Uno de los personajes más llamativos y emblemáticos de la historia de México, es José Doroteo Arango Arámbula, quien es mejor conocido como Pancho Villa. Él se llegó a convertir en un ícono de la lucha revolucionaria en México, gracias a su valentía y liderazgo.
Villa fue el líder de un gran ejército conocido como la División del Norte, y ha sido el único mexicano que ha invadido a los Estados Unidos, en marzo de 1916. Además, el Centauro del Norte odiaba el alcohol, a tal grado que llegó a imponer Ley seca a los miembros de su ejército. Villa atribuía el origen de la mayoría de los problemas de los hombres al alcohol, por eso no le gustaba. En cambio, se cuenta que tenía como bebida favorita a la malteada de fresa.
Villa junto a Emiliano Zapata, se convertirían en grandes referentes de la lucha armada que comenzó al querer derrocar del poder al dictador Porfirio Díaz, quien llevaba 30 años en el poder.
También fue actor de cine, pues la Mutual Film Corporation, a cargo de Harry Aitken, le ofreció firmar un contrato por USD 25 mil, una pequeña fortuna para la época, y el 20% de los ingresos por taquilla para rodar dos películas. Una de ellas sobre la batalla de Ojinaga y otra más biográfica, donde el propio líder haría de sí mismo en la adultez, que se llamaría Vida del General Villa. El actor Raoul Walsh, que se convertiría en un director de películas de aventuras, haría del protagonista en su juventud. El productor era Frank Thayler.
A lo largo de su vida, Villa fue entrevistado en algunas ocasiones. Era normal que despertara morbo en las personas, y que los periodistas quisieran saber cómo era la vida de un “héroe” revolucionario, qué pensaba de algunas cosas, cómo había crecido, cuál era su día a día.
Uno de los periodistas que logró entrevistarlo, fue Regino Hernández Llergo, quien era reportero del periódico El Universal. En la entrevista, que se llevó a cabo en 1922 y se publicó en siete partes en ese diario, Villa habló de varias cosas con el prestigioso periodista. En ese tiempo, Villa ya estaba retirado, y era toda una leyenda viviente.
El reportero viajó hasta la Hacienda de Canutillo, residencia de Villa, para llevar a cabo la entrevista. En una parte de ella, Hernández Llergo narró que visitaron la iglesia de dicha hacienda, “o lo que quedaba de ella”. Explicó que en ese momento dicha iglesia funcionaba como expendio de víveres para los trabajadores, así como almacén para recursos como gasolina o alimentos, y que había visto “liebres recién abiertas”.
Al entrar a la iglesia, el periodista se quitó el sombrero, en señal de respeto. Ante esto, Villa le preguntó si era fanático, a lo que Hernández Llergo respondió que “fanático no, pero católico sí”.
Sin necesidad de preguntarle, Villa narró que cuando llegó a la hacienda de Canutillo pensó en reparar todo, menos la iglesia. “La iglesia no la he tocado, pero tampoco la he destruido. Está como me la entregaron”. De igual manera, sin preguntarle, Villa dijo que “yo no soy católico, ni protestante, ni ateo... Yo soy Libre pensador. Yo solo creo en un poder sobrehumano, pero me gusta respetar todas las creencias. Lo mismo respeto al que es católico, como al que es protestante, como al que no tiene religión”.
En la entrevista, Villa confesó que desde niño evitaba confesarse con los curas, “porque sé que es un hombre de negocios como cualquier otro (...), un hombre como yo, al que no le interesan mis intimidades”, declaró.
Dijo, entre risas, que “sería fiel a una religión que no me hiciera tonto”, y concluyó mencionando que “el clero es una de las más grandes calamidades de mi raza, pero hay que respetar todas las creencias”.
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