Ángel Domínguez Ramírez Jr. había soñado con servir a la Marina de Estados Unidos y se preparaba para ello, pero un fatal accidente en que murieron sus hijas arruinó los planes: sufrió la pérdida, buscó trabajo, se esforzó y finalmente fundó el Seguimiento 39, organización del narco que conjuntó a los cárteles más peligrosos de México.
Las investigaciones señalan que logró acuerdos entre facciones enemigas, pues con el exagente naval, los criminales privilegiaron el negocio antes que la violencia. Lo mismo concertó con el Cártel de Sinaloa, los Beltrán Leyva, Cártel Jalisco Nueva Generación, Cártel del Golfo y los Zetas, hasta las autoridades más corruptas en máximos niveles de Seguridad.
El hombre de doble nacionalidad mexicana y estadounidense escaló a lo más alto de los cabecillas del narcotráfico. Pero su defensa en la Corte del Distrito Sur de California contó que el caos en su vida se decidió por esquivar a un ciervo en la carretera, según expedientes judiciales consultados por Infobae México.
Domínguez Ramírez fue condenado a 195 meses de prisión la semana pasada por liderar el Satélite Grupo Élite 39, el Seguimiento 39 y/o la Empresa, organización internacional dedicada al tráfico de toneladas de cocaína desde Sudamérica a México y, finalmente, al mercado negro de Estados Unidos.
Sueño que se convirtió en pesadilla
El viaje del capo comenzó como un migrante más, proveniente de una familia que buscó el sueño americano al partir desde Puebla, de acuerdo con el memorando de sentencia de su defensa. Desde sus ocho años, relató la defensa, el pequeño Domínguez Ramírez imaginó que podía ingresar a la Armada de los Estados Unidos.
Todo cambió el 29 de noviembre de 1994. Para ese entonces ya había servido cuatro años como infante de la Marina y se encontraba en un periodo de extensión de seis meses en espera de reincorporarse para iniciar entrenamientos en el cuerpo de Operaciones Especiales al que fue admitido.
En el documento revisado por este medio se narra el día fatídico que determinó el rumbo de una carrera prometedora. Aquella tarde, el sargento Domínguez Ramírez había salido de trabajar de la oficina de administraciones de Carolina del Norte, donde se encontraba instalado.
Ya estaba divorciado de su primera esposa y había ganado la custodia física de sus hijas, Sayra y Dianna, quienes tenían 4 y 3 años. Era un padre soltero que también asistía a la universidad local para seguirse preparando. Como cualquier otro día, la familia iría a casa, cenarían y el padre de las niñas se encargaría de bañarlas para que después descansaran.
El marino conducía por un tramo rural cerca del bosque, cuando a la distancia cruzó un ciervo e intentó esquivarlo, por lo que se desvió, perdió el control del auto y volcó en el agua, debajo de un puente. Una persona escuchó el accidente y pidió ayuda.
Aunque Domínguez Ramírez pudo liberarse y sacar a sus hijas, todos fueron trasladados gravemente heridos al hospital. De ese episodio, el acusado relató que lo último que recuerda es haber preguntado por Sayra y Dianna. Pero cuando despertó, un sacerdote se encontraba a su lado y entonces supo que las pequeñas no sobrevivieron.
“La muerte de sus hijas ese día y sus propias lesiones médicas graves cambiaron para siempre su vida”, argumentó su defensa liderada por Nancee S. Schwartz.
El marino pasó seis meses en el hospital y 30 días en la unidad de cuidados intensivos. Fue intervenido con 20 cirugías para reparar su pie y rodillas con injertos óseos, musculares y de piel. Finalmente fue dado de alta en octubre de 1995 con incapacidades permanentes para alguien que deseaba seguir en la Armada estadounidense.
Regresó a Roma, Texas, donde creció para comenzar de nuevo. Volvió a casarse y formar una familia de la que nacieron tres hijas más. Con meses de rehabilitación quiso buscar trabajo, pero todo se frustró nuevamente.
De Puebla a la huida hacia Estados Unidos
Ángel Domínguez Ramírez nació en Puebla en 1972. Su madre, Hermelinda, era ama de casa y su padre, el señor Ángel Domínguez, era un ingeniero químico. Cuando Ángel tenía dos años, su papá murió en una explosión de la refinería donde trabajaba.
Sus abuelos paternos intentaron quedarse con la custodia del niño y su hermana, pero su mamá no lo quiso y se mudó de la entidad poblana. Con el dinero del seguro viajó al norte de México y, años después, la señora consiguió los documentos necesarios para traspasar a Roma, Texas.
Era 1980 cuando la familia inició su sueño americano. Los menores ingresaron a la escuela y el joven comenzó a trabajar a los 13 años en labores de construcción, así como la carpintería. Por esos trabajos ganaba 20 dólares semanales para ayudar en los gastos del hogar.
En la secundaria participó en los equipos de béisbol, boxeo, pista y campo. Era aplicado, señala su abogada, pues también fue presidente de un programa de preparación para el trabajo, además de otro que le valió obtener una beca universitaria.
