Oda a la vida, Oda a la alegría

La obra de Gustavo Dudamel ha recordado que la música también se puede sentir, que es posible marcar a señas las notas y que las manos pueden ser un bello instrumento más

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(Foto: EFE / Nohely Oliveros)
(Foto: EFE / Nohely Oliveros)

Beethoven es seguramente el compositor de música clásica mas conocido en el mundo, ha contagiado y evocado diferentes movimientos, su música ha sido usada en casi todo, desde comerciales, musicalizado películas, ha inspirado villancicos y sus temas son parte fundamental de nuestra vida diaria.

Hemos podido crear una onomatopeya y con tan solo escribir TA-TA-TA-TAAAAAAAN nos evoca a la 5ta sinfonía, en su primer movimiento. Beethoven tuvo la virtuosidad de hacernos siempre pensar en él, de escuchar aquello que un momento poco escucho, de hacernos sentir maravillosas vibraciones, porque que es mejor acto de apatía que podemos definir, el trasmitir de la manera correcta las emociones, el romanticismo.

El Maestro Gustavo Dudamel ha puesto a Beethoven en un peldaño muy difícil de superar, primero con la puesta en escena con doble elenco Fidelio donde nos reafirmó que la música se puede no solamente escuchar sino también sentir, que las notas también se pueden decir con señas y que las manos son un bello instrumento del cual nos podemos enamorar.

Dudamel es seguramente es director latino joven de orquesta mas influyente en la costa oeste en Los Estados Unidos, sus tentáculos tienen presencia en La Opera de Paris, donde ha estremecido al público especializado europeo. Gustavo nos enseña la validad de los sueños, de aquel entusiasta estudiante del Sistema del Maestro Abreu, al multipremiado director de orquesta en Los Ángeles, California.

La Filarmónica de Los Ángeles conserva un programa de comisiones de música contemporánea con la oportunidad de nuevos talentos tengan un lanzamiento en todos lo sentidos, cual es el caso que en este momento se tuvo la presentación de dos obras que destacan por su excelente composición. Se trata de Gonzalo Garrido-Lecca con Esperanza y Francisco Cortes-Álvarez con La Serpiente de Colores.

Ambas obras gozaban de la premier mundial y comisionadas por LAPhil. Gonzalo Garrido-Lecca (1975) es un compositor peruano que goza de gran prestigio en los circuitos de música contemporánea, sus composiciones evocan al dinamismo y el misticismo que reina en estos momentos en la música actual.

En el caso de Esperanza es una pieza que se sumerge en tres breves pero reafirmados momentos, el primero Reencuentro, le sigue una remembranza y remata con un porvenir pareciera que nos evoca a un ciclo, donde incalculables veces caemos en un abismo sin salida. Así es la esperanza, suprimida en el optimismo, reprochada en los estadios mas desesperados del ser humano, esta obra lo detalla muy bien.

El recordatorio constante al que nos evoca La Serpiente de Colores es naturalmente a Sensemayá de Silvestre Revueltas, con una apreciación al modernismo, pero con una constante intriga, entre el shh, ahhh, la serpiente de colores se mueve es una pieza que se caracteriza por constantes apariciones, como si se tratara de hipnotizar, es creciente y la presión crece, es un placer extraño.

(Foto: EFE / Etienne Laurent)
(Foto: EFE / Etienne Laurent)

Francisco Cortés-Álvarez es un compositor, músico y productor que se destaca por sus trabajos realizados en la alta escena de la música académica en México, es egresado de la UNAM y a tenido participación en un sin números de números, discos y conciertos. Actualmente goza del prestigio que le otorga el premio Morton Gould y el premio a Composición que otorga The Jacob Druckman Orchestral.

