El paso de Maximiliano de Habsburgo y Carlota de Bélgica por México fue trágico, pues él moriría aquí, fusilado luego de ser capturado por hombres de Benito Juárez, y ella volvería a Europa, en donde sufriría demencia hasta su muerte.
Maximiliano de Habsburgo y Carlota, se embarcaron en la misión de instaurar un imperio francés en México en el siglo XIX. Su gobierno fue fugaz, pues solo duró de 1864 a 1867, luego de que un grupo de conservadores mexicanos fueran hasta el Castillo de Miramar, en Trieste, Italia, a convencerlos de que México quería ser gobernado por ellos.
Además, cuando la corona le fue ofrecida a Maximiliano por Napoleón III, sobrino de Napoleón Bonaparte, el francés le ofreció tropas para que estuviera tranquilo, lo que acabó por convencer al archiduque austriaco de embarcarse en la aventura a México.
Carlota fue la primer mujer en gobernar México, y la única hasta el momento, sin embargo, terminó sus días en el olvido y la locura. Luego de que se retiraran las tropas francesas de México, por órdenes de Estados Unidos, quien terminó la Guerra de Secesión en 1865, conflicto que había aprovechado Francia para invadir México sin que se metieran los estadounidenses, Maximiliano fue capturado y fusilado el 19 de junio de 1867, junto a sus generales conservadores Miguel Miramón y Tomás Mejía.
La caída de su imperio en México y el fusilamiento de su esposo, fueron demasiado para Carlota. “Todo aquello terminó sin haber alcanzado el éxito”, fueron las últimas palabras de la emperatriz, según el historiador Luis Weckmann. “Recordadle al universo al hermoso extranjero de cabellos rubios. Dios quiera que se nos recuerde con tristeza, pero sin odio”.
Su padre, el rey Leopoldo I de Bélgica, la educó para gobernar. Al parecer tenía grandes planes para su hija consentida, pero la vida tenía trazado un camino muy distinto para María Carlota Amelia Augusta Victoria Clementina Leopoldina de Sajonia-Coburgo-Gotha y Orleans, nacida el 7 de junio de 1840.
Fue a la edad de 17 años que se casó con Maximiliano, hermano menor del emperador de Austria, Francisco José. Luego de un complicado paso por Italia, la pareja se trasladó a vivir a su castillo, el de Miramar. La llegada al país no fue la que Carlota esperaba. Apenas algunos adornos en el puerto de Veracruz y unas cuantas personas para recibirlos el 28 de mayo de 1864.
Ya instalada en la capital mexicana, la emperatriz Carlota se dedicó a formar su corte, a realizar obras de caridad y a ofrecer bailes en el castillo de Chapultepec, pero también tomaba las riendas del país cuando su esposo se refugiaba en la paz de Cuernavaca. Su figura tan importante en México fue tal que inspiró la canción “¡Adiós, mamá Carlota!”. Se escribió una vez que la emperatriz abandonó el país rumbo a Europa, en busca de ayuda para sostener el imperio en decadencia de su esposo, luego de que Napoleón III los abandonara.
Incluso se entrevistó con el Papa Pío IX, pero no logró su cometido y Maximiliano fue fusilado en el Cerro de las Campanas.
A su llegada a Europa comenzó a tener síntomas de locura, pues comenzó a decir que la querían envenenar, por lo que incluso comenzó a dejar de comer, y tomaba agua de las fuentes, pues ese líquido no tenía veneno, según ella.
Carlota murió el 19 de enero de 1927, o sea, 60 años después del fusilamiento de su esposo, a los 86 años de edad, en los alrededores de Bruselas. Desde que llegó a Europa, y comenzó a mostrar síntomas de locura, fue internada hasta el final de sus días. Se dice que su locura no le permitió entender que Maximiliano había muerto fusilado en México, por lo que se podría decir, nunca se enteró de su fatal final.
SEGUIR LEYENDO: