Parte II
La mañana del pasado 9 de agosto el ejército mexicano descubrió siete hectáreas de planta de coca (tres plantíos) y un intento de laboratorio para aislar el alcaloide. Se trató, en resumen, del cultivo más grande de ese tipo hallado hasta la fecha en suelo mexicano, un país que desde hace décadas produce marihuana y heroína, pero no cocaína.
Pero para nadie fue una sorpresa.
En el último año y medio, el 109 batallón de infantería de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) ha encontrado 21 plantíos de hoja de coca únicamente en la zona serrana del municipio de Atoyac de Álvarez, en el estado de Guerrero.
El primero de estos hallazgos en la entidad, y el segundo en suelo mexicano, se registró en febrero de 2021. Los militares descubrieron seis plantíos (cuatro hectáreas) de coca en las inmediaciones del poblado Río Santiago. “En el estado de Guerrero no se había tenido registro alguno de este tipo de plantíos... Por eso es algo relevante”, declaró entonces el coronel Enrique Benítez Campoy.
En otras palabras, desde los primeros meses del 2021 el narco mexicano dejó clara su intención de incursionar en la producción de cocaína y en un futuro poder plantarle cara al monopolio de coca que tradicionalmente le ha pertenecido a los países andinos como Perú, Colombia, Bolivia y Ecuador.
Los cárteles de México llevan años tomando un papel activo en el tráfico internacional de cocaína. Tan solo en la década de los noventa, el Cártel de Sinaloa, bajo el mando de Joaquín “El Chapo” Guzmán, se benefició enormemente del llamado “boom cocainero” con toneladas de droga que partieron de Sudamérica y llegaron a Estados Unidos. Sin embargo, es excepcionalmente raro que la intenten producir desde cero en su propia tierra.
El profesor y director de proyectos de la División de Seguridad e Inteligencia en la consultora Strategic Affairs, Armando Rodríguez Luna, explicó a Infobae México que el crimen organizado empezó a experimentar con cultivos de hoja de coca en territorio mexicano desde los años setenta: el mismo Cártel de Sinaloa lo habría intentado en la década de los 90′s.
La poca tecnología con la que contaban en ese momento, sumado a las condiciones geográficas y climáticas que exigía la planta, hicieron que aquellos experimentos fracasaran. No fue hasta los recientes hallazgos en Guerrero que el narco tomó aliento para volver a intentarlo con más fuerza.
“Probablemente están en una fase de experimentación. Tuvieron que haber hecho primero estudios de suelo, de altitud, de orografía, de humedad, clima y demás características para poderla sembrar. Yo creo que descubrieron que ahí se podía. Y empezaron a experimentar. Es ahí donde estamos parados ahorita”, dijo en entrevista para este medio el general de brigada diplomado del Estado Mayor, Federico San Juan Rosales.
“No hemos encontrado laboratorios hasta ahora, al menos bien hechos, bien montados, lo que hemos encontrado es cerca de los plantíos, ahí donde seguramente pretenden empezar a deshojar las plantas para empezar a juntar la hoja y hacer el proceso, pero hasta ahí han llegado”, detalló el general
A pesar de que los narcotraficantes, según las evidencias, todavía no han podido superar la fase de experimentación para poder llegar al proceso de la transformación de las hojas en polvo de cocaína, los recientes hallazgos preocuparon a las autoridades. Algunas de las plantas de los primeros cultivos rebasaban los dos metros de altura, lo que indica que llevaban ahí por lo menos un par de años.
“Es un asunto muy importante al que debemos ponerle mucha atención. Es un problema grave para México. Lo hemos visto en otros países de Sudamérica. Todo lo que implica: el aparato de las organizaciones delictivas, el empaquetamiento, el transporte, el tráfico... Esto va ocurrir en México, si nosotros se los permitimos”, advirtió el general.
Las partes altas de la sierra de Guerrero tradicionalmente han sido zonas de cultivo de amapola y marihuana, sobre todo después de que el Ejército, a través de la Fuerza de Tarea Marte, diera en los años noventa varios golpes a los productores que se habían asentado en la zona serrana del Triángulo Dorado (Sinaloa, Durango y Chihuahua).
Pero por qué Guerrero, específicamente el municipio de Atoyac de Álvarez, fue elegido como el nuevo hogar de una planta endémica de Los Andes, separados por más de 4 mil kilómetros. ¿Qué tantas posibilidades hay de que tengan éxito? ¿Qué similitudes tiene Guerrero con las zonas de donde es endémica la hoja de coca?
Semejanzas entre Guerrero y Los Andes
La postal de la zona serrana de Atoyac no es muy diferente a los Yungas de Bolivia. En ambas regiones hay laderas arboladas, húmedad, nieblas que rodean las montañas, ríos y una extensa vegetación que lo cubre todo.
