Este viernes, como cada 3 de junio, se conmemora el Día Mundial de la Bicicleta, ese medio de transporte que, además de ayudar a los ciudadanos de las ciudades caóticas en cuestión de tránsito vehicular (como el caso de la Ciudad de México) a llegar más rápido a sus destinos, también ayuda a tener una mejor condición física a quien la usa constantemente.
Esta conmemoración se lleva a cabo con la finalidad de visibilizar la importancia de un medio de transporte ecológico, como lo es la bicicleta. Su uso contribuye a paliar la crisis del mundo actual, debido a la contaminación y al cambio climático que experimenta el planeta. Esta efeméride se creó gracias a un decreto de la Organización de las Naciones Unidas, proclamado en 2018.
La bicicleta es un medio de transporte que surgió a mediados del siglo XIX, como resultado de una serie de intentos fallidos para crear un vehículo innovador, dando su origen. En Alemania, el primer modelo estaba hecho de madera, sin embargo no tuvo mucho éxito, pues había que empujarla con los pies.
Posteriormente se inventaron otras bicicletas que seguían siendo rudimentarias, hasta 1861, cuando a Ernest Michaux se le ocurrió la brillante idea de colocar pedales delanteros. Aunque no fue lo ideal, sirvió para dar el primer paso a la bicicleta como la conocemos ahora.
La bicicleta en México
La historia de la bicicleta en nuestro país es bastante extensa. Las primera bicicletas en México llegaron desde Bostón, Estados Unidos, en 1869, pero la inquietud política posterior a la muerte del emperador Maximiliano de Habsburgo, mas el tipo de ruedas tan difíciles de manejar, llamadas “boneshaker” o “sacudehuesos” aplacó el entusiasmo que desapareció en pocos meses.
Posteriormente, en 1880 llegó otro cargamento de este medio de transporte a México. Esta ocasión eran bicicletas llamadas de tipo ordinario, cuya rueda anterior era muy grande. Estas nuevas bicicletas causaron mucho entusiasmo, hasta que fueron desbancadas una década después por otras nuevas bicicletas, llamadas como seguras.
Al inicio de la década de 1890, estos nuevos modelos llegaron a México. La novedad era que tenían ambas ruedas de la misma dimensión y llenas de aire. Eran conocidas como seguras, debido a que a diferencia de las ordinarias, donde era común que los ciclistas cayeran de cabeza, las últimas disminuyeron bastante el número de accidentes. A partir de estos nuevos modelos se desató un boom en su uso, y comenzaron a brotar clubes de ciclismo por todo el país.
Se creó el Cycling Union Club y los ciclistas mexicanos ingresaron a él. Este club se encargó de financiar y construir el velódromo de La Piedad, y todo lo que conlleva una asociación, reglamentar su uso, organizar carreras, cronometrar el tiempo de las vueltas y las excursiones, haciendo recorridos a pueblos aledaños, como Cuernavaca y Amecameca. Tenían sus propios archivos, llevaban registro de las ocasiones en las que una mujer cubría una distancia importante, el que cubría la milla en menos tiempo, y de otras pruebas,. Es importante resaltar este punto de la mujer, pues para ese entonces, ellas comenzaban a participar en algunos deportes y uno de los que se volvió más popular, fue precisamente el ciclismo.
Incluso, se inventaron unos pantalones bombachos que horrorizaron a mucha gente conservadora de la sociedad, para que pudieran salir a rodar. Algunas feministas afirman que en esa época la bicicleta había hecho más para emancipar a las mujeres que cualquier otra cosa.
Para 1896 se calcula que en la Ciudad de México había apenas unas 800 bicicletas. Hay que recordar que, en un principio, las bicicletas eran un objeto de lujo y muy caro, solo accesible para pocas personas, pero con el paso de los años y el aumento de la producción comenzó a democratizarse su uso. Pero no fue sino hasta la década de los años 50´s del siglo XX que se popularizó en mayor medida, cuando se inició la producción nacional.
Esto fue impulsado por principalmente con la llegada de la familia Benotto a México en 1952.
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