La civilización maya es reconocida por sus avances arquitectónicos, matemáticos y astrológicos. Su gran desarrollo en esas áreas ha generado interés por otros aspectos de su vida como sus costumbres, política y educación. Sin embargo, hubo un factor que por mucho tiempo no fue considerado digno de estudio: la sexualidad.
Muchas prácticas sexuales de las civilizaciones prehispánicos eran tabú, por lo cual muchos objetos alusivos al sexo permanecieron ocultos. Un ejemplo de ello, es una colección proveniente de la Huasteca y del área maya, que fue resguardada en un “Salón Secreto” del antiguo Museo Nacional en la década de 1920, según información del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Pero, en años recientes los investigadores han revelado los secretos de la vida íntima de los mayas. Esculturas, ilustraciones y textos han sido pieza clave para entender la dualidad en su sexualidad que por un lado se caracteriza por la fluidez de la identidad sexual y por el otro por el secretismo que rodeaba algunos de sus prácticas.
Uno de los aspectos que más llama la atención es que las relaciones homosexuales eran frecuentes y comunes. Pero tenían una dimensión ritual, pues eran un rito de paso que representaba la transición de niño a hombre. La situación era contraria en la sociedad mexica, donde la homosexualidad, el travestismo y la prostitución eran vistas como transgresiones sexuales que únicamente eran permitidas en rituales y festejos específicos.
La masturbación también tenía un vínculo espiritual, de acuerdo con los especialistas Stephen Houston y Karl Taube, los hombres mayas se masturbaban ritualmente para fecundar la tierra, la cual era considerada como un símbolo de femineidad en algunas culturas precolombinas. Las representaciones de este acto han sido encontradas principalmente en las cuevas ya que, según el investigador Carlos Navarrete, en su cosmovisión las cavidades eran el lugar donde la semilla masculina fecundaba. Además, los especialistas han señalado que hay indicios de que los mayas utilizaban objetos sexuales de madera con formas fálicas.
En cuanto el papel de la mujer en el sexo, según el doctor Félix Báez-Jorge, era el de ser un depósito de energía que oscilaba entre la vida y la muerte. El especialista también ha reafirmado que era vinculada profundamente con la tierra, que en la concepción mesoamericana tenía los mismos atributos.
Pero, pese a que la sexualidad maya era fluida, lo cierto es que no era representada de forma explícita. Acorde con un artículo de Houston y Taube: “Tales actos más bien se insinuaban de manera sutil: dos cuerpos enfrentados, la mujer inclinada hacia atrás, un hombre tocando un pecho, las rodillas de la mujer ligeramente abiertas”, es decir, que los detalles de la consumación se representaban pocas veces. Aunque hay algunas excepciones de ilustraciones donde aparecen dioses ancianos copulando con diosas jóvenes o cautivos de guerra con falos exagerados.
La forma en que se referían al sexo también indica que no era un tema tratado explícitamente. Por ejemplo, en Códice de Dresde se hizo referencia al acto sexual mencionaban a la deidad femenina, la consorte o atan de las deidades masculinas. Esto pese a que en su lenguaje habían palabras específicas para hablar de ello, tales como ka, que significa cópula o tsay, un término del maya yucateco que en español es “unión pegajosa”.
Cabe recordar que la sociedad maya se desarrolló principalmente en México, en los estados de Chiapas, Tabasco y en la península de Yucatán.
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