En México existen lugares que datan de muchos siglos atrás, y en el Centro Histórico capitalino, se encuentran muchas de estas construcciones. Se pueden nombrar a varios, por ejemplo, la Catedral Metropolitana, que comenzó a construirse en 1573, se concluyó el interior en 1667 y el exterior en 1813, en plena Guerra de Independencia.
Otro de los edificios que tienen varios años de existir en el Centro Histórico de la Ciudad de México, es el Palacio Nacional, que se construyó en 1522 como segunda residencia privada de Hernán Cortés, encima de una parte del palacio del huey tlatoani Moctezuma Xocoyotzin. Sin embargo, en 1692 fue semidemolido debido a un gran incendio, y posteriormente reconstruido.
Sin embargo, también quedan algunos rastros de lo que algún día intentó construirse pero que no pudo concluirse. Tal es el caso del “zócalo” que se encontró en 2017 en plena plancha de la Plaza de la Constitución, que lleva el mismo nombre, Zócalo, durante algunos trabajos de remodelación.
Ese “zócalo”, que fue la base de lo que sería un monumento que se construiría en honor a los héroes de la Independencia, fue edificado durante uno de los tantos gobiernos al mando de Antonio López de Santa Anna, en la primera mitad del siglo XIX. Sin embargo, antes de que se construyera ese zócalo, en la misma plancha del Zócalo capitalino, existió un mercado, que era conocido como El Parián.
El Parián fue un mercado que estuvo entre los siglos XVII y XIX, pues las autoridades virreinales buscaban regular el comercio informal y un lugar donde congregarlos. Antes de este estuvieron los establecimientos llamados cajones en los que se vendía todo tipo de artículos, pero fueron destruidos durante el motín de 1692 en el que indígenas y mestizos incendiaron el Palacio Virreinal y el fuego alcanzó los puestos.
Después del incidente se buscó construir un complejo de mayor aguante, lo que dio paso al Parián. Fue construido por secciones: una en 1695, otra en 1699 y se concluyó en 1709, aunque en 1757 se construyeron otras dos secciones. Dentro de la compleja estructura estaban ubicados los cajones donde se establecieron, en su mayoría, filipinos y chinos que vendían artículos importados.
De acuerdo a Luis González Obregón, el edificio contuvo unos 181 puestos. Además representó una buena fuente de ingresos para el Ayuntamiento, pues de acuerdo al artículo El Parián: un siglo y medio de historia y comercio, recibía por concepto de rentas alrededor de 15 mil pesos.
Al respecto el cronista González Obregón escribió que el Parián fue un “edificio consagrado a la venta de muchas mercancías” y que junto a la estatua del Rey Carlos IV establecida en 1796 “la plaza presentó un aspecto más hermoso y artístico”.
El lugar fue el mercado más importante en la capital de la Nueva España y no solo representaba un punto de comercio, también de socialización pues dentro de sus paredes se llevaban a cabo partidas de ajedrez y juegos de azar, aunque preponderaban las peleas de gallos.
Parián es una voz de origen tagalo (filipino), que significa mercado. La mayoría de los productos que se vendían aquí eran bienes de lujo, y solo tenían acceso a ellos las familias ricas de la Nueva España. Para la gente común era todo un acontecimiento la llegada de los objetos exóticos que traía la famosa Nao de la China, un grupo de embarcaciones que venían desde Filipinas dos veces por año y que traía la mercancía.
Muchas veces la gente que no contaba con los recursos para adquirir los productos de lujo que ahí se vendían, iban al Parián solo a admirar piezas preciosas, como enconchados, lacas, piezas de carey o de plata, arcones, etc.
Sin embargo, el lugar sufrió daños durante 1828. En ese año hubo elecciones presidenciales en las que contendieron Manuel Gómez Pedraza y Vicente Guerrero. Las votaciones favorecieron a Gómez Pedraza pero en diversas partes de la República se alzaron en armas para apoyar a Guerrero. Y en la capital aconteció un motín en la cárcel de la Acordada a favor de Guerrero.
El desorden y el caos beneficiaron los robos y el vandalismo que llegó hasta la Plaza Mayor, como era conocida entonces. La turba incendio y saqueó el lugar, lo que dejó en un pésimo estado al Parián durante muchos años. Además algunos de sus vendedores comenzaron a desalojarlo para mudarse a las calles circundantes.
No fue hasta un mandato de Antonio López de Santa Anna que determinó demoler el Parián en un bando de 1843 y como la estatua del Rey había sido removida en 1821 por la amenaza de los insurgentes, quedando solo un enrejado, Santa Anna se propuso a instalar un monumento en memoria de la victoriosa independencia que nunca se concluyó.
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