Durante el impero de Maximiliano de Habsburgo, una mujer originaria de Texcoco y descendiente directa de Nezahualcóyotl, se inmiscuyó en los peldaños más altos de la aristocracia y llegó a ser asesora de la misma Carlota.
La Historia de México ha quedado marcada por invasiones, guerras y, principalmente, por su multiculturalidad derivada de un proceso de mestizaje que unificó dos culturas, la mesoamericana y la europea conformada principalmente por españoles.
No obstante, los originarios de la península ibérica no fueron los únicos europeos en influir en la construcción de lo que hoy es la República mexicana, pues durante el siglo XIX los franceses tuvieron mucho interés en el vasto territorio conocido como México.
En ese sentido, invitado por los mexicanos conservadores, Maximiliano de Habsburgo fungió como el segundo emperador de México durante un breve periodo, de 1864 a 1867. Su mandato quedó marcado por diversas leyes, adelantos tecnológicos y por entremezclar una serie de elementos culturales franceses con la cultura local.
Entre los aspectos más trascendentales del gobierno de Maximiliano y su esposa María Carlota Amelia Augusta Victoria Clementina Leopoldina de Sajonia-Coburgo-Gotha y Orleans, mejor conocida como Carlota de México, resaltó el papel que desempeñó una mujer indígena, quien fue dama de honor de la corte imperial.
Se trata de Doña Josefa Varela, quien era una mujer nativa originaria de la región oriente del Valle de México. De acuerdo con lo relatado en Carlota, infidelidades de Maximiliano de Ibarra de Anda (1958), Josefa era descendiente del tlatoani Hernando Ixtlilxóchitl, por tanto, descendiente de Nezahualcóyotl.
Ixtlilxóchitl II fue tlatoani de Texcoco durante la guerra de conquista en Tenochtitlan y uno de los aliados de Hernán Cortés, de quien tomó su nombre cristiano al ser bautizado. Nació en el año de 1500 y murió en 1559, hijo del soberano Netzahualpilli.
Tras vencer a los mexicas, Ixtlilxóchitl se convirtió en uno de los nobles más acaudalados durante los primeros años de la colonia, dejando múltiples riquezas a sus descendientes, entre ellos Josefa Varela.
No obstante, la familia de Valera quedó en la ruina durante la república instaurada en el siglo XIX. Carlota llegó a visitar las tierras de Texcoco, en donde conoció a la mujer indígena y rápidamente la integró a su círculo de servicio.
Según se lee en el libro de Ibarra de Anda mencionado: “Cuando los soberanos hicieron una visita a Texcoco, de donde era nativa la señora Varela, los indios echaron la casa por la ventana”.
“La forma en que se conocieron la Emperatriz y la señorita Varela fue la siguiente: En su visita a Texcoco, la Emperatriz Carlota conoció a una descendiente de Nezahualcóyotl, a quien hizo parte de sus damas de honor”, se lee en el texto.
Así, Carlota la integró a sus círculo de confianza dentro de la corte imperial, no por las razones “decorativas” por las que comúnmente se conformaba dicho círculo, sino por el valor intelectual de Josefa.
“Era bien fea, pobre, sin roce social, aunque de cierta ilustración, lo cierto es que Carlota la tomó en un principio como sirviente pero luego la hizo dama de honor y, en lo privado, era una de sus consejeras”.
Se considera el “indigenismo de la Emperatriz” como una prueba de que Doña Varela fue una de las mentes detrás de ella, pues el “decreto agrario a favor de los indios” estaba basado en la modalidad mexica del reparto de tierras.
Por su parte, también se dice que la señora Varela presidió el Comité de Historia, Lingüística, Arqueología y Etnografía, abonando al estudio de las lenguas del México antiguo, formando parte de la política de acercamiento con los pueblos nativos durante el segundo imperio.
SEGUIR LEYENDO: