Torre Bicentenario: qué pasó con el megaproyecto mexicano que dominaría el cielo de toda Latinoamérica

La Ciudad de México, y otras importantes ciudades del país, han decidido ser sedes de importantes edificios que destacan por su gran arquitectura, tecnología y altura. Y es que en la actualidad, existen diversos edificios que son considerados rascacielos, pues son bastante altos.

Por ejemplo, el edificio más alto de la capital es la Torre Mítikah, que se encuentra al sur de la Ciudad de México. Este edificio mide 267.3 metros, tiene 68 pisos, y cuenta con una superficie de 4 mil 799 metros cuadrados.

Otro de los edificios que se han convertido en todo un ícono de la capital es la Torre Reforma, ubicada en la avenida del mismo nombre, una de las más importantes de la Ciudad de México, e incluso, del país. Mide 246 metros, por lo que es posible verlo desde varias partes de la capital. Cabe destacar que, en 2018, la Torre Reforma fue elegido como el mejor rascacielos del mundo por parte del International Highrise Award. del International Highrise Award.

Otro de los edificios más altos e icónicos de la capital es Chapultepec Uno, también ubicado sobre Reforma. Éste mide 241.6 metros de altura, y cuenta con 58 pisos que ofrecen una vista increíble de la capital.

Sin embargo, a principios del milenio, en 2006, existió un proyecto que pintaba para ser uno de los rascacielos más impresionantes e icónicos de la capital, sin embargo, tuvo que ser cancelado. Se trata de la Torre Bicentenario, y sería el edificio más alto de México y de toda Latinoamérica para cuando se concluyera, en septiembre de 2010. De hecho, se pensaba inaugurarse justamente el 16 de septiembre de ese año. La Torre Bicentenario mediría 300 metros y contaría con 70 pisos.

El nombre tenía la intención de conmemorar justamente el centenario y bicentenario de la Revolución y la Independencia, respectivamente. El diseño de la torre asemejaba a dos pirámides por sus bases, pues el arquitecto elegido para realizarse, el holandés Rem Koolhaas, se inspiró en su diseño en la pirámide de Kukulcán, Chichen Itzá, declarada una de las siete maravillas del mundo.

La torre estaría destinada en un 85% a oficinas y el 15% restante sería empleado para centros de convenciones, además contaría con espacios públicos como restaurantes y auditorios. La torre también contemplaba un estacionamiento subterráneo para 6 mil 500 automóviles. El diseño estructural contaría con gran firmeza y rigidez, con un diseño especial para sismos y vientos, además, tendría un tragaluz que permitiría la conexión con todos los pisos y el ingreso de la luz natural. Cabe destacar que el arquitecto mexicano Fernando Romero y su empresa Free, fueron invitados como socios locales , participando también en el proceso del diseño.

La inversión sería de USD 600 millones, y se ubicaría justamente detrás de la fuente de petróleos, en la colonia Molino del Rey, en una superficie triangular de 3 mil 800 metros cuadrados. La fachada principal estaría mirando hacia la avenida Paseo de la Reforma.

Hubo varias razones por las que el edificio no se construyó. Una de ellas fue que el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) buscó impedir la construcción de la torre, ya que en el terreno se ubicaba el edificio Súper Servicio Lomas, cuyo valor artístico era considerado por dicha institución. Sin embargo, en 2010 el inmueble terminó por ser demolido por Grupo Danhos luego de ganar un amparo. Ese edificio fue diseñado por el arquitecto ruso-mexicano Vladimir Kaspé en 1948, y dicha obra representó un ícono del modernismo.

Por otro lado, la entonces delegación Miguel Hidalgo, destacó que en el predio en donde se pretendía construir la torre, el uso de suelo sólo permitía la construcción de edificios de no más de 20 metros, y esta torre superaba por mucho esa normatividad delegacional.

También los vecinos de la zona se opusieron, pues decían que la magnitud del edificio traería como consecuencia la deficiencia en servicios de energía eléctrica y drenaje, además, aseguraron que la torre acarrearía problemas con los vendedores ambulantes que proveerían de alimentos a los oficinistas que buscan comidas rápidas. También dijeron que habría problemas en la circulación local debido a la demanda de usuarios de la torre y no faltarían los “franeleros” que buscarían estacionar autos en las calles de Pedregal y aledañas.

También se opusieron los aviadores, pues decían que se corría el riesgo de algún percance con la torre, pues se encontraría en el trayecto de las aeronaves.

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