Cuál fue la primer calle del Centro Histórico de la CDMX en tener alumbrado público

En una calle del Centro Histórico de la Ciudad de México puede encontrarse una placa que señala que esa fue la primera en tener alumbrado público en la capital, en 1783

Guardar
Los primeros intentos de alumbrado público se hicieron con el uso de velas, aceite, resinas, gas o petróleo. Foto: www.gob.mx
Los primeros intentos de alumbrado público se hicieron con el uso de velas, aceite, resinas, gas o petróleo. Foto: www.gob.mx

A lo largo de los siglos, la Ciudad de México ha estado en constante cambio. Desde la llegada de los españoles, la capital mexicana evolucionó, primero con la disecación del lago que rodeaba el islote de la Gran Tenochtitlan, luego con las construcción de las calles de lo que sería la nueva ciudad, y posteriormente con la construcción de los edificios coloniales, muchos que hasta la fecha siguen de pie.

Sin embargo, conforme fue avanzando la tecnología en México y el mundo en general, también la capital mexicana fue cambiando y tomando otro rostro. A finales del siglo XIX, en diciembre de 1881, los focos eléctricos poco a poco reemplazaron la iluminación de las velas, aceite y gas en la capital. Fue así como las actividades del día a día dejaron de estar sujetas a la luz natural.

Si bien, en la actualidad parece imposible imaginar la luz sin alumbrado artificial, pasaron décadas para que se perfeccionaran mecanismos que hicieron habitables las calles durante las noches.

Los primeros intentos de alumbrado público se hicieron con el uso de velas, aceite, resinas, gas o petróleo. Se pusieron farolas que proporcionaban algo de luz en la obscuridad de las calles, dando una mirada diferente a los transeúntes, al menos la seguridad que brindaban, aunque fuera una luz muy tenue. Existía la certeza de tener calles seguras, tanto por los obstáculos que imponía a la delincuencia, como por la seguridad personal que existía, al ver por donde se caminaba.

El 4 de abril de 1790, el Conde de Revillagigedo inauguró mil 128 faroles de vidrio con lámparas de hoja de lata, con la mecha alimentada por aceite de nabo. Foto: www.gob.mx
El 4 de abril de 1790, el Conde de Revillagigedo inauguró mil 128 faroles de vidrio con lámparas de hoja de lata, con la mecha alimentada por aceite de nabo. Foto: www.gob.mx

Cuando el sol se escondía, y con él la luz natural, se vivía en la penumbra, por ello la llegada del alumbrado público fue una nueva forma de ver y disfrutar la ciudad. Antes de ello, la noche en la capital era sinónimo de inseguridad e inmoralidad, aunque el problema de la inseguridad transcendió a través de los siglos hasta nuestros días.

El 4 de abril de 1790, el Conde de Revillagigedo inauguró mil 128 faroles de vidrio con lámparas de hoja de lata, con la mecha alimentada por aceite de nabo, sostenida por unas lámparas llamadas pies de gallo. Este alumbrado se reforzó 60 años después, hasta 1849 con 450 lámparas de trementina, que le dieron luz limpia, más blanca y más intensa a las calles de la ciudad, y que se aumentaron a mil en 1855.

Sin embargo, el primer gran cambio de iluminación destacó por su cantidad, alrededor de 1857, cuando Ignacio Comonfort promovió el alumbrado público, y se instalaron mil 500 faroles con mecheros de gas en las calles de Plateros y San Francisco.

Antes del alumbrado público, se establecía un toque de queda entre las 8 y las 10 de la noche, así, todas las familias estaban resguardadas de los “peligros de las tinieblas”. Dicha norma duró poco más de 200 años, pero todo cambió en 1790 cuando el Conde de Revillagigedo mandó a colocar farolas en diversas calles de la capital, y creó el cuerpo de serenos, aquellos personajes que alumbraban la ciudad y las calles en la obscuridad.

Sobre la calle de República de Uruguay, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, existe una placa, en la que se señala que esa fue la primera calle con alumbrado público en 1783. “Esta fue la primera calle de la ciudad que tuvo alumbrado público, 1783”, se lee en dicha placa. En el México Virreinal, dicha calle era habitada por miembros de la clase alta de la capital, por lo que no resultó extraño que fuera la primera en organizarse para cubrir los costos de una iluminación artificial.

Para 1869 se implementó el gas en el alumbrado, un gran salto tecnológico en esa época. Pronto fue sustituido por el arco voltaico. En 1872 el presidente Sebastián Lerdo de Tejada inauguró la luminaria de la Alameda Central con 200 lámparas de gas de hidrógeno, y en diciembre de 1881 la compañía de Knight puso al servicio 40 lámparas del sistema Brush. Posteriormente el ayuntamiento, a través del regidor del alumbrado, el ingeniero Alberto Best, convocó a un concurso para proponer un nuevo alumbrado en la ciudad. La compañía suministradora de gas para el alumbrado colocó 40 focos eléctricos, que poco a poco reemplazaron la iluminación de aceite y gas.

SEGUIR LEYENDO:

Guardar