Al sur de la Ciudad se México se encuentra una de sus demarcaciones más grandes: Tlalpan. Dicha alcaldía se extiende por más de 312 kilómetros cuadrados, componiendo alrededor del 20 por ciento del territorio total de la capital. La mayor parte de su suelo es rocoso. Hoy se llama Tlalpan, que significa “lugar de tierra firme” en náhuatl, pero anteriormente se llamó San Agustín de las Cuevas.
Cuenta con un gran número de estructuras volcánicas como el volcán el “Pelado”, “Malacatepetl”, “Olalice”, “Oyameyo”, “Acopiaxco”, “Tesoyo” y el más conocido, el Xitle. Este último, de más de 3 mil cien metros de altura, tuvo una gran erupción hace aproximadamente mil 700 años, siendo la última actividad volcánica del campo de Chichinautzin, el cual divide la cuenca del Valle de México con la de Cuautla y Cuernavaca, extendiéndose hasta las laderas de Popocatépetl.
Tal erupción tuvo un diámetro de 75 kilómetros, cubriendo de lava todo el territorio a la redonda. De ese acontecer, actualmente sobreviven dos sistemas de cuevas ocultas bajo el suelo tlalpeño.
De acuerdo con el cronista Salvador Carmona, los sistemas de túneles se formaron debido a que la lava del exterior se fue enfriando mientras ríos de magma seguían moviéndose al interior en canales de forma ascendente y descendente, al tiempo que aprisionaban gases en los ductos de roca. Esta presión en ocasiones era liberada provocando vacíos que se convertirían en cuevas. Años después, tras el asentamiento de los españoles en el sur del valle, le llamaron a la región San Agustín de las Cuevas.
Por su parte, el historiador Sebastián Peregrina afirma que los sistemas de túneles se crearon gracias a la inclinación del terreno, derivado de su gran altura, lo que provocó grandes canales de roca volcánica que se extendieron hasta lo que hoy es la demarcación de Coyoacán. Fue así que se formó la zona de los pedregales que caracteriza al sur de la CDMX.
Sin embargo, debajo de esos pedregales existen grandes sistemas de cuevas que se extienden a lo largo de kilómetros. Uno de esos sistemas es el de Padierna, que se ubica en el predio de “Los Encinos” en la parte trasera del Colegio de México y de la Universidad Pedagógica Nacional, en el cerro del Ajusco.
Dentro de este sistema se encuentran cuevas como la de “Pedro el Negro”, “Margarito”, “Cocodrilo y “Los huesitos”. Estas cavernas fueron exploradas en la década de los 90 por Ramón Espinasa, Hugo Delgado y Ana Lillian Martin.
El sistema Padierna estuvo en riesgo de desaparecer ya que hace unos años se pretendió construir un proyecto inmobiliario en la zona, lo que acabaría por destruir las cuevas. No obstante, la importancia de las cavernas no sólo radica en su atracción turística, sino que sirven como punto de referencia para estudios geológicos y arqueológicos, pues en la era precolombina, varios pueblos hicieron uso de las cuevas para rituales y ofrendas.
En tanto que, en una zona más alejada del centro de la ciudad, en lo que ahora se encuentran los pueblos originarios de San Miguel Xicalco y San Andrés Totoltepec, hacia el sur, se ubica el sistema Xitle, el cual se compone de seis cavernas que actualmente fungen como espacio al culto religioso por parte de los pobladores, zona de esparcimiento y de estudio vulcanológico. Históricamente se le conocen como las “cuevas del conejo”.
Sebastián Peregrina afirma que aparte de los 75 kilómetros cuadrados que cubre el Pedregal del Xitle, aún quedan muchos sistemas de tubos lávicos de los cuales sólo se conoce lo que cuentan los pobladores. En los límites del pedregal, hacia el norte de Tlalpan se encontraron cuevas como la de “Tenongo”, “Gorriones”, “Murciélago” o la del “Hombre Grande”, cuyo registro señala se ubican en la zona de Ciudad Universitaria hasta Huipulco.
Asimismo, el historiador apunta que debido a que se ha estudiado poco la historia del Xitle y su relación con la Ciudad de México y sus habitantes, hoy en día pocos saben que es posible encontrar varias cavernas volcánicas y más de cien conos volcánicos desde el centro de Coyoacán hasta Tepoztlán, en Morelos.
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