Tenochtitlan era una impresionante sociedad caracterizada por sus enormes construcciones pero sobre todo, por el estructurado sistema político, sus avanzados conocimientos y su basto lenguaje.
El náhuatl clásico era el idioma principal de los mexicas, la cual fue una lengua convergente y urbana. Esta solía tener diversos adjetivos para nombrar ciertas expresiones famosas de hoy día, que quizá nadie podría imaginar que se utilizaban en esa época.
Una de ellas es la palabra “chismoso” o “chismosa”, una característica que estaba mal vista por los mexicas, ya que ellos acostumbraban ser todo lo contrario.
En Tenochtitlan la gente se caracterizaba por enfocarse en hacer lo propio y ser reservados en cuanto a temas ajenos, por lo que ver a alguien divulgando rumores, les parecía algo negativo.
Si alguna persona contaba infomación ajena a otros, era escandalosa o tenía una actitud problemática, era nombrado como Icniuhmoyactli, que significa “dispersador de amigos”.
La palabra dispersar significa hacer que un grupo de personas se separe o hacer desparecer algo y es que, en esa situación a nadie le gustaría estar cerca de alguien así.
Asimismo, según el Códice de Mendoza, una crónica de la vida en Tenochtitlan, explica que a estas personas también se les nombraba como “los viciosos de malas lenguas”.
En las ilustraciones del códice, la persona está representada con dos grandes orejas en forma de antenas, parecidas a las de las hormigas u otros insectos.
Cabe señalar que este códice esta conformado por 71 páginas llenas de información sobre la civilización antigua. Y es que estos eran una herramienta fundamental para preservar y transmitir los conocimientos.
De acuerdo con un artículo de la Secretaría de Cultura, tras la llegada de los españoles, estos elementos fueron de gran interés para los hispanos y les mandaron a hacer varias copias.
Una de ellas es el Códice de Mendoza o Codice Mendocino, que se llama así por Antonio de Mendoza, el primer virrey de la Nueva España.
La copia se realizó en 1542 y los tlamatinime, que significa “indígenas sabios” , fueron quienes ayudaron a explicar parte del contenido para traducirlo.
Los documentos se ponían en piel de venado o papel amate y están constituidos por imágenes y códigos creados por los mexicas.
En el caso del Códice de Mendoza, este no fue hecho en piel de venado sino en papel español, así como también se encuadernó para mandarlo al rey de España.
Es en la última sección de este antiguo documento, en donde se habla de todos estos modismos, palabras, expresiones y de rasgos más específicos como la organización social y las costumbres de Tenochtitlan.
Diversos estudios han considerado a este documento como uno de los códices mesoamericanos más completos. Actualmente, el original se encuentra en la Biblioteca Bodleiana de Oxford, en Reino Unido.
A quienes estén interesados en conocer más sobre este códice, el maestro y arqueólogo, Leonardo López Luján y Jorge Gómez de Tejada invitan al taller “Los muchos rostros del Códice Mendoza”.
Se llevará a cabo el jueves 25 de agosto a las 18:00 hrs en la calle Donceles número 104, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
La entrada es gratuita y para los que no puedan asistir presencialmente, habrá una transmisión en línea a través de la página del CONAL.
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