Estados Unidos es el principal consumidor de cocaína, la droga estimulante más popular del mundo. Le sigue Brasil, donde el 0,7 de su población consume ese estupefaciente, de acuerdo con un informe presentado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.
Sin embargo, “si se toma al continente Europeo como un todo, sin duda sería el lugar más importante para el envío de cocaína desde América Latina”, expuso Carolina Sampó, consultora internacional de la OEA, en la charla Crimen Organizado Transnacional: Relación América Latina-Unión Europea. Y ahí los cárteles mexicanos también entrarían en juego.
De acuerdo con un informe del Centro Europeo de Monitoreo de Drogas y Adicciones (EMCDDA, por sus siglas en inglés), como respuesta al incremento de la demanda de los consumidores, las bandas europeas, en alianza con “cocineros” mexicanos y colombianos, están produciendo cocaína de la más alta calidad, en algunos casos incluso mayor a la que se produce en Colombia o Perú, los países que más producen cocaína en todo el mundo.
La razón detrás de este cambio se debe, por un lado, a los productos químicos disponibles en Europa para la producción del estupefaciente, pues éstos cumplen con las regulaciones de la Unión Europa y provienen directamente de productores industriales, lo que los vuelve de mayor calidad, explicó el analista de EMCDDA, Laurent Laniel, a Insight Crime, organización especializada en el análisis de temas relacionados con la seguridad.
Una de las tantas preocupaciones de las autoridades europeas ante este nuevo panorama reside en cómo puede afectar la irrupción de los cárteles mexicanos en el balance de poder del crimen organizado en la Unión Europea, donde se han registrado incautaciones en varias ocasiones de varias toneladas procedentes de México, según el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías (OEDT).
Incluso se habla de un posible aumento de la violencia, cuya intensidad dependerá en mayor medida de cómo lidien las bandas locales con los emisarios latinoamericanos de Colombia y México. De momento no se han reportado hechos violentos que se atribuyan a los cárteles mexicanos.
En el caso concreto de México, el reporte identifica al Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), al Cártel de Sinaloa e incluso al cártel de los Beltrán Leyva, como los actores principales en el tráfico de estimulantes al otro lado del Atlántico.
A pesar de que en Europa, como respuesta al incremento de la demanda de los consumidores, se está produciendo el estupefaciente con muy alta calidad, de acuerdo con un informe del Centro Europeo de Monitoreo de Drogas y Adicciones (EMCDDA, por sus siglas en inglés), la producción que ahí se desarrolla sigue sin compararse con las naciones andinas.
Europa como paso de tránsito y “puertos facilitadores”
Sin embargo, según el reporte de OEDT, antes de que Europa se convirtiera en productora y fuente de cocaína, siempre había sido -y lo sigue siendo- destino y tránsito para otros centros de producción y consumo, entre ellos México.
No hay que olvidar que en territorio mexicano también se han detectado intentos para cultivar, transformar y producir la hoja de coca. El hecho más reciente se registró el 9 de febrero de 2021, en Atoyac de Álvarez, a 180 kilómetros de Acapulco, donde el Ejército Mexicano descubrió cuatro hectáreas de planta de coca y un laboratorio para procesarla.
“Hay que entender a Europa no solo como un mercado de destino, como lo ha sido tradicionalmente, sino también como una puerta de entrada hacia los nuevos mercados. Como un espacio de tránsito pensando en Medio Oriente, Asia e incluso Oceanía”, explicó Sampó.
Ante este nuevo panorama, la experta recomendó poner atención en lo que ella llamó “puertos facilitadores”; es decir, todos aquellos puertos marítimos menores o considerados como de “bajo riesgo” por las organizaciones criminales, ya que por sus escasos controles son preferibles por los cárteles, aunque estos les impliquen gastos mayores en cuestiones de logística respecto a los “puertos tradicionales”.
“Estos puertos lo que hacen es proveer más seguridad a las organizaciones criminales, que van a sufrir menos incautaciones que en los puertos tradicionales. Les generan un mejor retorno económico aún cuanto estas rutas sean mucho más largas. Además no tienen una mala reputación en cuanto narcotráfico, lo que a su vez provoca que en los puertos de destino no se levanten alarmas cuando un contenedor llega cargado de Cocaína”, apuntó Carolina Sampó.
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