La iconografía de la estación Pino Suárez de la Línea 1 que recorre desde Observatorio a Pantitlán representa la pirámide de Ehécatl, dios azteca del viento. Mientras que lleva el nombre de José María Pino Suárez, abogado, vicepresidente y periodista quien, entre muchas cosas, fundó el diario El Peninsular.
A pesar de que hasta hace unos días, era uno de los transbordos más importantes de la Línea 1 que movía a millones de personas; con el cierre del primer tramo por renovación, que va de Salto del Agua a Pantitlán, dejará de tener tanta afluencia; sin embargo, es una de las estaciones más icónicas pues resguarda una zona arqueológica.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) la pirámide de Ehécatl, no es considerada una zona arqueológica debido a que no se encuentra registrada administrativamente con tal denominación; sin embargo, es una de las más conocidas por el público pese a su tamaño.
Sus proporciones son 10.7 metros por 7.6 metros por 3.7 metros y está bajo el resguardo del Sistema de Transporte Colectivo Metro (STC). Se asienta en un área de 88 metros cuadrados. Fue descubierto en 1967 tras los inicios del Metro, lamentablemente se vio afectado con la construcción, a pesar de eso se pudo recuperar la parte que hoy se encuentra exhibida.
El INAH informó que en la Dirección de Estudios Arqueológicos se encuentran los archivos donde se muestra el proceso de rescate y excavación que comenzó en 1967 a cargo del arqueólogo catalán Jordi Gussinyer; además posee una historiografía de cada elemento encontrado en el área y su ubicación geográfica exacta durante las obras de construcción del Metro.
“Una de las características del templo, es que cuenta con cuatro etapas o periodos de construcción estructural, similares a los del Templo Mayor y cuenta con una base circular que sirvió como pedestal para colocar la representación de la deidad en su parte superior”, explicó el INAH.
El templo formó parte de un extenso adoratorio ubicado en la calle de José María Izazaga y constaba de un patio de grandes proporciones, escalinatas en tres de sus lados, varios adoratorios colocados al centro, celdas habitacionales conectadas entre sí por canales y muros. Data del año 1400 y se encontraron también algunas piezas depositadas en su interior como ofrendas.
Es muestra de los rituales mexicas para Ehécatl y formaba parte del gran centro ceremonial de acceso a Tenochtitlán por la calzada Iztapalapa. La parte superior es la referente a Ehécatl.
El dios Ehécatl era una admonición de Quetzalcóatl que llevaba una máscara de viento, una prótesis bucal parecida a un pico de ave a través del cual soplaba a los vientos. Otro de los atributos más reconocidos era el pectoral llamado ehecacózcatl, que quiere decir “joya del viento”.
Éste soplaba para anunciar que venía la lluvia, de acuerdo con la leyenda del Quinto Sol, el astro y la luna estaban fijos en el cielo hasta que Ehécatl sopló hacia ellos y los puso en movimiento.
En 2009 entró a un proceso de conservación y restauración el cual duró tres semanas y fue con el objetivo de rescatar y asegurar la permanencia de la única estructura prehispánica bajo resguardo del Metro.
El mantenimiento se inició con una limpieza general, siguieron la restauración y sustitución de estucos y la consolidación de la estructura. Los expertos la cubrieron con cal natural para que fungiera como impermeabilizante.
Aunado a ello, se colocaron vitrinas informativas en sus costados y una exposición gráfica con la cronografía del hallazgo hasta el día de hoy.
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