Era la tarde del miércoles 11 de octubre de 2017. En el estacionamiento de una Comercial Mexicana, ubicada en la esquina de Insurgentes Norte y Cantera, en la colonia Lindavista de la capital mexicana, un hombre de 35 años fue acribillado a tiros por sicarios que viajaban en dos motocicletas. De los 15 disparos que realizaron, cuatro hicieron blanco en su objetivo.
Ahí, en el asiento del conductor de un Renault Fluence con placas del Estado de México, terminó una carrera delictiva que duró más de dos décadas y con ello el reinado de uno de los fundadores del cártel capitalino más letal de los últimos tiempos: La Unión Tepito.
Para asesinarlo, a Francisco Javier Hernández Gómez, alias Pancho Cayagua, sus enemigos le tendieron una trampa. Esa misma tarde alguien le había hablado por teléfono para citarlo en un punto cercano a su casa en la delegación Gustavo A. Madero. Tenía poco de haber llegado del gimnasio cuando recibió la llamada. Antes de irse se despidió de su esposa. Lo último que le dijo fue que no tardaba en regresar. Apenas al salir dos motocicletas lo siguieron de cerca, y aunque intentó huir pisando el acelerador a fondo, sus días terminaron en el estacionamiento del súpermercado.
La historia de Pancho Cayagua al frente de la Unión Tepito comenzó siete años antes de ese episodio; exactamente el 18 de mayo de 2010. Ese día, en el corazón del Barrio Bravo, considerado como “el gran centro neurálgico de la distribución de drogas” en la capital, hubo una reunión ideada por los Beltrán Leyva y encabezada por Édgar Valdez Villareal, La Barbie, que tuvo como objetivo reunir a los principales distribuidores de Tepito para unificarlos en un solo grupo.
Si los cárteles de la droga tuvieran actas de nacimiento, esa fecha sería oficialmente el origen de la Unión Tepito. Entre los asistentes a la reunión se encontraban los hermanos Francisco y Armando Hernández Gómez, alias Pancho Cayagua y El Ostión; identificados como los principales distribuidores de drogas en el corredor Insurgentes-Zona Rosa.
Ese par de hermanos fueron los primeros cabecillas de la organización. Desde el inicio de la Unión Tepito se fueron abriendo paso en el mundo del crimen ejecutando a todas las familias de narcomenudistas de Tepito que no quisieron acatar los nuevos lineamientos del nuevo cártel formado en el barrio bravo.
Los “amigos” del barrio
Con el paso del tiempo, La Unión Tepito se fue consolidando en el mapa criminal a base de extorsiones, cobros de piso y distribución de droga en bares de la Zona Rosa; con sus víctimas pagando en moneda de homicidios y desapariciones. Sin embargo, el liderazgo de los hermanos Hernández Gómez no duraría mucho. Su historia estuvo marcada por “un ascenso veloz hasta la cumbre de la mafia capitalina y una caída inevitable marcada siempre por muertes propias y ajenas”, describe el libro Narco-CDMX, El Monstruo que nadie quiere ver, de editorial Grijalbo.
Con la aprehensión de la Barbie y la fractura de los Beltrán Leyva, hubo diferencias entre los grupos de la Unión Tepito que fueron dando lugar a una guerra abierta entre ellos. La primer gran fractura del grupo la protagonizaron, por un lado, los hermanos Hernández Gómez, y por el otro, los Pellejos o Malandros, que a la postre terminarían desligándose de la Unión y autonombrándose como los de La U de Insurgentes, cuya sede prinicipal estaba en la colonia Romero Rubio, al oriente de la capital mexicana.
Hubo varios hechos remarcables como consecuencia de la pugna y la ley del ojo por ojo que impusieron estos dos grupos. Uno de ellos fue la ejecución de dos adolescentes en el bar Living; otro fue el asesinato de un primo del líder de los Pellejos en un bar de la Condesa, en venganza por el primer doble homicidio; y el más notorio, que a su vez actuó como un rompe aguas para los de Tepito, fue el secuestro de 13 jóvenes en el bar Heaven.
La caída
En 2016 Pancho Cayagua fue detenido por su relación con al menos seis investigaciones por los delitos de homicidio, venta de drogas al narcomenudeo y portación de armas de fuego de uso exclusivo de las Fuerzas Armadas; pero un juez lo absolvió por falta de pruebas. También lo detuvieron en 2013 por el caso Heaven y aportó información de los responsables. Él y su hermano siempre le dijeron a la policía que se dedicaban a la venta de zapatos; ambos llegaron a tener pactos con agentes federales.
A raíz de lo del Bar Heaven, y la consecuente ruptura de la Unión, Pancho Cayagua se vio obligado a abandonar su zona de confort en Tepito. Se sabe que primero huyó al norte del país y luego se asentó un tiempo en Cancún. En esas circunstancias se tuvo que aliar con El Betito, uno de sus subordinados, sin prever que éste tomaría ventaja de la precaria situación de la Unión para imponerse y apoderarse de los aliados que tenía Payagua en las diferentes corporaciones policiacas y de sus narcotienditas.
A finales de 2015, las diferencias entre Pancho Cayagua y El Betito provocaron una guerra interna por el liderazgo de la organización y el control del corredor de avenida Insurgentes. La confrontación dejó decenas de muertos de los dos bandos. Sin embargo, al parecer al Betito nunca le bastó su parte del pastel, y en octubre de 2017 mandó asesinar a su antiguo jefe y socio, engañándolo con una llamada telefónica aparentemente inofensiva.
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