Van más de diez días desde el derrumbe e inundación de la mina El Pinabete que dejó a una decena de trabajadores atrapados a 60 metros bajo tierra; esto, en Sabinas, Coahuila, la entidad pilar para la industria del carbón en México.
Familiares de las víctimas han acusado un lento avance en el rescate, pese a los reiterados compromisos del Gobierno Federal de “trabajar sin descanso” para recuperar a los mineros atrapados. Por su parte, organizaciones han exigido voltear a ver a la minería y acatar las irregularidades que predominan en las condiciones de la labor - posiblemente - considerada como la más peligrosa del mundo.
A dicho reclamo se unió la Iglesia Católica quien se unió a las exigencias para garantizar seguridad y dignidad en la industria minera mexicana; esto, con base en el paraje bíblico de Lázaro, figura que representa al desprotegido y vulnerable quien, para Dios, “es merecedor de una vida de dignidad”.
“Hoy, otros Lázaros están muriendo también, ahora en el fondo de un pozo de carbón. Y el olvido se traduce en no levantar la voz”.
Bajo ese tenor, la Arquidiócesis evocó la labor de la organización de Pasta de Conchos - integrada por familiares de las 65 víctimas mortales de la tragedia minera del 2006- en pro del trabajo digno y los derechos laborales de los mineros mexicanos.
Con base en ello, la institución religiosa volvió a poner en la mesa las negligencias a las cuales eran sometidos los trabajadores de El Pinabete (tanto los diez atrapados, como los cinco sobrevivientes) - y posiblemente una gran arte de la minería en la República.
No estar dados de alta en una nómina, nulo acceso a la vivienda, sin seguro social y un sueldo semanal condicionado a lo que lograban producir fueron las primeras irregularidades enlistadas en el último número del semanario Desde la Fe. No obstante, también aprovechó para referir a la fragilidad del pozo carbonero que día a día atentaba contra su vida:
“El pozo se convirtió en una bomba de tiempo, alrededor todo era un gran depósito de agua que amenazaba con entrar a su área de trabajo en cualquier momento. Y, de acuerdo con los familiares, los propios mineros lo alertaron”, se lee en el documento.
Con ello, la Iglesia Católica pidió a sus fieles, así como a la ciudadanía, a continuar levantando la voz por las y los trabajadores mineros, constantemente amenazados por las (tan anunciadas) negligencias de las empresas y patrones.
“La inundación en este pozo se nos convierte en un reclamo de Dios para que rescatemos del olvido a tantos hermanos y hermanas nuestros en igual peligro. Nos pide reconocer a los Lázaros de nuestra puerta”, escribió.
“Nos hemos acostumbrado a no exigir el nombre y la dignidad de aquellos hermanos que trabajan en las minas y en otros oficios a los que no solemos mirar”.
Familiares cuestionaron los esfuerzos de rescate del Gobierno Federal
Aunque las autoridades de Gobierno se han empeñado en demostrar que sí han registrado avances para el rescate - especialmente en el bombeo de agua -, familias de las víctimas relatan una contrastante versión.
“Ellos deben tener el personal capacitado que necesitan, porque nos lo han mencionado desde que iniciaron las labores de rescate. Yo pienso que sí se ha perdido tiempo, porque debieron haber atacado los cañones generales de esa mina desde un principio”, aconsejó Don Plutarco, quien hace 12 años quedó atrapado una mina por siete días y ahora su yerno repite la hazaña.
Por su parte, una de las familiares denunció las malas condiciones de trabajo así como la poca paga que reciben los mineros: “Ellos son los que están sacando carbón de las entrañas de la tierra y ese carbón es el que tiene Comisión Federal (CFE) para poder generar la luz, y ellos son los que lo proveen, ¿pagándoles cuánto? 200 pesos la tonelada”.
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