En la última década, se incrementaron los niveles de amoníaco en el aire de la Ciudad de México, este gas también ha sido reportado como parte de la lluvia ácida y su presencia en la capital es alta, además de que puede afectar la calidad del aire, el clima y la biodiversidad debido a que el amoníaco (NH3) es precursor de partículas contaminantes en la atmósfera.
Las aguas ácidas alteran toda la cadena biológica en la tierra, el mar, vegetación y los seres humanos, siendo en tal sentido un enorme problema ambiental que, junto al cambio climático, parece llevar a nuestro planeta, de forma acelerada, hacia su destrucción.
Quizá si te mojas con lluvia ácida no sentirás nada fuera de lo normal, tampoco una sensación extraña en la piel o cabello; el problema surge cuando estos ácidos, a su vez se combinan con el agua de lluvia en la atmósfera, generan ácidos con un PH menor a 4 o 4,5. En las personas el asunto es que está en el aire, y todas aquellas con predisposición a enfermedades como el asma y otras de tipo respiratorio pueden desarrollarse aún más.
En el medio ambiente el impacto es tremendo y es importante resaltar algunos puntos que todos debemos tomar en cuenta:
* Cuando los ácidos caen sobre la superficie de la tierra en forma de lluvia, nieve o granizo, afectan negativamente a los lagos, los árboles, y otras entidades biológicas con las que entran en contacto.
* Los árboles son vulnerables pues este fenómeno elimina la capa de protección que tienen las plantas y se convierten en presa fácil de los parásitos o plagas que finalmente provocan su muerte.
* El mar por supuesto no está exento a las consecuencias, los peligrosos elementos químicos que traen las lluvias han destruido importantes bancos de plancton que alimenta a millones de peces pequeños, a ballenas, delfines o atunes, cuya reducción significativa perjudica la actividad pesquera, a pescadores y a la humanidad en su conjunto.
* En cuanto al suelo, los cultivos sufren las penosas consecuencias, más aún cuando la tierra con el tiempo se vuelve improductiva, estéril, como si fuera un extenso desierto donde desaparece la vida, y todo por las aguas ácidas.
Por otra parte, la investigadora de la Universidad de Toronto, Jennifer Murphy durante el ciclo de conferencias “Panorama actual de las ciencias atmosféricas y del cambio climático”, organizado por el Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático (ICAyCC), consideró que es importante realizar más estudios a nivel local, regional y global, así como sus impactos a largo plazo.
“Investigaciones realizadas por los expertos de la UNAM muestran importantes incrementos en la cantidad de amoníaco en los últimos diez años en la Ciudad de México…así que vemos que la CDMX es un lugar donde se incrementan constantemente estas emisiones, lo que debe ser un objetivo de revisión para indagar si esto está vinculado solo a las emisiones o cambios en las partículas”, comentó.
En su charla sobre el impacto del amoníaco en la calidad del aire y del clima alrededor del mundo, la doctora en Química destacó que al hablar de emisiones contaminantes, además del dióxido de oxígeno o el ozono, el amoníaco también ha sido reportado como parte de la lluvia ácida.
¿Qué es la lluvia ácida?
La lluvia ácida es un fenómeno contaminante que se produce cuando se combina el vapor de agua atmosférico con óxidos de azufre y de nitrógeno y forman ácido sulfúrico y ácido nítrico. A modo de ejemplo: puede empezar con la quema de combustibles, sea en un incendio, en motores de autos, con gasolina o en termoeléctricas con carbón. En dicha combustión usted ve el humo, pero no los elementos químicos como el dióxido de azufre y el dióxido de nitrógeno que ascienden por el aire, hasta las nubes.
Es allá, precisamente, en las nubes, donde surge el problema: esos gases, al mezclarse con el agua (H₂O), forman ácido sulfúrico y ácido nítrico, que luego caen al suelo con la lluvia, donde causan los estragos antes mencionados debido a la acidez excesiva que posee.
En conclusión, hay que cambiar los hábitos de vida: gastar menor energía sucia, usar menos el coche y pasear más a pie o en bicicleta, mejorar el servicio público de transporte para que los autobuses no sean chimeneas móviles por nuestras ciudades, todo, para protegernos y cuidar el medio ambiente.
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