Las dos áreas, curiosamente, también son fértiles en cultivo de café, una planta que por sus características es muy similar a la hoja de coca. Las dos necesitan crecer entre los 500 y los 2 mil metros de altura sobre el nivel del mar. Precisamente los 21 plantíos encontrados hasta el momento en Guerrero, según la Sedena, han sido localizados entre los 600 y los mil 100 metros de altitud.
Todo parecería indicar que el narco encontró un lugar idóneo para el cultivo de la planta de coca, y que solo es cuestión de tiempo para que la “cocaína mexicana” irrumpa en el mercado internacional de drogas.
Existen versiones de que en Guerrero ya circula una cocaína de denominación mexicana. Sin embargo, al parecer el producto todavía no alcanza los estándares de calidad para competir con la coca colombiana o peruana.
Esta aparente baja calidad en el producto se explica, según Rodríguez Luna, por cuestiones geograficas más específicas que hacen prácticamente imposible igualar al que por naturaleza se designó como el territorio fértil y endémico para la planta de coca.
“En términos geográficos, el problema con México siempre ha sido la altitud, y la convergencia con estas condiciones climáticas que requieren el cultivo de esta planta de coca. Ahora parecen haberlo solucionado, pero la fertilidad de la tierra también tiene mucho que ver. Me parece que si bien en esas zonas hay buenas condiciones climáticas, no existe necesariamente la misma tierra, la cual permite justamente tener una buena producción”, señaló el consultor.
“Creo que tiene más que ver con la tierra. Y es ahí donde insisto que va a ser muy difícil que se pueda lograr un proceso de cultivo de cocaína mexicana que compita realmente con las otras ofertas que hay”
Otra diferencia importante, según el experto, es que las condiciones más agrestes del Pacífico mexicano y de la Sierra Madre del Sur impiden tener una extensión amplia de cultivos, un factor importante si se compara con el caso de Colombia, que en 2021, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), fue el principal productor de cocaína en el mundo.
De acuerdo con los datos del último año, en Colombia se produjeron cerca de 149 mil hectáreas de cultivo de coca, es decir, un rendimiento aproximado de entre mil y mil 200 toneladas métricas de cocaína. En el caso de Perú y Bolivia, los rendimientos anuales de la droga oscilan entre las 40 mil y 60 mil hectáreas.
“No solamente es el clima, ni la geografía en términos de altitud y demás, sino también las condiciones orográficas”.
Otro tema a considerar es la accesibilidad. Si hay algo que caracteriza a los cultivos que hay en México de amapola y marihuana es que se encuentran en lugares remotos y poco accesibles para evitar la presencia de las fuerzas de seguridad.
“No es muy redituable depender demasiado de eso en tus procesos de cultivo. Creo que hay más diferencias que similitudes en el caso de México con los países andinos en general, y con Colombia en particular”, señaló el investigador.
Donde sí habría una semejanza importante entre los Andes y México, indicó, sería en la poca capacidad de los gobiernos de los estados, tanto en el caso de Colombia como de México, para controlar su propio territorio.
“México y Colombia han reducido sus acciones y operativos de interdicción por mar, tierra y aire, particularmente en el tema de la cocaína. Básicamente todo se ha centrado en el fentanilo”
“Creo que eso es una similitud, quizá más importante, que permite no solo que emerjan grupos criminales, y en el caso de Colombia, también de guerrillas, sino también que propicien la falta de control de los procesos sociales, políticos y económicos que dan pie para que los grupos criminales se conviertan en actores claves como autoridad de ciertas comunidades”, dijo.
Los escenarios a futuro
Los grupos criminales que están detrás del cultivo de hoja de coca tendrían que encontrar un espacio territorial más adecuado para la producción en grandes proporciones. Además, para que México se convierta en un actor relevante en la producción de coca a nivel internacional, tendría que haber una baja considerable en la producción de coca andina, lo cual no ha sucedido.
Si bien Colombia ha registrado una tendencia a la baja en los últimos tres años, su capacidad de producción sigue siendo considerablemente grande y ha sido complementada por el incremento registrado en Perú, que junto con Bolivia y Colombia, casi llegan a las 2 mil toneladas métricas de producción por año.
México aún está muy lejos de alcanzar a los países andinos en materia de producción, rendimiento y calidad final del producto; pero la evidencia de sus intenciones está ahí. “Lo que vamos a ver en el futuro es la emergencia por aquí y por allá de plantíos con estas extensiones mínimas”, pronosticó Rodríguez Luna.
“El hecho de que estén experimentando en México quiere decir que a las organizaciones delictivas esto les va a dejar más dinero y con menos riesgos, porque ya no es lo mismo que tengan que transportar el producto desde Sudamérica hacia el mercado de consumo, que ya queda muy cerca de México”, indicó el general Rosales.
El peor de los escenarios en el futuro, y que justamente el Ejército mexicano busca evitar, es que el narco mexicano se convierta en un productor internacional de cocaína, y ya no solo en un país de tránsito.
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