En la Ciudad de México hay diversos edificios que representan grandes épocas de la historia del país. Tal es el caso de algunos de los edificios que se construyeron durante la época del Porfiriato, un periodo de más de 30 años en los que estuvo en el poder el expresidente Porfirio Díaz.
Tal es el caso de una joya arquitectónica estilo francesa que se encuentra hasta nuestros días sobre la avenida Paseo de la Reforma, una de las más importantes de la capital, e incluso, del país: el Hotel Imperial.
Este edificio, construido en 1896, en su tiempo fue detonante y precursor de la era de los rascacielos, y un suceso sin precedente en la Ciudad de México. Este incluso fue el edificio más alto de la Ciudad, que con su estilo fue sinónimo de elegancia, poderío y modernidad.
Su inauguración se llevó a cabo en 1896 a instancias del entonces presidente de México Porfirio Díaz Mori. En la actualidad, la presencia del Hotel Imperial sigue imponiendo y dando belleza a la avenida Paseo de la Reforma, y es que es uno de los pocos edificios porfirianos que sobreviven hasta la fecha.
Durante la década de los años 30 del siglo pasado, Sergei Einsenstein, un prestigiado director de cine, se hospedó en este hotel, en donde, por su belleza, encontró inspiración y el ambiente necesario para trazar los primeros bocetos de lo que sería su aclamada película ¡Que viva México!
Más tarde, en 1937, este importante e imponente edificio se convirtió en sede diplomática, y cerró sus puertas como hotel. En ese momento comenzó a albergar las instalaciones de la Embajada Japonesa, luego de que se formalizaran las relaciones entre ese país y México. Como su edificio estaba en construcción, despachaban desde el Hotel Imperial.
El esplendor del Imperial contribuyó a enriquecer la activa vida social y cultural de principios del siglo pasado. Para 1956, fue remodelado, respondiendo a las necesidades de la modernidad que exigía la época, se le acondicionaron locales comerciales, que pertenecían a importantes personajes de México de la época y adquirió el nombre de Francis. De manera natural, el Hotel Imperial se convirtió en el lugar favorito de grandes personalidades de la época. También se agregó el servicio al público de un Club Nocturno, hasta entonces inexistente en cualquier otro hotel de la capital, convirtiéndose así en pionero en su ramo.
Fue así que Mario Moreno “Cantinflas”, Orson Wells y Venustiano Carranza entre otras cientos de grandes personalidades de la historia, política y el arte, dejaron huella y parte de sus ideales impregnados en las paredes del Hotel Imperial Reforma. Un lugar estratégico por su ubicación, a unas cuantas cuadras de las principales secretarías del Estado mexicano, restaurantes internacionales, avenidas principales y lugares exclusivos de la capital.
Una de las características más representativas de este imponente hotel es el reloj público que se encuentra frente a su entrada principal, en la esquina de las calles Reforma y Morelos,. El hermoso reloj que adorna la parte de enfrente del Hotel Imperial, es de origen mexicano, pues fue creado por la fábrica de relojes del Centenario, fue inaugurado en 1989 y cuenta con tres carátulas de 85 cm de diámetro y numeración romana.
El hotel cuenta con un ambiente relajado y cálido, aunado a su estratégica ubicación, cerca de los grandes centros empresariales y culturales de la capital. Además, cuenta con un trato personalizado para los clientes. Desde hace muchos años, se ha convertido en el hotel favorito de los visitantes distinguidos, tanto de negocio como de placer.
Dentro de los servicios del hotel puede encontrarse un restaurante Gaudí, con una impecable decoración con aire francés y piano de centro incluido, muy ad hoc con la arquitectura del inmueble. Su menú está conformado por alta cocina española; cuenta con agencia de viajes, gimnasio, estética, lavandería, cambio de divisas, internet, estacionamiento, servicio de transporte. Cuenta con 37 habitaciones estándar tradicional; 12 estándar ejecutiva; 10 junior suite y cinco máster suite.
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