Europa, a diferencia de Norteamérica y algunas regiones del Sudeste asiático y Oceanía, siempre ha tenido un papel menor en el consumo y producción de metanfetamina (cristal), la droga estimulante con mayor potencia en el mercado de estupefacientes.
Sin embargo, en menos de una década la metanfetamina ha ido ganando terreno en el viejo continente a pasos agigantados. Antes, en tiempos del Chapo Guzmán, la mayor parte de la producción se concentraba en República Checa, en cocinas artesanales donde rara vez se preparaban más de 50 gramos; pero ahora, la irrupción de los “cocineros mexicanos” supuso un cambio radical en el panorama.
Fue en 2010 cuando organizaciones criminales europeas empezaron a contratar “cocineros” mexicanos —y algunos colombianos y salvadoreños— con la experiencia —por su producción a gran escala hacia los Estados Unidos— y los conocimientos específicos necesarios para la elaboración de metanfetamina de la más alta calidad. Los países a los que arribaron principalmente fueron Bélgica y Holanda, los mayores productores de MDMA en Europa.
En 2019, una serie de arrestos de individuos de nacionalidad mexicana en tres laboratorios clandestinos de los Países Bajos puso de manifiesto una nueva estrategia criminal que genera millones de dólares: la combinación de maquinaria europea de alta calidad con los conocimientos de cocineros latinoamericanos experimentados. Las autoridades también sospecharon la participación de mexicanos en otros dos casos de desmantelamientos similares.
La clave criminal
Al año siguiente, en 2020, nueve hombres de nacionalidades mexicana, colombiana y salvadoreña serían arrestados en las mismas circunstancias.
Las investigaciones de las autoridades de los Países Bajos han descubierto que la cooperación entre Europeos y latinoamericanos es clave para el funcionamiento de este tipo de recintos. Los holandeses, por un lado, se aseguran de que los laboratorios cuenten con todo el equipo y los químicos necesarios. México y Colombia, por su parte, proveen a los llamados “cocineros”, a cambio de pagos por kilo de producto o partes de los cargamentos de droga.
De acuerdo con un análisis de Insight Crime, una organización especializada en el análisis de temas relacionados con la seguridad, los cocineros mexicanos aportaron un nuevo método de producción, cuya capacidad de “reciclar” los residuos —que antes se perdían con los cocineros de metanfetaminas checos— implica una pureza y un rendimiento muy por encima de lo que se había visto con anterioridad.
Desde 2019, la producción holandesa de metanfetamina se ha concentrado en un pequeño número de “superlaboratorios” con escala industrial. El consumo de desta droga en dicho territorio ha alcanzado en los últimos años números históricos: entre 2010 y 2020 se reportaron aumentos del 477% en los decomisos de metanfetamina en la Unión Europea; muchos de ellos procedentes de México y ocultos en mercancías legales en contenedores de embarque.
En 2020, las metanfetamina mexicana llevó a dos decomisos de tamaño récord: 1,6 toneladas en Eslovaquia y cerca de 750 kilos en España. Luego, en 2021, Bulgaria realizó una incautación de 450 litros de metanfetamina líquida —el segundo mayor decomiso de este tipo en el mundo—, mientras que las autoridades españolas desmantelaron una red de narcotráfico activa en España y los Países Bajos, que había traficado 2,5 toneladas de cristal ligadas a la Organización Beltrán Leyva, de México.
Existen registros de que estas producciones mexicanas también han llegado a países como Japón, Australia, España y Alemania. Pero su principal cliente son los Estados Unidos, donde además del cristal existen otras drogas duras como el fentanilo que afectan a la población.
De acuerdo con un artículo publicado en Harvard Health, la metanfetamina es un poderoso estimulante que puede fumarse, inyectarse o inhalarse y produce una sensación de euforia y placer similar a los efectos de la cocaína.
La diferencia es que los efectos del Cristal pueden durar más de 12 horas y se caracterizan, en primera instancia, por la supresión total del apetito y el sueño.
Cuando la droga llega al cerebro aumenta la producción de dopamina, un neurotransmisor asociado con la sensación de placer en el cuerpo. El poder adictivo del cristal se manifiesta en la ansiedad que experimentan sus consumidores cuando baja el rush placentero.
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