Francisco Torres Carranza, mejor conocido como “El Duranguillo”, jefe de plaza del Cártel de Sinaloa en al menos seis municipios de Sonora, fue detenido el pasado 2 de julio por efectivos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), provocando un tenso enfrentamiento entre un número considerable de sicarios fuertemente armados, aproximadamente 60, y un convoy de soldados (15) que fueron superados en número, lo cual dejó dos hombres abatidos, uno de cada bando.
Esa tarde los efectivos de la Sedena recorrían el municipio de Altar, ubicado al noroeste de Sonora. El servicio de inteligencia naval les había reportado previamente la presencia de hombres armados del grupo “Los Cazadores” ligados al Cártel de Sinaloa. Los elementos castrenses viajaban en dos camionetas, una Cheyenne y una Hummer. El teniente que los lideraba llevaba casi un año operando en la zona de Caborca.
El resto de los elementos eran un sargento, dos cabos, un operador de ametralladora, dos choferes, un paramédico y siete elementos de tropa. Fue precisamente el teniente el que se percató de una camioneta negra que llevaba hombres armados con fusiles de grueso calibre. Él fue también quien dio la señal para que aquella RAM fuera detenida.
En el interior de la furgoneta viajaban Torres Carranza, “El Duranguillo”, junto con otros tres hombres que al notar que eran perseguidos por los vehículos de la Sedena solicitaron refuerzos. Los militares alcanzaron a escuchar la respuesta que le dieron a los miembros del cártel de Los Cazadores: “Aguanten, aguanten. Ya vamos por ustedes”.
En ese momento los soldados sacaron a “El Duranguillo” de la camioneta y lo sometieron contra el pavimento. El líder criminal se resistió y se arrastró por el suelo para intentar escapar de la suela del elemento que lo tenía subyugado. “¡Qué ya vienen a rescatarlos!”, dijo, nervioso, uno de los elementos al teniente, según los testimonios recabados por el periodista Héctor de Mauléon.
Todo ocurrió en las afueras de una tienda OXXO. Los militares se colocaron estratégicamente enfrente de la entrada para tener cubiertas las espaldas. Cerraron el paso de la carretera y trazaron un círculo pertrechados en sus propios vehículos. “El Duranguillo” y sus acompañantes quedaron en el centro.
En cuestión de minutos, según los elementos, llegaron entre cuatro y cinco camionetas con más sicarios. De ellas descendieron varios hombres con camisetas negras, gorras, chalecos antibalas, pistolas cortas y fusiles AK-47 y algunos R-15. Rápidamente uno de los soldados pidió refuerzos. “Tranquilos. Vamos por ustedes. Vamos a sacarlos”, fue la respuesta por radio.
Las calles estaban desiertas. Los empleados del OXXO se habían encerrado en la bodega. “El Duranguillo”, desde el suelo, comenzó a gritar que los dejaran ir y que a cambio les ofrecía 10 millones de pesos. “Nos arreglamos. ¡Déjenme ir!”. Los sicarios que acababan de llegar les gritaron a los elementos que los iban a matar, que hasta ahí llegaron, que ahí iban a quedar. “¡Pues nos morimos todos”!, respondió el teniente.
El apoyo de la Sedena ya venía en camino, pero no sabían si iban a llegar a tiempo. La gente de “El Duranguillo” había bloqueado el otro extremo de la carretera para detener los refuerzos. Mientras, los sicarios se fueron acercando cada vez más a los soldados. “Llegamos a tenerlos a unos cinco metros. Casi nos tocaban. Todos eran jóvenes de entre 20 y 30 años”, relató uno de ellos.
Más camionetas con sicarios a bordo llegaron primero. En un momento el teniente calculó que eran 160 contra 15. “No tiren si no es necesario”, ordenó. Cada uno de sus elementos tenía el dedo puesto en el gatillo, preparados para cuando comenzara el fuego. Los sicarios bloquearon la carretera con un tráiler.
Según los testimonios, la ráfaga de tiros comenzó cuando los pistoleros del cártel divisaron la llegada de los apoyos de la Sedena. “Al oír los tiros, los de acá también comenzaron a dispararnos. Pero no tenían adiestramiento, así disparaban hasta acabarse los tiros. Nosotros hicimos disparos controlados, de cinco en cinco, para disuadirlos”, relató.
Fueron unos cinco minutos de fuego cruzado. El sargento recibió un tiro que le perforó la costilla derecha. “No me percaté en qué momento ocurrió. De pronto lo vi tirado. Fui auxiliarlo. El paramédico lo atendió, pero no fue posible ayudarlo”, explicó el teniente.
Los refuerzos rompieron el cerco de los sicarios, quienes en ese momento empezaron a correr. Uno de ellos fue abatido. “El Duranguillo”, por su parte, se desmayó cuando terminó el intercambio de disparos.
SEGUIR LEYENDO: