No solo es Nuevo León y la escasez de agua en la zona metropolitana de Monterrey, pues los bajos niveles de lluvia causan estragos en todas las entidades del norte de México, donde las actividades agrícolas, ganaderas y pesqueras sufren una agonía silenciosa.
Los esfuerzos gubernamentales se han centrado en llevar la mayor cantidad de agua, en el menor tiempo posible, a los millones de habitantes de Monterrey y sus alrededores. Para ello se han destinado miles de millones de pesos para la construcción de represas e infraestructura para la extracción de agua.
Si bien es cierto que las estadísticas demográficas avalan esta prioridad, en otros rincones del norte miles de personas esperan con desesperación que la salvación para sus animales llegue del cielo y que las lluvias de la temporada alcancen para llenar presas y reabastecer pozos.
Uno de los tantos casos de esta incertidumbre se encuentra en Coyame, Chihuahua, donde los animales del ganadero Hicterio Torres Franco se están muriendo por falta de agua, en una de las peores sequías que ha visto México en los últimos 30 años.
En la distancia el cadáver de uno de sus burros es observado por los buitres, que aguardan para darse un festín con sus restos. El ganadero cuenta que también han muerto aproximadamente unas 19 vacas.
“Son pérdidas muy graves”, se lamentó Torres, cuyo rancho se encuentra junto a la represa El Granero en el estado de Chihuahua.
De acuerdo con los datos de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), hasta agosto de 2022 sólo el 10% de las represas de México están al cien por ciento de su capacidad y la gran mayoría de los embalses están con niveles del 50% o por debajo, lo que deja de manifiesto la necesidad de una buena temporada de lluvias en gran parte del país.
Julio fue el segundo mes más caluroso en México desde 1953, según el servicio meteorológico nacional, con temperaturas que alcanzaron 45 grados centígrados en algunas áreas.
Por esa razón, pueblos agrícolas como Coyame, que no tienen acceso a agua subterránea y dependen casi por completo de la represa de la región, han sido devastados.
El ganado de la región se ha agotado, las cosechas se han interrumpido y la pesca ha sufrido, lo que ha obligado a algunos trabajadores a trasladarse a otras ciudades.
En las primeras semanas de agosto, las lluvias del monzón de Norteamérica han proporcionado algo de alivio en Chihuahua, pero los agricultores y pescadores de la región dicen que no es suficiente.
“Ahorita ya no más estamos como la mitad (de los pescadores)”, dijo Jesús Gerardo, quien ha estado pescando en la zona durante 15 años. “Anteriormente había bajado (el nivel del agua) pero no, no, no, no hasta aquí, no hasta este grado”.
En julio, el gobierno federal anunció iniciativas para evitar que grandes empresas refresqueras y cerveceras extraigan demasiada agua en el norte de México, particularmente en Nuevo León. También se impusieron topes de agua en los hogares de Monterrey y sus municipios aledaños.
Expertos han advertido sobre el riesgo latente en algunos estados del norte por la insuficiencia de lluvias, debido a que el nivel bajo de los embalses reduce la transferencias de agua a las fincas o pequeños ranchos, donde las cabezas de ganado son las principales víctimas.
Los habitantes de Chihuahua dicen que necesitan más ayuda, incluyendo un fondo económico que ponga en práctica el estado de emergencia.
Gerardo, un pescador, dijo que se han ignorado las súplicas para que las autoridades inviertan en nuevas tuberías para garantizar un mejor almacenamiento y transporte de agua desde la represa.
“El gobierno federal debía poner un poquito de entusiasmo y interés a esta área, que nos tiene abandonados (...) estamos totalmente en abandono”, dijo.
La devastación económica en Coyame se podría sentir por más tiempo con sólo el 30% de su próxima cosecha sembrada.
Los ríos se han secado para revelar lechos agrietados. Los campos que deberían estar repletos están vacíos. La tierra está tan seca que los cultivos jóvenes se están marchitando. El ganado sobreviviente es huesudo y sus costillas sobresalen.
El granjero Julio César Arzola dijo que hay una respuesta simple: “Necesitamos la lluvia”.
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