El maíz es la base de la alimentación en el territorio mexicano desde hace miles de años, pues los primeros habitantes de la región mesoamericana comenzaron con su cultivo y, posteriormente, con su veneración.
Hoy en día la cultura mexicana aún conserva al maíz como el elemento principal de la dieta a nivel nacional, a pesar del choque cultural que significó el arribo español al continente americano. El principal alimento hecho con este ancestral cereal fue la tortilla.
Sin embargo, pese a lo que comúnmente se cree, el nombre de la tortilla no es originario de las lenguas nativas, ni siquiera un derivado. Por el contrario, ese alimento cien por ciento mexicano lleva el nombre que los españoles le impusieron.
La palabra tortilla viene del latín y su significado es “pequeña torta de pan”, “pan delgado en forma circular” o “tipo de pan plano”, que a su vez es diminutivo de torta. Fue a la llegada del pueblo ibérico que, al ver ese alimento circular y plano lo renombraron tortilla, pues alguna similitud tenía con el alimento conocido en el continente europeo.
Por su parte, la historiadora Sofía Guadarrama Collado sugiere que incluso es completamente improbable que el nombre de la tortilla pudiera tener un origen mesoamericano, pues -al menos en el náhuatl- no se utilizaban los sonidos derivados de la letra “r”. Es decir, hace aproximadamente 500 años no habían palabras con “r” en la región central de lo que hoy conocemos como México.
Además, dicho en palabras de la historiadora, en el náhuatl prehispánico no existían los sonidos creados por el uso de las siguientes letras en el español: b, d, f, j, ñ, r, v, y las más polémicas: ll y x. Con respecto a las últimas dos, Guadarrama Collado apunta que el sonido de la doble ele y la equis no existían en el náhuatl, pese a que en la actualidad hay un gran abanico de palabras que, en la escritura, las incluyen.
De esta forma, palabras como calpulli y Tollan, Xochimilco o xoloitzcuintle no suenan como se escriben, pues la doble ele suene debe sonar como ele, como en “lento” o “lombriz”, mientras que la equis suena como “sh”.
En ese sentido, la tortilla antes de llamarse así tuvo diferentes formas de nombrarse según el pueblo que la enunció. Para los mayas es “waaj”, mientras que para los totonacas se dice “chaw”; en mixteco es “ndíta” y para los zapotecos se nombra “eta” o “gueta”. En otomí se le conoce como “hme” y para los rarámuris es “rekeme”. Por su parte, el triqui es “cha’a”, al tiempo que el náhuatl es “traxcalli”, que debe leerse “tlashcali”.
Incluso, de ahí se deriva el nombre de la entidad de Tlaxcala, región que los mexicas nombraban Tlaxcálan, y pronunciado “Tláshcálan”, cuyo significado es “lugar del tlaxcalli”.
Por su parte, el origen de la tortilla como alimento se remonta al periodo preclásico, que va del año mil 200 al 300 antes de Cristo, por lo que probablemente ya era consumida por los cuicuilcas al sur de lo que ahora es la Ciudad de México, por los teotihuacanos en el altiplano central mexicano y por los zapotecos de Monte Albán.
Por su parte, dentro de la mitología mesoamericana la tortilla fue creada por la diosa Chicomecóatl, la diosa del maíz. Esta deidad se encontraba casada con Tezcatlipoca, cuya traducción literal es espejo humeante, considerado un dios creador y destructor, así como contraparte de Quetzalcóatl.
Fray Bernardino de Sahagún fue de los primeros en escribir sobre Chicomecóatl como la legítima creadora de la tortilla. En la Historia general de las cosas de la Nueva España la describió como “la mujer en ser la primera que comenzó a hacer pan y otros manjares y guisos”.
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