Aunque el COVID-19 parece estar controlado en muchas partes del mundo, siguen surgiendo interrogantes sobre los efectos que ocasiona a largo plazo. Recientemente, han llamado la atención casos de hombres que presentan disfunción eréctil tras haberse contagiado con el virus.
Las publicaciones de la revista Nature o del The New Yok Times han sido de las más destacadas sobre el tema, señalando que hay algunos estudios tratando de encontrar la conexión entre la disfunción eréctil y el coronavirus.
Por otro lado, Julián Alcalá Ramírez, académico del Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), señala que “es imposible establecer una relación entre ambos, ya que el número de pacientes que ha participado en los estudios respectivos no es lo suficientemente numeroso, además de que otros factores –sociales y psicológicos– podrían estar influyendo”.
Recordó que el COVID-19 es muy complicado, pues inicialmente se encontró que inflamaba las vías respiratorias y de forma más delicada los pulmones, aunque con las investigaciones posteriores descubrieron que “tiene la capacidad de inflamar prácticamente cualquier parte de tu sistema -casi, casi hasta las pestañas-, como complicación o como secuelas, que son dos cosas distintas”.
Además, dijo que es complicado asociarlo con la disfunción eréctil porque el virus SARSCoV- 2 ha seguido mutando alrededor del mundo y cada una de estas ataca de forma distinta, por ello es que considera que hay otros factores importantes que podrían estar influenciando el padecimiento en varones.
La sociedad y la psicología
Dijo que para que un hombre tenga una erección saludable es necesario que cuente con un buen flujo sanguíneo, además de que su sistema nervioso y sus niveles hormonales sean los ideales, especialmente el de testosterona “que se asocia con el deseo, tanto en los varones como en las mujeres”.
No obstante, una persona puede cumplir con todos estos requisitos orgánicos y aun así padecer disfunción eréctil. Por ello, recalca Julián Alcalá Ramírez, es imposible desligar el factor social o psicológico de esta afección sexual.
“La pandemia, que nos llevó a un largo periodo de confinamiento, también incrementó la violencia familiar y de pareja. Puedes estar perfectamente en lo cardiovascular, pero si está afectada la parte que despierta el deseo sexual, no hay erección. El confinamiento generó estados de depresión, de crisis de ansiedad. Dejaron de acudir a reuniones, porque era lo conveniente, pero pierden un deseo de la vida y una parte del deseo de la vida está en la actividad sexual”, subraya el académico.
Además, refirió que hay un “área gris” en donde se conecta el organismo con la mente, ya que se han hecho estudios en que “se les da placebo (a los pacientes) y dicen ‘sí, ahora tengo muy buenas erecciones’, sin embargo, no está tomando medicamento con un principio activo, entonces… ¿hasta dónde es lo físico y hasta dónde es el papel psicológico sugestivo de algo?”
El sedentarismo
El sedentarismo ante el confinamiento de los últimos dos años podría ser otro factor a considerar, ya que muchas personas ganaron o perdieron peso y el deseo es la atracción que te despierta la pareja, la cual, por supuesto, también es física.
“Podemos decir entonces que, por asociaciones secundarias, si una persona se quedó con una lesión neurológica –tras tener COVID–, a lo mejor esto sí afecta su desempeño sexual… No podemos brincar a la disfunción eréctil si antes no determinamos otro tipo de problemas, por ejemplo cardiacos o vasculares”, concluyó el especialista.
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