José Doroteo Arango Arámbula, mejor conocido como Pancho Villa, ha sido uno de los personajes más icónicos y representativos de la historia de México, en especial, de la Revolución Mexicana. Y es que el revolucionario, conocido como El Centauro del Norte, fue uno de los hombres más valientes de este hecho histórico.
Se levantó en armas como maderista en 1910, y apoyó a Francisco I. Madero durante su mandato. Incluso, Villa fue quien le puso el nombre de Madero a la icónica calle peatonal que se encuentra en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
Villa, por muchos años, fue perseguido por el gobierno de México. Sin embargo, no solo las autoridades mexicanas quisieron apresarlo, pues el gobierno de los Estados Unidos también buscó su captura.
Y es que Villa, en 1916, atacó el poblado de Columbus, en Nuevo México, Estados Unidos, lo que despertó la ira de las autoridades estadounidenses.
Después de haber asaltado Columbus, Pancho Villa desapareció. Muchos creyeron que había muerto tras haber recibido un impacto de una bala en su pierna derecha, casi a la altura de la rodilla. Dicen que el caudillo cayó al suelo, desangrándose, pero nadie lo notó aquel 9 de marzo de 1916, ni siquiera la tropa enemiga. Venustiano Carranza también sorteó esa posibilidad, pensó que tenía “datos precisos” del que podía ser el sepulcro del guerrillero y ordenó que se realizara una comisión de búsqueda encabezada por el Dr. Atl., pero lo único que encontraron, fueron los restos de algún animal que recientemente había sido sacrificado.
Muchos emprendieron la búsqueda del “Centauro del Norte” después de la Batalla de Columbus, donde la tranquilidad de los habitantes de este poblado, ubicado en Nuevo México, se vio interrumpida por los apabullantes gritos en los que el caudillo era el protagonista: ¡Viva Villa!, ¡Viva México!, coreaban los elementos de la tropa originaria de Chihuahua, conformada por 500 hombres.
Villa, junto con su ejército, la División del Norte, sostuvo una batalla de seis horas frente a una cuadrilla militar estadounidense y la respuesta de los norteamericanos fue un golpe contundente al estado de Chihuahua: una invasión que estuvo integrada por 10 mil hombres que buscaban a Pancho Villa vivo o muerto, pues fue demasiado tarde cuando advirtieron lo ocurrido en las tierras de Columbus, donde el caudillo se desplomó bajo el peso de su caballo. La orden era cazarlo.
Su nombre era Doroteo Arango, pero para muchos era una fiera, un felino de pelo crespo. Así lo describió José Vasconcelos: “fiera que en vez de garras tuviese ametralladoras, cañones” y como una fiera herida, Villa se resguardó en una cueva mientras afuera circulaban bocetos con su fotografía, cuya primicia no era más que una transacción entre un hombre originario de San Juan del Río, Durango y una fortuna de varios miles de dólares.
La desaparición de Villa fue un misterio que los americanos no pudieron resolver, pero una de las leyendas apunta que, en la cueva donde se ocultó el revolucionario, desenterraron algunos pedazos de algodón y vendajes utilizados por el caudillo después de haber extraído con sus propias manos el proyectil enterrado en su hueso.
En opinión de Friedrich Katz, historiador y antropólogo austriaco, Francisco Villa fue un personaje multifacético que se lanzó al ataque de Columbus con el fin de proteger la soberanía del país frente a un “protectorado yanqui”, supuestamente orquestado por Venustiano Carranza, político originario de Cuatrociénegas, Coahuila.
“Los Estados Unidos quieren tragarse a México, vamos a ver si se les atora en el gaznate”, comentó Villa, según el periodista Rafael F. Muñoz. Durante el enfrentamiento llevado a cabo el 9 de marzo de 1916, hubo incendios, violaciones, saqueos a bancos y comercios, robos de armas y caballería, además de varios muertos de la población civil.
La Batalla de Columbus solo fue una continuación de la violencia villista que ya se había desatado desde años anteriores en territorio mexicano, donde hubo sangre, fusilamientos y súplicas. De acuerdo con el historiador Enrique Krauze, Villa realizó fusilamientos en masa y, con su propia pistola, dio el tiro de gracia al cura de San Pedro de la Cueva, quien, de rodillas, pidió clemencia al guerrillero. “Desconfía de todo el mundo. Se sienta a espaldas de la pared, no prueba bocado sin antes dárselo a su lugarteniente. Ordena vigilancias y espionajes”, escribió Krauze en su libro Francisco Villa: entre el ángel y el fierro.
La historia se ha encargado de convertir a Villa en una leyenda desde que fue asesinado en Parral, Chihuahua, el 20 de julio de 1923. La emblemática fecha del 9 de marzo de 1916, día en que se gestó la Batalla de Columbus, no fue la excepción, sin embargo, aunque haya múltiples interpretaciones sobre las luchas que sostuvo Villa durante la Revolución Mexicana y también durante los mandatos de Huerta y Carranza; todas las versiones apuntan a que ha sido el único mexicano en encabezar una invasión en tierras estadounidenses, motivo por el cual, el gobierno estadounidense lo buscó para detenerlo, sin tener éxito en su búsqueda.
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