La tarde de Domingo en el Disney Concert Hall se cerró con la aparición imponente de la 9na sinfonía de Beethoven en D Menor OP. 125 para orquesta, coro y 4 solistas. La pieza se conforma de 4 movimientos y tiene una duración de 90 minutos. El reparto se distinguía con la presencia de la soprano, de Trinidad y Tobago Jeanine De Bique; la Mezzo, Tylor Raven; el tenor, Issachah Savage; y el bajo, José Antonio López; acompañados por el Máster Coro de Los Ángeles y dirigidos al unísono del Extraordinario Maestro Gustavo Dudamel.

Comienza la pieza con su primer movimiento Allegro Ma Non Troppo, un poco maestoso en el escenario se han acomodado de izquierda a derecha, los violines primeros, le siguen los contrabajos, el cello, las violas y en otro extraño los violines segundos, remarcando un acomodo que le da amplitud a las manos de Gustavo.

El tema se anuncia, de las primeras notas escucharemos esa melodía más de una vez, traslapada bajo otros sonidos, topa cimientos es esos timbales que explotan en definidas ocasiones, cuando el tema regresa y se desdobla. En eso estamos cuando nos proyecta a un paisaje irresistible, pero la paleta de colores esta bien definida, entre la claridad de los azules y temporalidad de algo de desata grandeza, pero no se desenvuelve por completo.

En el segundo movimiento lo enmarca la energía un abrupto pero hermoso pasaje, que se suaviza con las cuerdas que van creciendo y se entrelazan con las maderas que, crecen y crecen y rematan en cuartizos arqueos de las cuerdas, las figuras de las maderas son propias y festivas, pero se detienen ante la caída y después crecida de lo antes mencionados es un ciclo de sube y baja cual niños que nos emociona mantenernos en movimientos.

Para el tercer movimiento la melodía te hipnotiza, te mantiene entre cantos de sirenas, pero la fuerza del mar es todavía mas fuerte y entre torbellinos te regresa a espacios ya conocidos, esto es un devenir, siempre pasa, siempre regresa. Este movimiento le hace honor a su nombre Adagio molto e cantabile.

La entrada de los solistas se vislumbra en un lugar especial entre la parte superior de filarmónica y el coro, este es el primer aviso, el cuarto movimiento comienza, con un repunte de los metales con ese corno francés, las curdas graves entre el cello y el contrabajo acentual el carácter de la pieza, no es un inicia simple, es difícil asimilar lo que esta por venir, pero créanmelo que mientras mas nos acercamos, estamos mas cerca de nuestra intensión.

(Foto: EFE / Andrea Kosters)
(Foto: EFE / Andrea Kosters)

De un momento a otro se nos descubre el tema aquel que entonábamos como el Himno de la Alegría, en aquellas notas que van desenvolviendo como cuando éramos niños y desciframos las sorpresas de los obsequios que se de nos daban durante las celebraciones, en la que éramos festivos.

El barítono lo anuncia Freude! Freude! (¡alegría, alegría!) hagamos notas más agradables que conmemoren la hermosa chispa de la hija de Elysium, entre las voces yuxtapuestas de los solistas sobre el coro, se completa la pregunta ¿Quién hizo el gran éxito?, ser amigo de un amigo, contemos a la amistad.

En una marcha, le termina un coral en la cual se reafirma como ser un empedernido de la alegría, que hagamos senderos de rosas, seamos felices como vuelan los soles, seamos parte de un beso para el mundo entero, sobre un cielo estrellado.

La sinfonía se cierra entre sonidos festivos que crecen, crecen y ven de un lado a otros, como confetis que caen sobre personas que se abrazan en pleno año nuevo, así deberíamos de celebrar siempre, felices y juntos como hermanos.

¡Cantemos y cantemos a la alegría, seamos felices pues!

Moisés Campos (1989) estudió la licenciatura en Economía en la Universidad de Guanajuato, especializándose en Economía Creativa y en el estudio del Mercado del Arte. Se ha desempeñado en el desarrollo de emprendimientos culturales, creativos, desarrollo de proyectos colaborativos. Es columnista y cubre la escena cultural en Los Ángeles California.

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