Al graduarse de la preparatoria se casó con su novia de la escuela. Después se alistó en la Marina de Estados Unidos y la pareja procreó a Sayra y Dianna. Pero finalmente se separaron y la custodia quedó con el integrante de la Armada. Se valía por si mismo pero le quedaba seguir en la dependencia naval.
La caída en el narco
Luego de la pérdida de sus hijas, Domínguez Ramírez necesitaba un bastón para caminar. Pese a que lograba estar de pie, solo lo podía hacer por tiempo limitado. Contrario a malestares en batalla, las autoridades norteamericanas aceptaron que el dolor era por el accidente de 1994.
El exmarino no pudo encontrar empleo en la ciudad fronteriza de Roma. La abogada especificó que su representado se sintió abandonado e impotente por no poder mantener a la familia, como lo había hecho anteriormente. Eso pegó en su autoestima.
Fue así como accedió a entregar un cargamento de marihuana luego de que fuera cruzada desde Tamaulipas. Tenía 27 años y fue interceptado por la policía local. Entonces se declaró culpable y estuvo bajo custodia durante 13 meses. Salió de prisión en 1998.
Después, él y su cuñado comenzaron con una pequeña empresa de construcción, consiguieron contratos para viviendas de personas de la tercera edad y todo parecía prosperar de nuevo. Ayudaba a los arquitectos con diseños, tenía un trabajo estable, pero en 2007, el mercado inmobiliario colapsó y la compañía se fue a la quiebra.
El ciudadano estadounidense cruzó la frontera otra vez. Buscó oportunidades en México, donde un primo suyo que era arquitecto lo apoyó. Sin embargo, pronto se involucró en el negocio de la marihuana y la cocaína de contrabando. Recayó en las actividades ilegales para mantener a su familia.
Todo lo que quería era ser un marino y servir a su país. Y lo intentó. Pero circunstancias fuera de su control, cambiaron su viaje
Tras el accidente dejó de importarle el rumbo de su vida. No previó las consecuencias ni buscó asesoramiento con especialistas para tratar el trauma. Cuando le dolía el pie, solo recurría a las drogas y el alcohol. Pensó en suicidarse, pero tenía una esposa y tres hijas que le necesitaban, apuntó su abogada.
El Seguimiento 39 con los cárteles más peligrosos y la “Reina”
Los reportes iniciales apuntaron que las conexiones del Seguimiento 39 llegaban hasta Perú, Venezuela y Ecuador. Desde esos países importaban drogas a través de barcos, aviones y camiones de carga que llevaban la mercancía a Chiapas.
Ya en el sur de México, la cocaína era trasladada por diversas rutas hacia Estados Unidos, pasando por los cruces fronterizos de Texas y California. Para ello tuvo qué negociar con el CJNG, Cártel de Sinaloa, los Beltrán Leyva, Cártel del Golfo y los Zetas.
Los fiscales del Distrito Sur de California señalaron que el llamado cártel de cárteles contaba con una vasta red de coordinadores de transporte, lavadores de dinero, mensajeros, fuentes de suministro y corredores de suministro. Su principal innovación se basó en alianzas cooperativas utilizando la plata antes que el plomo, contrario a otros líderes narcos de México.
Domínguez prefirió emplear el dinero y su propia seriedad antes que usar la violencia para lograr sus fines
Fue hasta 2015 que el Departamento de Investigaciones de Seguridad Nacional lanzó una investigación exhaustiva de la organización. Durante las indagatorias decomisaron 4,300 kilos de cocaína, y más de 7 millones de dólares en México, Costa Rica, Houston, Zapata y McAllen, Texas, así como en Chicago, Illinois.
Las autoridades estimaron envíos de al menos 10 toneladas de drogas a EEUU cada mes que dejaron 10 millones de dólares en ganancias. Domínguez Ramírez era el líder incuestionable, pues escuchas telefónicas evidencian que controlaba todos los aspectos del Seguimiento 39.
Tuvo intermediarios, pero él decidía al final de cuentas, especialmente, con los vínculos de otros grupos criminales. Para ello empleaba operadores en todo México, Estados Unidos y América Latina.
El exmarino estadounidense ya era ubicado en el radar de la Administración del Control de Drogas (DEA). Lo supo de primera fuente en 2016 a través de Iván Reyes Arzate, la Reina, quien se desempeñaba como comandante de la Unidad de Investigación Sensible de la Policía Federal, uno de los nexos de intercambio de información entre México y EEUU para combatir el narcotráfico.
De acuerdo con las investigaciones, el agente mexicano se reunió con el líder del Seguimiento 39 para advertirle que era buscado para ser detenido. Y para demostrárselo, la Reina enseñó algunas fotografías que habían tomado en Cancún, además de la dirección de un departamento donde se ocultaban él y sus cómplices en la Ciudad de México.
Reyes Arzate aceptó un soborno de 290 mil dólares por ayudar a Domínguez Ramírez. La cantidad de cocaína involucrada en este caso superaba los 450 kilogramos. Otros reportes consignaron que el exmarino ofreció entregar datos sobre líderes en el Cártel del Golfo.
