El proceso de la Cumbre de las Américas ha tomado un rumbo diferente este año en comparación con otros momentos en la historia del mecanismo de 1994. Ya está echado a andar para adelante y no hay retroceso. El movimiento, la comunicación, la atención, la sinergia se encuentra dinamizándolo, por definirse todavía los posibles resultados de este proceso este año.
El mecanismo continuará no hay duda. Entre las preguntas está cuál será el siguiente paso. Es tarea de los expertos regionales en concertación y diálogo político lograr que se alcance una etapa en las relaciones hemisféricas.
En este período han ocurrido diálogos parlamentarios, de sociedad civil, económicos, técnicos. El proceso sigue en marcha. Del anuncio de que se celebraría esta vez en territorio estadounidense al momento definitorio cercano a la fecha anunciada han habido enormes cambios en el contexto interno en la región de las Américas, así como en el contexto externo.
En la agenda se encuentra el objetivo y los acuerdos que se estarían logrando, nadie cuestiona la sede. De hecho, uno de los resultados sería definir cuál sería la sede y momento de la siguiente cumbre. Cuáles son los acuerdos posibles, cuáles son los deseados y alcanzables.
Algunos países, como México, han dado a conocer que sus máximos representantes estarían presentes en la Ciudad de Los Ángeles en el mes de junio según está programado, si todos son invitados, pero no han dicho que no van. La cuestión entonces es el grado de profundidad y de representatividad posible. No hay descarrilamiento, tampoco boicot.
Más bien, al contrario de la percepción de que hay asuntos irreconciliables o no abordables, la intención latinoamericana crece más en el sentido de que sea una cumbre incluyente en su máxima capacidad. Que contribuya a aliviar las tensiones existentes, que se encuentre solución en asuntos comunes sobre temas políticos e impulsar acciones pactadas para beneficios regionales.
Que se invite a todos, por la posibilidad que existe hoy de establecer una nueva base de acuerdos regionales. Esos son los deseos que han manifestado países como México, Chile y Argentina, que nadie deje de ser invitado. Que sea decisión de cada uno participar o no participar. Ese es el quid de la cuestión. Que el espacio se mantenga y se abra, que dé cabida al diálogo y la intercomunicación regional al máximo.
La visita de este miércoles de la delegación estadounidense, que llega a México a dialogar sobre la Cumbre, demuestra que el diálogo es posible, que los acuerdos se pueden idear para concretar soluciones a la composición de países presentes y de conformación del que puede resultar como un nuevo esquema para las Américas. Para eso es la diplomacia, para eso contribuyen las consultas.
La región está en el interés de que se fortalezca el mecanismo, que se generen las medidas de fomento de la confianza que tanto se necesitan para el diálogo regional, para que se mantengan las plataformas que permiten comunicar e incluir lo que importa a todos y a cada uno. Que los que se hablan en las diferentes casas y se visitan entre otros, todos, puedan estar en un mismo espacio de diálogo y concertación para el futuro.
Las Américas, al igual que el resto de regiones envía el mensaje de la necesidad del diálogo completo
En realidad, se trata de un proceso continuo desde que se inició, que funciona e interconecta los diferentes pisos y plataformas institucionales que existen en la región y en las subregiones. De diálogo y concertación en el que es clave el papel del país anfitrión en ese diálogo permanente que da más frutos que otros dependiendo de la creatividad y capacidad de articulación, un reto regional sin precedente.
*La Maestra María Guadalupe González es catedrática en Gobernanza Global de la UDLAP Jenkins
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