Son muchos los prejuicios que rondan a la comunidad que conforman las personas privadas de su libertad; si bien su estancia en penales o centros de reinserción social son producto de delitos que alguna vez cometieron, el tema pocas veces es abordado desde la raíz, es decir, la opinión pública tiende a juzgar a las personas que delinquen desde lo que conocen, más no desde su historia personal y las razones que motivaron sus conductas.
Si alguien ha dedicado gran parte de su tiempo y esfuerzo en comprender y poner en marcha programas que ayuden a este sector de la sociedad es la cofundadora de la organización civil Reinserta, Saskia Niño de Rivera. A lo largo de los años, la activista ha procurado visibilizar el verdadero problema que hay detrás de cada persona que se encuentra privada de su libertad en México para, de este modo, evidenciar la parte más vulnerable del tejido social y buscar alternativas que ayuden a la reinserción y a la prevención del delito.
Bajo ese tenor, Saskia Niño de Rivera ha visitado constantemente el Centro de Reinserción Social Femenil en el estado de Nuevo León, sitio en donde se encuentra recluida Magaly Sánchez, una joven que a su corta edad ha atravesado diversas circunstancias lamentables y que actualmente cumple una sentencia de 45 años de prisión. Fue a través de su cuenta de Instagram que la activista compartió fragmentos de la entrevista que le realizo a la mujer que, en su momento, llegó a ser sicaria para la organización criminal de Los Zetas.
Hablar de la historia de Magaly Sánchez implicó para Saskia Niño de Rivera adentrarse en el pasado la mujer ahora privada de su libertad. Desde un inicio, la joven se enfrentó al rechazo de su padre quien, en su afán de querer un hijo varón, reprochó a la madre de Magaly el nacimiento de su hija.
Gran parte de su infancia Magaly la vivió en Sarasota, Florida en Estados Unidos; la familia tuvo que huir después de que su padre cometiera un ilícito en Monterrey y buscara esconderse en el país norteamericano. Aunque por la nacionalidad de sus padres aprendió a hablar perfectamente español, hasta la fecha no recuerda mucho de esa etapa de su vida más que episodios negativos que la marcaron e impactaron directamente en el resto de su vida.
El padre de la joven era alcohólico y drogadicto, se dedicaba a las peleas de perros y a la venta de drogas. Su madre, por su parte, en el afán de mantener a su esposo descuidaba a sus tres hijos y los dejaba a cargo de un tío, hombre que ejerció violencia sexual en contra de Magaly cuando ella apenas tenía cuatro años de edad.
Por temor a sufrir más rechazo Magaly nunca habló; la mujer recordó que un día se atrevió a decirle a la directora de su escuela que su padre la golpeó, motivo por el cual tanto ella como su hermano llegaron a un albergue de infantes del gobierno estadounidense. Meses después sus padres lograron recuperarlos, pero las circunstancias seguían siendo las mismas pues con las adicciones de su padre y la indiferencia de su madre, la joven nunca logró tener una estabilidad emocional durante su niñez.
Magaly Sánchez quedó embarazada por primera vez a sus escasos 11 años, ¿el padre? un narcomenudista de más de 30 años al que su padre le debía una gran cantidad de dinero. Los ojos de la joven mujer se cristalizan a recordar aquel traumático primer encuentro en donde el sujeto le aseguró que su propio papá se la había regalado para saldar su deuda, no obstante, los abusos se convirtieron en situaciones frecuentes hasta que un día los síntomas del embarazo comenzaron a aparecer.
Magaly Sánchez dio a luz a su primer hijo cuando ella apenas tenía 12 años; el constante abuso y la violencia de la que había sido víctima siendo aún una niña le generaron un rechazo hacia su propio bebé pues, en realidad, la joven no quería ser madre y mucho menos de un niño que había sido producto de los múltiples abusos sexuales que sufrió a su corta edad.
Durante su embarazo, Magaly gozó de los lujos que su agresor -y en ese entonces pareja- podía proveerle al estar inmiscuido en el narcotráfico. No obstante los estragos de la violencia de la que había sido víctima comenzaron a reflejarse en su conducta hasta que en un acto de desesperación y coraje terminó por asesinarlo.
De acuerdo con su relato, la pareja se encontraba dando un paseo en un pequeño barco por la costa de Florida cuando Magaly tomó un cuchillo y lo apuñaló en repetidas ocasiones para posteriormente tirar su cadáver en el mar. Al llegar a la orilla pidió el apoyo de su padre, quien logró resguardarla y ayudarla a huir.
“No se de donde agarré un cuchillo, era uno con los que filetean los pescados que tienen el piquito así pa´ arriba. Lo agarré y me quedé pensando ‘si lo pico y me lo quita y me da en mi madr* pues ya ni modo pues ya me dio vea, y si lo mato pues chido one’. Como quiera yo ya me sentía muerta en vida, no perdía nada”, relato Magaly Sánchez en entrevista con Saskia Niño de Rivera.
La joven regresó a vivir con sus padres pero ante el incesante reproche económico optó por dejarle a su madre a su hijo y dejar la casa. Magaly Sánchez a sus 13 años de edad vivió un par de meses en la calle, dormía en un parque cuando una mujer la reclutó para vender droga, fue ahí donde comenzó a aprender todo acerca del negocio.
Al lograr ganarse la confianza de la mujer que la había recultado, Magaly Sánchez recibía cargamentos de marihuana, cocaína y piedra, droga que ella comercializaba y por la cual logró hacerse de su propio departamento a sus 16 años, asimismo ayudaba a su madre económicamente con la manutención de su hijo y su hermano pequeño.
Cumplidos los 17 años Magaly Sánchez llegó por azares del destino a Nueva York, sitio en donde conoció a Apocalypse un hombre afrodescendiente que formaba parte de una de las pandillas más populares y peligrosas de la Gran Manzana. A su lado, la joven mujer conoció el amor pero también las adicciones pues se vio envuelta en un consumo constante de heroína.
En su afán de salir de su adicción Magaly Sánchez regresó junto a su novio a Nuevo León, sitio en donde planeaba comenzar una nueva vida, no obstante, volvió a relacionarse con narcomenudistas de marihuana. Entre el embrollo que les provocó adaptarse a su nuevo hogar, la joven se dio cuenta de que estaba embarazada nuevamente de una niña.
Al nacer su hija, la relación con Apocalypse se desgastó al punto en que después de una violenta pelea el sujeto regresó a Estados Unidos, dejando a Magaly completamente sola con su hija. Una noche, la niña presentaba malestares de salud por lo que la joven mujer salió con su hija en la carriola a buscar ayuda médica.
No obstante, en el camino fue interceptada por un grupo de siete hombres a los que les compraba marihuana y, por malentendidos, le propiciaron una paliza en medio de la calle y nuevamente abusaron sexualmente de ella. Magaly recuerda mientras era golpeada alcanzó a ver como uno de los agresores se acercó a la carriola en donde su hija enferma yacía.
Tras la paliza, Magaly Sánchez se levantó con las pocas fuerzas que le quedaban y corrió con su hija en brazos a la clínica más cercana, sin embargo, cuando el doctor revisó a la bebé, ésta ya no contaba con signos vitales. Los médicos llamaron al Ministerio Público para dar parte de la muerte de la menor, y al ver a la joven golpeada y con la ropa desgarrada le preguntaron cómo habían ocurrido los hechos.
Magaly Sánchez relató a las autoridades lo que había pasado aquella noche, pero la respuesta de la Fiscalía General del Estado de Nuevo León únicamente la revictimizó y culminaron por determinar que la bebé había muerto por causas naturales, aún y cuando la joven contó una y otra vez que un hombre se había acercado a su hija mientras la golpeaban.
“Según yo me iban a ayudar y de nada me sirvió. Causa natural, así está en el acta de defunción de mi bebé, que fue causa natural y nadie tuvo la culpa, no pasó nada. ‘Váyase pa su casa, todavía está joven y puede tener más hijos’ me dijo el ministerial. Nunca se me va a olvidar”, relató Magaly Sánchez en entrevista con Saskia Niño de Rivera.
Tras la muerte de su hija y la indiferencia de las autoridades, Magaly Sánchez buscó los medios para hacer justicia con su propia mano, hasta que llegó la oportunidad perfecta.
Una tarde Magaly salió a una tienda cercana a comprar frituras cuando a lo lejos vio al hombre que le arrebató la vida a su bebé. Casi sin pensarlo, la joven tomo un picahielo -que la dueña del establecimiento utilizaba para mantener frías las bebidas que vendía- y se abalanzó sobre el sujeto causándole múltiples heridas que le provocaron la muerte.
Para su sorpresa, dicho hombre formaba parte de la célula delictiva de Los Zetas, quienes tras la muerte del sicario, rastrearon a Magaly Sánchez y la secuestraron para interrogarla y saber para quien trabajaba. Amarrada de pies y manos a un árbol, los altos mandos del grupo criminal amenazaron a la joven mujer quien, con su carácter ya forjado, les dijo que la mataran y les contó por qué había asesinado al sujeto por la que la perseguían.
Al escuchar su historia, uno de los líderes de Los Zetas convocó a una reunión de todos los hombres que tenía a su mando en la región; uno por uno desfilaron frente a Magaly y cuando por fin aparecieron quienes aquella noche la golperon, abusaron y mataron a su hija, el mismo alto mando de la célula delictiva los ultimó con un balazo en la cabeza.
Fue así como en pláticas con el líder de Los Zetas le ofrecieron a Magaly protección y respaldo dentro del grupo criminal, algo que a lo largo de su vida la joven nunca había tenido. Acogida por los sicarios, la mujer comenzó a participar en actividades de la célula delictiva como sicaria y secuestradora.
Autoridades del estado de Nuevo León aprehendieron a Magaly Sánchez durante un operativo que realizaron en una de las casas de seguridad de Los Zetas, misma en donde tenían secuestrado a un joven a quien pretendían sacarle información necesaria para la organización criminal.
La carrera delictiva de Magaly culminó ahí y ahora enfrenta una sentencia de 45 años en prisión por los delitos que cometió que, aunque no son justificables, su historia revela las lagunas sociales de un Estado fallido que ha dejado de lado las necesidades de los niños, niñas, adolescentes y comunidades vulnerables.
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