Finalmente la Reina fue detenido en 2017 y condenado en Estados Unidos por este caso, así como otras corruptelas para favorecer a los cárteles. En 2018 fue condenado a tres años tras las rejas en Chicago por obstruir la justicia.
Pero en enero de 2021 fue requerido por la Corte del Distrito Este de Nueva York, donde se declaró culpable en octubre pasado y nuevamente fue sentenciado a 10 años de prisión por colaborar con el Seguimiento 39 del exmarino.
De acuerdo con su defensa, el capo castrense quería salir del negocio de las drogas porque había estado muy lejos de su esposa e hijas. Incluso lloró cuando confesó al oficial de libertad condicional que nunca olvidaría cuando su pareja le reprochó por no haber pensado en la familia nueva, tras perder a las pequeñas Dianna y Sayra.
“Consciente de la orden de arresto de los Estados Unidos y antes de su arresto en México, había contratado a un abogado de Texas para organizar una autoentrega”, asegura su memorando de sentencia en California.
La culpabilidad de “Emiliano”
El jefe del narco fue detenido antes de comparecer voluntariamente. Para ese entonces ya era conocido bajo el alias de Emiliano y/o Marcelo. Fue acusado de seis cargos con al menos 15 personas más identificadas, aunque otros nombres estuvieron sellados.
Las imputaciones fueron presentadas ante un Gran Jurado en enero de 2016 ante el Distrito Sur de California. Para octubre de ese año se emitió una orden de arresto y un mes más tarde fue detenido en la ciudad de Querétaro a petición de Estados Unidos.
El 7 de diciembre se entregó en México una orden de detención provisional con fines de extradición, algo que se concretó hasta el 10 de abril de 2019, cuando llegó y compareció en el Tribunal de San Diego. Pasó 888 días en solitario, sin recibir visitas.
Desde mediados de este último año los procedimientos judiciales fueron con la jueza Barbara Lynn Major. Pero el proceso se prolongó y el 13 de julio de 2019 se designó un caso complejo. Cuatro meses más tarde fue implicado su cómplice, Mario Alberto Mata Marrufo, el Alfil.
No se permitió una representación conjunta para los acusados y solo siguieron con la preparación del juicio de Domínguez Ramírez. Sin embargo, en marzo de 2021 se agregó la primera extensión por problemas de COVID-19, enfermedad que padeció el capo en tres ocasiones.
Vinieron más plazos por las dificultades de la pandemia en junio, agosto, octubre, noviembre y el 3 de marzo de 2021 se volvieron a añadir más obstáculos por el coronavirus. Los informes de estado fueron requeridos hasta mediados del año pasado y el 12 de octubre, la defensa pidió una audiencia por declaración de culpabilidad.
Pero el acuerdo solo contempló un cargo por conspiración a sabiendas e intencionalmente para distribuir cocaína, además del referente a lavado de dinero. Los fiscales aceptaron desestimar las otras acusaciones. Las responsabilidades reconocidas implican haber coordinado el envío de 450 kilos de cocaína desde Sudamérica a México y EEUU entre enero y septiembre de 2016.
Las penas iban de 10 años de cárcel hasta cadena perpetua, así como multas de 10 millones de dólares o el doble del dinero blanqueado. Así como cinco años de libertad supervisada. Los fiscales no sugirieron una sentencia. Pero si estuvieron de acuerdo que se considerara su tiempo encerrado en México, para así descontar a la pena impuesta. Tampoco se acordó una multa.
El 29 de noviembre se aceptó la declaración de culpabilidad, previa recomendación de la jueza de primera instancia. Ya para el 18 de abril de este 2022, se anuló la audiencia para la culpabilidad que estaba prevista el 25 de ese mes y fue aplazada para el 31 de mayo del año en curso.
Su defensa pidió una pena de 120 meses de cárcel, equivalentes a 10 años. En tanto, las autoridades estimaron el castigo en 127 meses. Pero el juez William Q. Hayes consideró que tendría que pasar 16 años y tres meses encerrado, por lo que se prevé su salida en 2032, cuando ronde los 60 años.
“No parece ser un mayor riesgo de reincidencia que otros acusados de delitos similares”, aceptaron los fiscales de California sobre el exmarino.
Por ahora, Ángel Domínguez Ramírez Jr. ha manifestado su decepción por tomar el camino que lo llevó a fundar el cártel de cárteles. Está seguro que cuenta con el apoyo familiar y espera un nieto de su hija mayor. También está pendiente a que le crezca el cabello, pues la extensión que había tenido se lo recortó para donarlo a pacientes con cáncer.
Se lleva bien con sus suegros, su cuñado aún sigue en el negocio de la construcción y ha prometido darle trabajo cuando salga de la cárcel. Además, el veterano de la Armada espera seguir en la universidad y dedicarse a la carrera de negocios. Y aunque nunca superará la pérdida de sus hijas, aseguró que se alejará de la vida criminal.
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