Investigaciones -y la realidad de miles de familias en nuestra región- nos muestran que el potencial de las mujeres para el desarrollo de América Latina es incalculable. En el marco de novedosas iniciativas que propulsan el emprendimiento femenino en el sureste mexicano, reflexionamos sobre la importancia de impulsar a las microemprendedoras indígenas o rurales de la zona, reconociendo su importancia para el futuro de la región.
La participación femenina en el escenario empresarial es cada vez más fundamental y promisoria para nuestro tejido social: se estima que cerrar la brecha de género permitiría añadir a la economía mundial 28 billones de dólares para 2025; y un estudio realizado por Calvert Impact Capital, con la participación de más de 160 prestatarios y propietarias de todo el mundo, demostró que las empresas con porcentajes más altos de mujeres en posiciones de liderazgo superan a las demás en ventas, rendimiento sobre activos y de capital.
En ese contexto, es indudable que la inversión en proyectos liderados por mujeres se presenta como una gran oportunidad para impulsar a las líderes del mañana, pero, ¿en qué sentido esta certeza es válida también para el contexto del sureste mexicano? La pobreza afecta profundamente a los estados de Chiapas, Oaxaca, Yucatán, Campeche y Tabasco, alcanzando un promedio del 50% y del 76% en Chiapas, así como un gran porcentaje de la población indígena mexicana vive en esta zona, llegando a comprender el 75% de los habitantes en el caso de Chiapas o al 50% en Yucatán.
Asimismo, las mujeres son jefas de familia en una elevada cantidad de hogares, aunque, como ocurre en el resto de México y el mundo entero, el acceso a servicios financieros es limitado. El microemprendimiento es una figura fundamental para el funcionamiento económico del sureste, e inversores y actores financieros se van dando cuenta de la relevancia que el apoyo a microempresarios puede tener. En Chiapas, particularmente, el 95% de las unidades económicas existentes son microempresas, y si bien numerosas organizaciones buscan la brecha que perjudica a sus titulares para ofrecerles créditos, estos servicios aún resultan demasiado costosos para la mayoría de las mujeres que buscan iniciar negocios propios.
En otras palabras, por más que pueda afirmarse que la oferta financiera digital y la atención a los microemprendimientos ha ido creciendo en el sureste, especialmente en las ciudades de Carmen y Campeche; queda claro que estos valiosos avances solo son el inicio de un camino que nos resta recorrer para garantizar el desarrollo personal y profesional de las emprendedoras del sureste. Esta realidad también se replica en todo el continente: si bien América Latina es el tercer destino de inversiones de impacto más grande del mundo y constituye un fuerte en el otorgamiento de microcréditos -el 62% de los prestatarios de instituciones microfinancieras son mujeres, porcentaje que en México llega a alcanzar el 85%-, la mayoría de estos negocios permanecen en el mercado informal y en el ciclo negativo de la financiación a corto plazo y de altas tasas de interés.
La diversidad sociocultural, la presencia de mujeres con potencial de liderazgo al ser el sostén de sus núcleos familiares y el crecimiento de emprendimientos en una fase embrionaria son algunas de las claves que nos permiten vislumbrar en el sureste un espacio fértil, destinado a la ebullición de proyectos promisorios y exitosos. Pero, ¿cómo regar esta tierra, cómo acercarnos a las emprendedoras para aprehender sus perspectivas sobre el mundo y que sus esfuerzos se materialicen en iniciativas económica y simbólicamente significativas?
Está claro que fortalecer las capacidades de administración de un negocio, el acceso al crédito y los conocimientos digitales de las talentosas artesanas, productoras y comerciantes del sureste es una respuesta posible. Programas integrales como los de Pro Mujer, empresa social sin fines de lucro que trabaja por la igualdad de género en México, Argentina, Bolivia, Nicaragua, Guatemala y Perú, brindan oportunidades financieras accesibles a toda emprendedora aunque carezca de historial crediticio, programas de capacitación virtuales y presenciales personalizados, acompañamiento en el desarrollo de los proyectos y servicios de cuidado de la salud dirigidos a mujeres interesadas en llevar adelante un propio emprendimiento (los grupos familiares de las emprendedoras también podrán realizarse controles médicos en las sedes de la organización). Este año, la organización desembarca en el sureste mexicano, con la mirada puesta en hacer germinar a cada iniciativa, a cada mujer líder, mediante herramientas personalizadas que se ajusten a sus requerimientos e intereses.
Sobre todo, Pro Mujer llega al sureste mexicano conociendo, escuchando las necesidades y los potenciales de sus emprendedoras, atendiendo a las problemáticas singulares de la zona, como la ruralidad, las barreras culturales que obstaculizan el acceso a servicios financieros, o la estacionalidad de muchas de las actividades productivas. Sin dudas, abrazar la diferencia con ternura pero sin ingenuidad, admirar los saberes ancestrales y las tradiciones únicas e irrepetibles, pero sin despreciar las ventajas de los avances tecnológicos y el crecimiento económico, son claves fundamentales para el desarrollo del sureste, y del resto del continente, que deben orientarnos en cada paso.
Más información en www.promujer.org
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