “inspiración para los mexicanos”, en donde fue ovacionado de pie, a pesar de la indignación de muchos.
Tras su liberación, ingresó a la Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP) Aragón, perteneciente a la Universidad Nacional Autónoma de México, donde cursó la carrera de Derecho. Para 1992 se tituló con la tesis Insuficiencia de nuestra legislación en la inimputabilidad por ausencia o disminución de capacidad mental.
Días después de su liberación, con voz pausada y muy tranquilo, Cárdenas comentó que el régimen penitenciario de su época ha sido el más humano de la historia del país, pue se apreciaba que “hay un verdadero interés por quienes han delinquido, para tratar de rehabilitarlos”.
Murió a los 85 años en Los Ángeles, California, donde fungía como abogado.
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