El padre es una figura que tiene mucho reconocimiento en el mundo. No sólo por ser, supuestamente, la cabeza de la familia, sino porque a lo largo de la historia universal recae en él el compromiso del cuidado, incluso hasta en la mitología.
Y aunque en México se dice que tenemos madre, también se debe de reconocer que nos hace falta un papá. Muchas personas coinciden que es común su ausencia, tanto física como económica y hasta ideológica, pero a pesar de ello sigue originando un muy marcado machismo en nuestro país.
En una entrevista que Infobae México hizo a la escritora Alma Delia Murillo, comentó que es una imagen tan pesada que incluso se debe de obedecer, aunque no esté con nosotros.
“La figura del padre es universal, arquetípica, gigante, monolítica, pesada. Casi siempre obliga a soportarla o mirarla con un respeto absoluto, pero como dice Guillermo del Toro “Pero soy mexicana” y ser mexicana implica esta cultura brutal, donde por un lado el padre está ausente”, mencionó Alma Delia Murillo.
Es así como Alma menciona que “en este país todos somos hijos de Pedro Páramo”, porque México tiene la ausencia de padre y para este libro Alma confesó que hay datos en donde dicen que hay un “40 por ciento, de los hogares mexicanos, que no hay papá”.
Aunque una de las sorpresas que reforzó más su investigación fue que “ocho de cada diez que la han leído o que me han entrevistado me han dicho: yo, como tú, tengo un papá que se fue; yo, como tú, mi padre era alcohólico y eso implicó una ausencia, o, como tú, a mi sobrina le inventamos que era hija de mi mamá. Eso me tiene alucinando”.
Es así como en su nuevo libro La cabeza de mi padre empezó a reflejar ese sentimiento de poder buscar al suyo y con solo una fotografía hace su investigación, alrededor del país, solo que esa construcción de una familia perfecta fue la que impidió en algunas veces, que ella sintiera vergüenza muchos años de su vida.
“Mamá, papá, hijos, mascota, casa con jardín y vacaciones en navidad. Eso nos hizo sentir a todos los que no teníamos eso que éramos los raros, los inadecuados, los que no estábamos en lo correcto”.
“Esa es la anomalía ¿quién sabe cuántas familias haya con mamá o papá, viaje de navidad, perro y jardín?, pero son las menos. Somos mucho más las que estamos del otro lado”, confesó Alma.
El descubrimiento de esta ´no relación con el padre´ ayudó mucho a la escritora en “ir rompiendo el paradigma”, ya que en realidad son más los hombres que hablan del padre y no las mujeres.
“Me gusta sentir que es como si mi relato tuviera el coro muy grande, de muchos que me dicen yo también”, reveló.
Los hijos de Pedro Páramo
Al decir que somos los “hijos de Pedro Páramo” nos remonta a saber que dentro del libro de Juan Rulfo no hay ningún padre para su personaje, ese que está muerto y que nadie le ha dicho.
Por esa razón Alma menciona que esa frase “era inevitable”, es la “voz colectiva de este país”. En donde su casa tenía algo de Comala, porque “mi padre estaba muerto, pero estaba vivo” con todos los comentarios que llegaban a partir de su madre, quien lo traía de vuelta al hogar y mostrando la ausencia de éste.
En el relato también hay otro personaje que es el de millones de mexicanos y es la madre, “millones infinitos de madres mexicanas que están criando solas porque el padre se fue, como decía mi mamá: yo soy ´mapá´, y lo que eso configura”.
“Está muy cabrona la exigencia sobre una madre, la mía, que crio a ocho, ella ¿cómo pudo?”, cuestionó Alma.
Esto permitió a Alma ver a su madre “como mujer más que como madre”.
“Pienso que hago un relato de una mamá que se ha de parecer a muchas otras que pasaron por situaciones límite, de desesperación, que renunciaron a sí mismas, para criar y renunciaron a la posibilidad de una pareja, enamoramiento, un montón de cosas”.
De igual forma hace pensar en el papel del padre que se ausenta de su familia y a pesar de que este se vaya a vivir a un lado para trabajar “está permitido y casi incentivado que los hombres hagan lo que quieran”.
“Imagínate, una madre que abandona es monstruosa, inhumana, no tiene entrañas, es castigable, es un criminal y estos millones de padres que se han ido no pasa nada”, confesó.
También, ante la falta del padre llega a ver una ausencia emocional porque “aunque los padres no abandonen y se queden ahí, son proveedores” y esto se ha desarrollado desde hace muchos años, porque “siempre se ha mencionado que los hombres no son seres emocionales y las mujeres sí”.
“Yo creo que en la novela le doy con todo y por todos lados a la estructura de la familia, estoy desmontando, criticando y aguijoneando esa idea de la familia porque no funciona. La experiencia humana está muy lejos de esto que se plantea como ideal”.
La vergüenza y las verdades a medias son esos elementos que genera la literatura que Alma Delia Murillo busca y escarba en los recuerdos, pero no de ella, sino de esos elementos que todos los mexicanos se identifican y que a su vez se encuentran y les duele, no les gusta.
“Yo porque soy muy terca y lo mío es, pero por eso no buscamos porque duele, porque a lo mejor lo que te encuentres te va a doler”.
A pesar de que la novela la vivió en el 2016, dejó unos años de espacio para poder terminarla “porque todo punto de vista requiere una distancia y como narradora necesitas esta distancia para lo que quieres contar, pero casi te diría que es la historia que siempre he querido contar toda mi vida”.
“En términos personales ha sido increíblemente reparador, me ha permitido reconstruir la novela a lo que le llamo renacimiento narrativo”, concluyo la escritora al resumir su año de pandemia en este viaje narrativo de autoconocimiento y exploración de su propio pasado y raíces.
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