Hace exactamente cuatro años, la mañana del domingo 17 de junio de 2018, la Ciudad de México despertó con una escena escalofriante que evidenció la nueva realidad del narco en la capital: los restos de dos hombres cortados en pedazos fueron abandonados sobre el puente vehicular de Nonoalco, en el cruce con Avenida Insurgentes, al norte de la capital.
La espiral de extrema violencia y salvajismo en la metrópoli ya había comenzado a crecer desde una década antes, en diciembre de 2007, con el hallazgo de dos cabezas que pertenecían a dos empleados de la empresa Jet Service, encontradas en las inmediaciones del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), pero nunca se había visto nada como lo de Nonoalco.
Manos, piernas, cabezas, brazos, orejas y troncos fueron dejados en pleno carril confinado del sistema de transporte colectivo Metrobús. El hallazgo ocurrió poco después de las 5 de la mañana, a través de las cámaras del C5. Al día siguiente, cerca de las 18:40 horas, un policía de Tlalnepantla, Estado de México, reportó el hallazgo de una “máscara de piel” al interior de una bolsa negra en San Juan Ixhuatepec, ligada también con los descuartizados de Nonoalco.
Los autores del ataque colgaron una manta en la parte alta del puente, que advertía: “Empezó la limpia”. Aquello reveló lo que muchos ya sabían, pero que las autoridades continuaban ignorando: que la Ciudad de México ya era el escenario de una guerra entre organizaciones criminales que se disputan el control de la venta de droga y otros negocios ilícitos.
En ella también apareció la foto de la persona a la que iban dirigidas las amenazas: Jorge Flores Concha, alias “El Tortas”, líder de la Fuerza Anti-Unión, por lo que no fue difícil suponer que los autores habían sido integrantes de La Unión Tepito, el cártel antagónico.
Más tarde las víctimas fueron identificadas y se supo que la mitad de los restos humanos pertenecían a Alfonso Delgado Pérez (32), un hombre que había ingresado a prisión en 2009 por el delito de robo de vehículos. Semanas antes había sido reclutado por la organización de “El Tortas”.
La segunda víctima era un joven de 19 años: José Francisco de Jesús Oropeza. De acuerdo con capturas de pantalla de Facebook, poco antes de que aparecieran sus restos su hermana había publicado el siguiente texto: “Amigos y familia, les quiero pedir un favor, si han visto o saben algo de mi hermano les pido de antemano que me den aviso ya que lleva 48 hrs de desaparecido…”.
Antes de formar parte de la Fuerza Anti-Unión, Jesús Oropeza se dedicó a asaltar transeúntes y automovilistas e incluso formó parte de La Unión Tepito. Fue identificado por un tatuaje de una máscara antigás que tenía en uno de sus brazos. El periodista Héctor de Mauleón reportó en junio de ese mismo año que José Francisco era integrante de una banda delictiva integrada por adolescentes y otros jóvenes dedicada al robo con violencia en la zona.
Detalló que el grupo de adolescentes vivía en una vecindad localizada en el número 36 de la calle Pensador Mexicano. El grupo de jóvenes estaba conformado por Sabrina Armanda, Cristian Jovani, Fernando Yair, Carlos Arturo, Perla Anel, José de Jesús, Roberto, Flavio, y Héctor. En los meses anteriores perpetraron por lo menos doce asaltos a transeúntes y vehículos. Su líder era una pareja de esposos llamados Guadalupe Mateo y Magia Guadalupe.
Sin embargo, la banda cometió tantos atracos que las autoridades tuvieron que intervenir en su zona de operación con operativos y más cámaras de vigilancia, por lo que el grupo de adolescente decidió trasladarse a Plaza Garibaldi, un territorio en disputa entre La Unión Tepito y su némesis.
Parece que ahí comenzaron a trabajar para " La Unión Tepito”, entonces liderada por Roberto Moyado Esparza, alias “El Betito”. Jesús Oropeza, también apodado “El Manchas”, tenía la orden de proteger a los distribuidores y ayudarles a repartir drogas en la colonia Guerrero y la zona de Garibaldi, uno de los lugares más emblemáticos de la capital.
El problema fue que “El Manchas”, por alguna razón, decidió cambiarse de bando y empezó a juntarse con miembros de la llamada Fuerza Anti-Unión. El viernes anterior al hallazgo de los restos descuartizados fue “levantado” por sus antiguos cómplices en la zona centro de la capital. Desde entonces no se supo más de él hasta esa fatídica madrugada del 17 de junio.
El crimen se coordinó en la alcaldía Álvaro Obregón y se cometió poco antes de la medianoche del 16 de junio en un departamento de la Unidad Habitacional El Rosario, en la alcaldía Azcapotzalco, al noroeste de la capital. Alfonso y José Francisco fueron golpeados y amarrados de las extremidades, mientras varios hombres los golpearon salvajemente con palos y trozos de madera. Posteriormente los descuartizaron y llevaron sus restos a una de las avenidas más transitadas de la capital.
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